Raúl Cué y José Basulto: dos cultores genéricos camino a la XV Bienal de La Habana
Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 46 segundos
El 25 de febrero se aproxima y bajo tensos procesos los sureños se esfuerzan para consumar mañana su intervención en la XV Bienal de Arte de La Habana, que tiene a Cienfuegos como una de las pocas subsedes fuera de la capital. El proyecto La simplicidad: numen y elección acoge a casi todas las disciplinas de las artes visuales e incorpora otras manifestaciones artísticas de modo aleatorio (música, danza, teatro, etc.), por lo que será una justa con carácter interdisciplinario. Aunque participarán textos visuales de inminente vanguardismo (performance, video arte o arte conceptual, por casos), igual se presentarán ante los públicos otras expresiones que parecían fatigadas (al menos así lo subraya cierta zona de la crítica), al modo de la abstracción y el arte naif. En estos ruteros de la tradición se insertan dos laboriosos integrantes del Taller de los Artistas de La Mar: Raúl Cué Echemendía y José Basulto Caballero.

Ambos son creadores que hemos sistematizado a través de los medios de comunicación y especialmente de este diario digital. Empero, la inconformidad y el deseo de crecimiento nos permiten descubrir nuevos signos en la obra de uno y otro. Sus propuestas para esta bienal son un muestrario de esas capacidades de regeneración o cambio, aunque fueren sutiles.

Cué Echemendía (Sancti Spíritus, 18 de enero de 1980), ganador de la Beca Mateo Torriente 2022 y graduado notable de la Universidad de las Artes en 2023, es un espirituano arraigado en la ciudad de Cienfuegos luego de titularse en la Escuela de Arte Oscar Fernández Morera, de Trinidad, y bregar como profesor en la Academia de Artes Plásticas de la Escuela de Arte Benny Moré, donde se instala oficialmente, según nos cuenta, desde el 27 de diciembre de 2019. Aunque en su etapa de estudiante exploró en la instalación, el grabado y el performance, entre otros perfiles ensayísticos, fue seducido por el abstractivismo y hasta la fecha permanece fiel a esta corriente artística. Sin embargo, lejos de lo que algunos pudieran conjeturar, su filiación ha ido evolucionando tras indagar en las variadas tipologías de la abstracción: el abstraccionismo lírico, abstracto geométrico, constructivismo, expresionismo abstracto, suprematismo, etc. De esas exploraciones resultan notorias muestras como Revisionista y contemplativo (2022), en las que ratifica sus búsquedas discursivas y topiculares más latentes.

En otra dimensión, el abstraccionismo de Cué no abandona la narratividad en sus relatos ni prescinde de referencias, como es usual entre los abstractos. Unas veces incorporada al proceso mismo de las obras (búsqueda del tema en los intersticios urbanos, documentación gráfica de los motivos, transmutación de la realidad en marcas informalistas y el intitulado como contenido y referente o indicio), al estilo de la serie Coordenadas (2013); otras formando parte de los subtratos culturales reducidos a claves o códigos alegóricos, al modo de Lo-Debar Off (2024), donde no solo acude a los referentes bíblicos, sino también a los significados que desde una postura crítica aluden a nuestra compleja realidad.

Para esta Bienal el artista retoma al abstractivismo lírico, totalmente desproveído de cotejos geométricos, alta luminosidad, variedad cromática (de facto, es un texto proclive al monocromatismo) y soluciones conceptuales. Con una paleta gélida (que desborda al azul), aprovechando las calidades expresivas de la mancha y las texturas virtuales, totalmente minimalista, recrea su sentido de la plasticidad, en lo que pudiera ser un paisaje reducido a las esencias (diría con tonos impresionistas) o el detalle de un muro azotado por el tiempo y la desidia. Claramente, Lo simple es algo muy complejo constata que es un sensible hacedor de sentidos estéticos, un fabulador que controla la idea sobre la figuración de realidades encubiertas.

Basulto Caballero (Cienfuegos, 21 de octubre de 1953), Premio Provincial de Artes Plásticas 2023, es uno de los hacedores más laboriosos de las últimas cuatro décadas, de los más auténticos. El estilo de este artista popular está signado por los influjos de la Escuela de las Villas, aunque se despoja de la cansina narratividad de aquellos. A todas luces, desde sus primeros tanteos a inicios de la década de 1980 hasta la actualidad, ha incursionado en casi todos los perfiles temáticos de la tendencia “primitivista”, con especial afecto por la escultura. En un principio, insistía en recrear los entornos costeros, la tradición marina en su propia familia y ese universo fáunico que le seduce tanto como los frutales y la vegetación domesticada, sitios que le inspiran para concebir obras “a palo y piedra”. Digamos que este sentido sensorial y ambientalista, ovillado por sus “guajiros del mar” (“guajiripescadores”, “guajibertos”, “guajicheros”, “guánjeles”), como les nombraba Mateo Torriente (quien frecuentaba la zona de Reina), responde a los entibos característicos del arte naif, gustosos de la cotidianeidad y la mirada gentil hacia los temas rurales y autorreferenciales. Guángeles y otros inmortales (2018) o Qué nos trae la resaca (2023) son claras evidencias de esa vocación por la crónica.

A finales de los noventa es hechizado por el dibujo (una práctica que le resultaba más asequible que la piedra), utiliza todas las posibilidades del lápiz de color y de tinta, luego la tempera, el acrílico y otras técnicas al uso. Entonces fortifica su producción de series regularizadas por el humor y el pintoresquismo, donde señorean los marcianos y ciertas “visiones futuristas”, en las que los lugareños surcan los cielos acomodados en pejes y otros animalejos. Sin embargo, es en el instalacionismo que se empodera la fabulatoria de Basulto (Ojo con la nasa resulta una obra de giro), ahora encausado hacia un arte mucho más “conceptual”, sin que abandone los ruteros que le legitimaron en un principio. De cierta manera, sistematiza una técnica bienquerida por los dadaístas: el objet trouvé u objeto encontrado, ora como soporte, ora como parte de los sentidos simbólicos o narratológicos. En lo sucesivo, el artista revela sus preocupaciones ambientalistas desde una postura invectiva, más hermética y polisémica; así como sustenta una introspección que eleva la melancolía revisitando el pasado.

Justamente, su propuesta para la XV Bienal de La Habana es un texto instalativo que acusa estas mutaciones recientes. La obra, intitulada Sobre suelo árido lloró la noche, fabula en torno a los tiempos dorados, exactamente al período en que Basulto regresa de su misión internacionalista en Angola. Obviamente, es un homenaje a aquellos que atravesaron esta experiencia bélica, a los amigos de batalla, muchos de los cuales no lograron sobrevivir. Para crear esta suerte de ritual de la memoria recupera un conjunto de antiquísimas tejas (6 objetos de techumbre encontrados por la zona de Reina, símbolos de la protección, la calidez del hogar) y las utiliza como soporte de sus fantasmagorías, representación de esos héroes anónimos que combatieron a su lado y sitúa ante la vista pública.

Ocupado en estos planos conmemorativos, en tanto símbolos, figura en el pecho de los héroes una flor dorada, concebida artesanalmente por su hija Kety, también cultora del arte naif. Se trata de un texto pletórico de atmósfera, calidez, en el que el color (verde olivo, como los uniformes de los movilizados) denota el sentido de tributo a quienes pusieron en riesgo su vida en tierra africana; una obra de madurez que trasluce la sensibilidad de este creador.

Basulto y Cué estarán presentes en esta muestra colectiva, concebida para la XV Bienal Internacional de Arte de La Habana (Cienfuegos, martes 25 de febrero, 1.30 p. m., Taller de los Artistas, La Mar) y con sus obras dos expresiones (el abstractivismo y el arte naif) que han ido evolucionando entre los nuestros y son claras huellas de la tradición artística sureña.
Visitas: 47