“Yo sí soy una maestra fresca”

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La primera vez que Nélida Durand Mañas “se atrevió” tenía solo quince años. En aquella aventura comenzaba a cumplir el sueño de dos generaciones de mujeres de su familia

“Mi primera especialidad fue Geografía, después Preparación para la Defensa a los estudiantes de la Universidad, Historia…, pero yo soy una fresca —dice con una sonrisa que esconde la mascarilla, pero que dibujan los ojos—porque también impartí Química, Física, incluso, generalmente muchas personas me reconocen como profesora de Matemática”.

Pero la intrepidez de la septuagenaria pedagoga Nélida Durand Mañas, no solo atañe a la migración certera entre materias. Hace 60 años rompió el cascarón del cobijo familiar y fue tras la añoranza de su madre, que “siempre quiso ser maestra, sin embargo en aquella época no pudo estudiar. Llegó hasta determinado nivel, pero no tenía cómo pagar los estudios, y se casó muy joven”.

Una tarde después de la escuela en su natal Banes, Holguín, hubo una proposición enmascarada: “¿Si la Revolución te necesita, aunque sea lejos de casa, te irías? No sé por qué pero vi algo lindo en la pregunta de mi papá. Pocos días después salí feliz a alfabetizar”, recuerda.

LA CASA DEL LIMONERO

A 17 de Río Seco —un asentamiento de Banes que queda besando el mar— Nélida entró caminando tras un guajiro que marcó la ruta a caballo, mientras ella desandaba hacia aquel trozo de monte y costa.

En la puerta de una casita al pie de un limonero se perfiló el rostro hosco de la madre de la familia: “¿Y una mujer? ¡No! Yo no quiero brigadista aquí, porque mi marido es muy enamorado. ¡Yo no quiero mujeres en mi casa!”, con tal claridad enuncia Nélida las primeras palabras de Ninín hacia ella.

“Me sentí rechazada, pero yo no sé qué gestión hubo que fui a dar a la casa de la madre de la esposa de Ramón, como se llamaba aquel campesino”, y desde allí salía a diario para atender a sus nueve estudiantes.

La de Ninín era una casita con techo y paredes de guano de cana, que no llegaban hasta el suelo, así que el aire entraba y salía a su antojo. Las hojas se arremolinaban sobre el piso de tierra con la misma rapidez con que la escoba de palma las aventaba hacia afuera.

Aquella era una familia donde todavía dolían los males que denunciara Fidel en su alegato, y que la naciente Revolución intentaba erradicar. “Otros pasaban todo el día trabajando hasta entrada la noche, y a esa hora yo los estaba esperando para alfabetizarlos y nunca me dijeron que no, siempre tomaron la cartilla, el manual, el lápiz que apenas podían manipular y con una chismosa dábamos las clases”, rememora.

LA RUTA DEL ALJIBE 

“Me sorprendió mucho cómo vivía el campesino”, dice Nélida, quien no puede dejar de contar las historias de las profundidades de la Cuba de inicios de la década del 60 del siglo pasado.

“El agua, por ejemplo, la llevaban en un tren y la depositaban en un aljibe bastante distante de 17 de Río Seco (¡mire usted si tenía el nombre bien puesto!). Los campesinos iban con un tanque, en yunta de bueyes, a hacer la cola para cargarla.

“No se me olvida que la sacaban con las mismas latas tiznadas de la cocina, y el líquido salía con gusarapos y unas ranitas negras, y así la llevaban. Imagina que a la hora de beberla no pocas veces había que sacar alguno de esos animalitos del jarro. Y era un tanque de 55 galones para las necesidades de la familia durante una semana”.

Aquellos guajiros costeros de Banes decían que “la brigadista se iba a gastar”, porque se bañaba todos los días; es que allí la higiene diaria del cuerpo era también un privilegio que les había sido limitado.

“Caminaba hasta el mar y buscaba el agua que se depositaba en las rocas, apenas media lata, y con eso me bañaba. Impresionaba mucho cómo algo tan rutinario les llamaba la atención. Es que no tenían el hábito”, expresó la holguinera.

“NERITA”

Si un nombre le quedó fijado en la memoria tras 60 años de la Campaña de Alfabetización fue el de Nereida Suárez, apenas un año menor que ella, pero con una adolescencia tan diferente. “La expresión de Nerita no se me olvida; su cara de buena, humilde, el rostro de la niña que no tenía nada”.

Nerita era huérfana de madre y vivía en un bohío vacío con su padre desempleado. La brigadista recuerda que “allí solo había una columbina, cuyo bastidor arrastraba al piso cuando la guajirita y su padre se recostaban”.

Nélida compartió saberes con su coetánea, conversó cosas de muchachas que Nerita tampoco conocía, y compartió la triste rutina de aquella adolescente solitaria.

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4 Comentarios en ““Yo sí soy una maestra fresca”

  • el 1 febrero, 2022 a las 3:28 pm
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    he tenido la dicha de ser su compañera de trabajo durante varios cursos y es una excelente persona , profesora .. alegre entusiasta.. que será recordada por muchas generaciones ..

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  • el 1 febrero, 2022 a las 7:53 am
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    Agradable, Humanista, guerrera mujer,educadora intachable, un ejemplo a seguir por las nuevas generaciones..

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  • el 31 enero, 2022 a las 11:34 pm
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    He tenido el privilegio de ser su colega durante los dos años que llevo de graduado, y aunque su estado físico no la acompañe aún se nota la frescura de una educadora con ganas de dar más cada día, y es por eso que me satisface saber que es reconocida ,,, esperemos que nos dure mucho tiempo más para que las nuevas generaciones comprendamos el verdadero amor por tan bella profesión que es ser El Maestro

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  • el 31 enero, 2022 a las 3:43 pm
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    Y si que fue y es una mujer de su tiempo. Especial educadora.

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