¡Cordura, Cordeu!

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Si algo no debe ocurrir en este mundo “patas arriba” es que globalicen también la locura. Pero hay atisbos.

En un reciente resumen de prensa que ofrece la Representación de la FAO en Cuba a medios de comunicación y periodistas, hay una nota que reseña afirmaciones que lindan con la demencia.

Dice textualmente:

“La rivalidad entre alimentos y biocombustibles no existe”. La frase pertenece al especialista José Luis Cordeu, quien disertó durante la segunda jornada del Foro Global de Bio-Energía, desarrollado en la sede de la Bolsa de Comercio de Rosario, Argentina.

“En el marco de la Conferencia Plenaria ‘Alimentos y Biocombustibles’ se intentó desterrar la falsa idea de alimentos versus combustibles.

“Con más de un aplauso arrancado de la platea, cuando solicitó al público ovacionar el gol de Leonel Messi, de la Selección de Fútbol de Argentina que asiste a la Copa América, José Luis Cordeu (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación – FAO) destacó el aumento del área sembrada en el país en los últimos años. El dato a tener en cuenta, según el especialista, es que cerca de 14 millones de hectáreas se utilizan actualmente para la producción de biocombustibles: ‘solamente el uno por ciento del total disponible a nivel mundial’. De acuerdo a diversas estimaciones, esta participación se incrementaría entre un 2.5 y un 3.8 por ciento para el 2030.

“La posible competencia que se genere entre producción de alimentos y combustibles puede contrarrestarse con incrementos en los rendimientos”, pero -aclaró- que “la rivalidad entre alimentos y biocombustibles no existe”.

Para contrarrestar esa afirmación ilógica basta sólo señalar que uno de los productos principales empleados para la elaboración de los carburantes de origen vegetal es el maíz, grano muy apetecido en muchos países del mundo, e incluso, imprescindible en la dieta de los pobladores de Centroamérica y de parte considerable del sur latinoamericano. Pueden emplearse también la soya, el trigo, la caña de azúcar y otros que de alguna manera favorecen la alimentación.

¿Acaso las trasnacionales dispondrán de áreas exclusivas para cultivarlos? ¿La deforestación para incrementar las hectáreas a sembrar no disminuirá las lluvias y aumentará la temperatura? Ya se habla hasta del aumento casi inmediato del precio en el mercado internacional de los productos agrícolas a causa de la obtención de biodiesel y etanol.

El asunto no es tan simple. Referirse solo a que el incremento de los rendimientos resolverá el problema resulta tonto. Países como México, por ejemplo, han visto disminuir la producción de maíz por área debido a la escasez de fertilizantes, herbicidas, combustibles y semillas de alta calidad. De exportador de ese valioso grano se ha convertido en importador, gracias en buena medida a las “bondades” del ALCA, concebida y manipulada desde la Casa Blanca.

A eso se suma que el cambio en el comportamiento del clima afecta cada año miles de hectáreas de cultivos diversos y hace disminuir los niveles de cosecha.

El 18 de marzo, el presidente cubano Fidel Castro alertaba que están “condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 millones de personas”. Y aportó elementos ilustrativos:

“Otros países del mundo rico tienen programado usar no sólo maíz, sino también trigo, semillas de girasol, de colza y otros alimentos para dedicarlos a la producción de combustible. Para los europeos, por ejemplo, sería negocio importar toda la soya del mundo a fin de reducir el gasto en combustible de sus automóviles y alimentar a sus animales con los residuos de esa leguminosa, especialmente rica en todos los tipos de aminoácidos esenciales”.

Y alertaba que otras medidas, como el ahorro de energía por el cambio de tecnologías y medios, pueden ser más eficaces y preservar por muchos más años las riquezas petrolíferas del subsuelo.

Poco después de publicados estos argumentos, agencias internacionales de prensa difundieron esta noticia:

“La Organización de las Naciones Unidas (ONU) coincidió con el líder cubano Fidel Castro en que la producción de biocombustibles, como el etanol, podría alterar la producción y afectar a la población más pobre del mundo.

“Lo que el presidente Castro señala es algo que ya ha afirmado la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO): que existe el riesgo significativo de que haya una competencia entre la producción de alimentos y la producción para el mercado global de biocombustibles”, aseguró Achim Steiner, director del Programa de la ONU para el Medio Ambiente.

Si de producir maíz, soya, trigo, girasol, caña de azúcar y otros productos agrícolas se trata, ningún destino más noble y justo que el de la alimentación. Echarlos en los depósitos de los autos y quemarlos en los motores resulta una acción deleznable en un mundo donde viven -de milagro- 799 millones de personas hambrientas, sólo en los llamados países “en desarrollo”.

El resultado de las concepciones, acariciadas por el gendarme Bush y seguida por algunos que parecen poder escuchar “cantos de sirenas”, sólo acrecentará un axioma “divino” del mundo contemporáneo: cada vez los pobres son más pobres y los ricos, más ricos.

¿De qué bando está Cordeu? ¿Dónde estaba ese día? ¿O es acaso que el especialista no lee ni escucha noticias?

Es preferible que siga ovacionando goles y no dicte más conferencias, porque este “balonazo” que acaba de “disparar” se fue demasiado lejos de la puerta en el salón de reuniones de la Bolsa de Comercio de Rosario.

¡Cordura, Cordeu!

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Ramón Barreras Ferrán

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos.

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