La educación en la bandera del 26

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A finales de la década del 50 en el siglo pasado a Cuba le brotaba de su piel gubernamental seis males sociales como ampollas ensangrentadas que estaban a punto de explotar. Uno de ellos era el sistema de enseñanza cubano de entonces, tan  lejos de ser para todos y tan cerca de ser para unos poquísimos.

Sobre la espalda discursiva de la “La Historia me absolverá”, autodefensa de Fidel Castro tras los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, quedaba en blanco y negro las ideas de una lucha emancipadora que encendería con el triunfo la luz escondida al final del aula colectiva.

En los primeros años de la Revolución en el poder se emprende la Campaña de Alfabetización para llevar la educación y la cultura a todos los sectores de la sociedad de una forma gratuita. Se convirtió rápidamente en un derecho y prioridad en la agenda del nuevo gobierno.

En 1959 se declaró la Reforma Integral de la Enseñanza, que determinó como objetivo primordial de la educación el pleno desarrollo del ser humano. Comenzó un amplio plan de reformas educativas con la idea de eliminar el analfabetismo presente en los sectores más humildes del país y llevar la enseñanza por toda la Isla.

De ahí para acá pudiera hablarse de un relato exitoso donde los sustantivos faroles, cartillas, bohíos, aulas, pizarras, tizas, proyectos, audiovisuales, computadoras, arte…, fueron sustituyéndose en la medida en que la emergencia por alfabetizar mutó en cursos diurnos regulares, especializaciones y diversidad de oportunidades para todos en sentido general.

Desde los primeros tiempos de victoria revolucionaria quedó en claro que el acceso a la educación era sin discriminación racial ni económica, una soga cortada a las faldas de la injusticia social latinoamericana. Por otra parte, unas 10 mil nuevas aulas fueron levantadas desde el suelo y  la escolarización llegó casi el 90 por ciento en las edades de 6 a 12 años.  Mientras más de 69 instalaciones militares de la dictadura derrocada mutaron en escuelas con una capacidad de 40 mil alumnos, muchos de ellas utilizadas para un plan especial de estudio para campesinas y más adelante centros de becas para los diferentes niveles de enseñanza.

Luego de la Campaña, el sector materializó un grupo de proyectos para hacer de la Alfabetización un hecho sostenible y que evolucionara como mismo lo hacia la sociedad. Cuando 1972 corría a toda velocidad por la Isla autoridades educacionales de aquel entonces anunciaron la creación del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, conocido como la llamada segunda revolución educacional. Unos 20 mil profesores en las nuevas secundarias y preuniversitarios, sobre todo en la zona rural, volteaban la página en la geografía de la Isla y comenzaba a gestarse el embrión de una educación integral y humanista.

Ni aún con la llegada del Período Especial en los años 90, la educación, como tantas otras esferas de la vida en el país, limitó sus avances ante la crisis económica, y sobre los pupitres siguió focalizada la máxima revolucionaria de una educación gratuita con todos y para todos.

Algunos de los proyectos de aquella etapa no resultaron sostenibles en el tiempo y necesitaron ser rectificados con el paso de los años, pero las buenas nuevas nunca dejaron de llegar a un sector prioritario para el gobierno revolucionario. Muchas de ellas enraizadas a un sistema de mejoras en los planes educativos que incluyó la introducción de la tecnología en los espacios educativos como televisor y video por escuela, la electrificación de todos los centros escolares, la creación de canales educativos, la extensión del aprendizaje de Computación, la universalización de la enseñanza, la formación integral de maestros  y la creación del proyecto de los Instructores de Arte.

De la misma manera que se desarrollaban estrategias nacionales para elevar la calidad del sistema de aprendizaje como la enseñanza del idioma inglés desde la primera infancia, el tercer perfeccionamiento del sistema educacional cubano que incluye cambios curriculares y de bibliografía… Cuba proporciona su experiencia en el tema educacional a varios países. El Programa “Yo Sí Puedo”, traducido a varias lenguas, es un ejemplo.

La educación cubana tiene el color de la bandera del 26, en sus logros tangibles habita la curación de aquellas ampollas ensangrentadas que a punto de explotar fueron visualizadas en la Historia me absolverá. Nacimos con ello y, a veces, de tanto tenerlo ni lo reconocemos con la luz focalizada en el mismo mañana.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

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