El viajero inmóvil: sacrilegio fílmico a Lezama Lima

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Viajero inmóvil se autodenominaba José Lezama Lima en razón de su desdén hacia el hecho del viaje (nunca le hizo falta en verdad a este hombre de erudición e imaginación casi sobrehumanas como para sortear su ausencia al conocer sin visitarlos los más remotos confines, físicos y mentales, del mundo en que vivió). Tomás Piard, confeso admirador y gran estudioso de su obra, durante su período de servicio social estuvo a cargo del inventario patrimonial de la mítica casa de Trocadero 162. Al menos en teoría resultaba, pues, una de las personas situadas en mejor posición intelectual para rodar en Cuba una empresa fictiva en derredor al universo de quien firmó Paradiso.

Así, El viajero inmóvil, tituló el realizador al guion convertido en película para 2008 luego de largos años de espera, cuya dilatación hacía augurar beneficios más pingües para el espectador. Lamentablemente no sucedió tal cosa.

Lo más doloroso es que la excusa para este estropicio vendría a fundarse casi por irónico conducto de redargución justificativa -en tanto homenaje a la gran deidad de nuestro panteón creativo se supone fuera-, en el mismísimo sino deconstructor de la poética de José Lezama Lima, en su manera de esquirlar los lugares comunes del espacio literario insular. En su presunto hermetismo, su visión oblicua, sensorial y ese teatro en tercera dimensión de asociaciones, interconexiones, sueños y pesadillas que era su mente.

Empero, la asunción de dichas cualidades humanas y no otras operan en el filme como sinécdoque arbitraria que toma esas, entre las disímiles luces identitarias del autor, como parte totalizadora del todo suyo que de veras cree estampar. Aun cuando el Lezama completo de carne y hueso, aquel monstruo de la escritura asmático, gordo, homosexual, mecenas, aperturista, sensible, tierno, ríspido, ermitaño…fue mucho más que eso.

Montado sobre un coralino carril de planes narrativos que se alternan, alimentan o apuñalan entre sí en los distintos niveles de representación, el filme plantea un cruce dialogístico imaginario intertemporal que, desde el presente, sostiene un estudiante con el Lezama venerado-objeto de estudio e interactuante confluencia: indagación sustentada por objeto fundamental en su obra cumbre, la citada Paradiso.

Piard arranca la puesta en pantalla en el hogar del maestro, insertando un cúmulo de entrevistas del más estándar formato periodístico televisivo (enrarecidas, eso sí, por la contraproducente decisión de enfocarlas dentro de un contexto de atmósferas lindante o abiertamente onírico-surrealistas) a conocedores de la persona y/o trabajo del intelectual. Ellos asumen la -vista en el foco espacial de marras- intempestiva tarea con menor o mayor grado de comunicación, pero en realidad provistos siempre de la agudeza y honestidad proverbiales que han definido a las personalidades encuestadas.

Aunque las respuestas a entrevistas parecidas, hasta con más elevada lucidez en la formulación de la contesta que permite el cuestionario escrito, bien pueden encontrarse bajo otras formas y otros sellos al consultarse un poco de bibliografía, ello se agradece, per se, en tanto aporta, sobre todo a algunos no iniciados -lo cual es válido también: el propio Piard sostuvo que la idea era llevar al autor al gran público- conocimientos en relación con el cosmos mágico lezamiano. Lo que pasa es que ya ello, por sí solo, es uno de los muchos filmes (un documental en rigor sería por supuesto su pertenencia genérica) que hay yuxtapuestos sin acierto ni concierto aquí, envueltos bajo el ropaje de un docudrama desgajado en meandros sin curso real ni agua.

Tan inopinadamente a como cae sobre el cielo del filme la lluvia de entrevistas desaparece sin complicaciones, para que el personaje central se interne dentro de la densa argamasa argumental “paradisiana”, transmutado en el mismísimo José Cemí, pues la crisálida en que duerme nuestro Andros es capaz de reventar a la vida por la vía de la mariposa menos pensada. Y mariposeará muchísimo el hombre por arribita -solo ello, no más-, de los vericuetos de la gran novela, y se introducirá ¡cómo no¡ en su capítulo más célebre. Habrá que prepararse entonces para la recreación fílmica del tan citado pasaje, para el expedito continente-contenido-esencia lúbrica de lo a advenir durante la plasmación en pantalla del despertar genesíaco. La tournée erótica comprende referentes visuales ajustados a las poderosas imágenes del referente literario, mas algunas apelaciones resultan completamente gratuitas; una de ellas sin dudas se representa a través de esa avalancha de planos fijos fálicos.

En medio de la cosa, escenarios múltiples convergen dentro de uno mismo, escuchamos a ratos por el batiburrillo a un “Lezama” inimaginable y didáctico por la voz en off de Jorge Rivera. Se aprecian a actores recitando de forma onerosa textos completos del autor de Confluencias, aparecen secuencias de una estilización manierista. Sacuden el celuloide impostados rompimientos “brechtianos”, la teatralidad halla su más caro refocilamiento nirvánico. La disparidad en el nivel actoral se dispara y el montaje combina a capricho del cineasta imposibles concatenaciones.

Piard dice que se leyó Paradiso siete veces; yo solo una. Sin dudas la ama, tanto como a su querido Lezama, padre tutelar blanco de sus más sinceras devociones. Varias personas han visto su película -defendida con acierto en varios rubros técnicos, donde descuella la música del maestro Juan Piñera, no puede dejar de señalarse-, como un elocuente homenaje de Lezama, estrenada justo al inicio de los fastos por su centenario. S intención era acercar al escritor a todos. Mas la verdad es que, a excepción de cenáculos, estudiantes en busca de tesis como su Andros y otros focos de recepción muy puntuales, El viajero inmóvil lejos de atraer hacia Lezama lo que hará es espantar a cualquiera persona que no lo conozca, esté interesada en acceder a su obra y de casualidad aprecie esta “película-puente”. Por mucho que se advierta la cultura cinéfila del autodidacta Piard, sus querencias tarkovski-pasolini-fassbinderianas o su fortísima pasión lezámica, las tablas de este paso a nivel no están fabricadas con las maderas del cine de la perdurabilidad.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

4 Comentarios en “El viajero inmóvil: sacrilegio fílmico a Lezama Lima

  • el 24 octubre, 2017 a las 1:53 pm
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    Hola Julio, muy buena la reseña del filme de Piard, yo q también he leído a Lezama Lima una y otra vez, con gusto y devoción, por mucho q buscaba las alineaciones del filme con la obra medular de Lezama, pues sencillamente no la encontré, ni aún cuándo se limitaron a recitar lo escrito por el Maestro, en fin el filme es completamente prescindible para la cinematografía Cubana, aunque de los fracasos se aprende más q de lo éxitos, esperemos que así sea.

    Lo otro q no quiero dejar pasar por alto es mi asombro de que este filme se reseñe ahora, ya que yo lo ví ya hace mucho tiempo, por tanto creo que la crítica especializada seguramente tuvo acceso antes…pero bueno, en mi amada Cuba, las cosa tienden a ser así “♪♫despacito, vamo´a hacerlo ahora despacito♫♪”.

    Mis saludos

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    • el 24 octubre, 2017 a las 2:55 pm
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      FrankCuba: De acuerdo con sus valoraciones. En cuanto a lo segundo, no es que el filme se comente ahora. El objetivo de la columna “La religión del fotograma” (una crítica diaria) no es reseñar solamente los estrenos, cosa que hace pero resulta tal propiamente su función sino proponer aproximaciones a cines de todos los tiempos y de todas las partes. Gracias por su comentario. Saludos del autor.

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  • el 24 octubre, 2017 a las 9:09 am
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    Yulita: llegaste a la parte de las siete veces, te felicito por eso y te agradezco tanto la lectura de la reseña como tu comentario. Saludos del autor.

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  • el 23 octubre, 2017 a las 12:16 pm
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    Piard habrà leído Paradiso siete veces, pero no le aprovechò nada para hacer una buena película. Acabó con Lezama.

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