La cirugía del presente

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Su presencia es una eterna esperanza. Con la cabeza erguida y la satisfacción de haber obrado con suma cautela desvía su rumbo hacia los familiares. Algunas voces lo felicitan y de paso le brindan café. Pero otros esperan por él.

Entonces ya casi cerca de la multitud dice: “familiares de Marta Hernández, la operación ha sido un éxito. Todo salió como esperábamos. La enfermera les dará las orientaciones”.

Frase habitual para el cirujano Arístides Sánchez Sánchez, quien con 31 años de experiencia aún mantiene el pulso firme ante el reto de operar seis pacientes diariamente por cirugía de mínimo acceso, en el Hospital General Universitario Dr. Gustavo Aldereguía Lima (GAL) de Cienfuegos.

Después de dar instrucciones precisas sobre cómo preparar al próximo paciente comienza el breve intercambio con la prensa local.

“La cirugía endoscopica se introdujo en nuestro país en 1993, pero solamente en la capital. Después se fue extendiendo a otras provincias, en Cienfuegos hicimos las primeras cirugías por este método hace 10 años. Cuando aquello decían que era la cirugía del futuro pero ahora es la del presente. Pues se practica en todas las instituciones médicas del país con mucho éxito y una diversidad tremenda de patologías que son susceptibles de operarse a través de este medio. El reto que para ese momento constituía intervenir mediante cirugía de mínimo acceso hoy se transforma en deseos de hacer más”.

Una voz interrumpe el diálogo y sin vacilar le orienta que vayan implementando el salón, en minutos estará con ellos. Vuelve a colocarse el gorro, mientras explica respecto a las diferentes patologías que ellos intervienen.

“Estamos realizando muchas cirugías de la vía biliar, toráxica en sentido general, y ginecológica. Porque también se presta este tipo de servicio a pacientes con trastornos de ginecología. A pesar de que nuestra especialidad son las cirugías biliares y del tórax. Esta técnica permite realizar intervenciones de todo tipo. Nos dificulta que la oferta que nosotros brindamos aún no satisface toda la demanda de la población, porque tenemos solamente un quirófano y este es compartido, sino pudiéramos operar otras patologías”.

Mira los zapatos. Las botas verdes están desajustadas. Inclina su cuerpo y empieza arreglarlas. Ahora observa sus pies que están cubiertos totalmente y se percata de que está listo para andar. Dirige la mirada hacia el pasillo, donde el ir y venir del personal médico es constante. No espera más, en pocas palabras dice:

“Trabajar en equipo sirve de mucho. En este momento somos dos cirujanos generales y un gineco-obstreta, pero también lo conforman enfermeras y anestesistas. Todos entrenados y con basta experiencia. Hemos cohesionado nuestros principios de solidaridad y compromiso en esta unión. El sacrificio de todos es el único merecedor del reconocimiento por estos diez años de trabajo. Algunos de los fundadores no se encuentran porque están en misiones internacionalistas, otros se han retirado a otras responsabilidades. No obstante, el espíritu es el mismo”.

El sonido de las ruedas de una camilla lo inquietan. Verifica las ataduras de la mascarilla quirúrgica. Sabe que dentro de unos minutos su profesión lo pondrá a prueba. Una vez en las manos de su equipo estará el futuro de un cienfueguero. Sin temor a equivocarse comienza a enumerar las ventajas.

“El paciente sufre poco. La recuperación es en un breve tiempo y no afecta la estética del enfermo. También reduce las incisiones, el dolor postoperatorio, o la posibilidad de complicaciones por sangramientos. Aproximadamente en 15 días pueden incorporase a realizar cualquier actividad”.

La hora se acerca. En el salón todo está listo. Bandejas de pinzas a ambos lados de la cama y todo un equipo aguarda por la orden de iniciar la operación. El monitor se encuentra justo en el lugar donde puedan ver con nitidez la intervención. Arístides se levanta, sacude la gran bata que lo cubre y con una sonrisa pretende concluir el diálogo. Camina unos pasos, pero algo lo hace regresar.

“Periodista, el futuro yo lo veo luminoso. Siempre que se logre romper algunas barreras que hoy nos impone el bloqueo. Pero las dificultades materiales tienen que ser vencidas. El espíritu de una persona revolucionaria es precisamente contribuir al desarrollo de su país y lograr satisfacer desde su granito de arena a la población. Tenemos más de 8500 pacientes operados con excelentes resultados, quisiéramos hacer más. Si de nosotros dependiera operábamos aún más”.

Con un gesto dice adiós. Entra en el salón que, por una década ha funcionado en beneficio de los cienfuegueros. El monitor se enciende, entonces la vida vuelve a depender de Arístides y su equipo.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

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