Rico jaleo de la guaracha (+Video)

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 48 segundos

María Cristina me quiere gobernar, y yo le sigo y le sigo la corriente… Pero… cuidadito, compay gallo, cuidadito que en una conversación entre vacas y terneras… y mi mujer, ¿dónde está mi mujer? Mientras otros aconsejan: píntate los labios, María.

Como esas y muchas más es la Guaracha, género musical cubano sin discusión, que fue creado para cantar, reír, bailar y gozarlo hasta afuera.

Prima hermana del son, tiene de rumbera y se engalana con las tonadas. Se toca a ritmo de son sin un compás fijo y bien movida. Vio la luz en las compañías bufas de Covarrubias y Anckerman hasta propagarse por solares y campos o ¿quién sabe si sucedió a la inversa? Es guasona y pícara, dada al choteo y la sátira, lo mismo que somos la mayoría de los cubanos.

En aquellos comienzos, en el siglo XIX, la gente encopetada le daba de lado. Cantar o bailar al compás de una guaracha era cosa mal vista. Muchos y muchas se sonrojaban al escuchar cómo se cantaba en público lo que con tanto gusto y desparpajo se hacía a ocultas. Por eso el doble sentido les caía tan mal.

En cada guaracha aparece un personaje de quien se cuenta su historia, verdadera o ficticia. La comicidad es el ingrediente común; nos hace reír aunque de “penas” se trate, como eso de que la fiesta no es para feos o que a real y medio nunca pude llegar. A lo sumo, de “penas” tratándose, vale condolerse de “la vaquita Pijirugua” que con lo de la inseminación artificial prefiere “seguir a la antigua”. No es para menos, así ¿qué decir del pobre toro? Hay que ponerse en su lugar. ¿Verdad que sí debe de ser duro?

La esencia guajira de la guaracha (vale lo doble de gua con gua) se basa en que muchos textos han sido improvisados, aunque la estructura de los versos no siempre es similar a la décima. La guaracha es dada más a las cuartetas.

Improvisaciones aparte, hubo muchos —buenísimos— , y los hay, que se dedican a componerlas y cantarlas, como en el caso de Benito Antonio Fernández Ortiz (Ñico Saquito), aquel santiaguero que guitarra en mano recorría las calles con su alma bohemia para aglutinar gente a su paso.

Hoy que trazo estos garabatos sobre lo que me llega a la memoria de este género, recuerdo a otros grandes como Miguel Matamoros, Sindo Garay, el trío de Las Hermanas Márquez, Faustino Oramas, Ramón Veloz, Los Guaracheros de Oriente, Compay Segundo y Benny Moré. Otros son actuales, entre ellos Pedro Luis Ferrer, Frank Delgado y Eliades Ochoa. Seguro quedaron sin mencionar grandes de ayer y de hoy. Espero hacerlo en otra ocasión.

Guitarra, güiro, maracas y tres son instrumentos de primera línea que le ponen sazón a ese ajiaco musical. Sus estribillos son pinceles melódicos que apoyan la historia que se cuenta con versos carentes de métrica exacta. Así se cuece este género dulce como el guarapo y alegre como el carnaval; con tanta sabrosura, que se esparció por América y el Caribe como hormiguero en la miel.

Espero coincidan conmigo en que no hay Cuba sin guaracha, ni guaracha sin buen humor. Así es tan ocurrente y simpática como no hay dos.

Visitas: 13

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *