Un periódico y la vida

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Los periódicos únicos de pueblos o pequeñas ciudades son parte de la vida de las personas de esos sitios, porque documentan el paso de sus propios años desde la expresión de su huella en la comunidad.

Miles de cienfuegueros han visto interrelacionadas experiencias vitales propias, o del colectivo social al cual pertenecen, con el correspondiente reflejo en las páginas de un periódico como 5 de Septiembre que, desde su fundación hará mañana 40 años, hizo de la substancia popular elemento clave de su engranaje editorial. Así era en 1980 y así es en 2020, salvándose las tipicidades específicas de cada época.

El periódico 5 de Septiembre devino constatación de nuestras propias existencias y de los escenarios en que se situaron o sitúan. El cordón umbilical que le conecta con su pueblo solidifica esa comunión espiritual que el lugareño posee con el cotidiano. Eso nos lo hacen saber los lectores, de muchas maneras, cada día; ya sea por medio de conversaciones en la calle como por cartas, correos o SMS dirigidos a la redacción.

Dicha alianza cobra fuerza, entre otras razones, a partir de la objetividad de lo plasmado en las páginas del órgano y del hecho de confiar en nosotros como herramienta de información y análisis.

Los periodistas del medio lo sabemos; por consiguiente, intentamos no equivocarnos en ese acto de mediación, del cual nos sentimos honrados.

Intentamos realizar el quehacer diario con claridad de objetivos y el ojo avizor, sabedores que nuestro oficio o arte es una caminata permanente sobre la cuerda floja. Ya todos conocen la frase: el médico mata sus errores, el abogado los encierra y los periodistas los publican. Es la nuestra una de las más bellas profesiones del mundo, pero también de las más riesgosas e igualmente una de las que más ingratitudes humanas recibe. Ahora, tras haber sido blanco de tantas, comprendo bien por qué nos la definió de ese modo la primera profesora que nos impartió una conferencia universitaria, en 1988.

Muchos hemos invertido aquí espacio considerable de nuestro tiempo. Décadas de trabajo en pos de una misión de relieve que, también, cumplimos con el placer inefable que siente cada periodista por publicar.

Hoy, en día tan señalado de evocaciones, en nuestra redacción, recordamos a compañeros que compartieron su amistad y creación, pero que ya no están físicamente. Imposible no evocar nombres como Mirtha Azalia Silverio (nuestra segunda directora), Raúl Castillo Rolo (con quien, cuando todavía me lo permitía en mi época de juventud, despaché incontables botellas en otros tantos sitios y al que siempre recuerdo con amor), Reinaldo Rodríguez Pérez, Luis Ciriano García, Guillermina Ventura Jiménez (la más quisquillosa y amorosa de las correctoras), Douglas Nelson o Darilys Reyes (con ella, alguien que se hacía querer y quien representaba el sueño hecho realidad de cualquier editor jefe al entregarme cada mes medio centenar de trabajos de excelente calidad, establecí entrañable relación).

En el plano personal quisiera agradecer a alguien que me brindó la oportunidad de trabajar en el periódico. Fue su tercer director, Francisco Valdés Petitón, hombre y amigo, quien accedió a mi deseo de formar parte de la plantilla, al terminar la Licenciatura en Periodismo en la Universidad de La Habana en 1993, y ser dirigido a otro escenario que no me apetecía y del cual él literalmente me salvó. Eso no se olvida. Te lo sigo agradeciendo, hermano; mis afectos eternos.

Y se lo agradezco, sobre todo, porque no me hubiera autorreconocido en otro contexto que no fuese el de la prensa plana, la cual venero y en cuya órbita siempre me he movido.

En este periódico permanezco desde que comencé a trabajar en 1993; no obstante recibir invitaciones para formar parte de las plantillas oficiales de Cine Cubano, Juventud Rebelde y Granma, medios impresos todos, con los cuales colaboré o colaboro, pero siempre desde esa calidad, sin abandonar mi medio raigal.

Aquí, en 27 años, en las versiones impresa y digital he publicado 11 mil 300 trabajos de innumerables temas, con libertad total de expresión. Jamás, nadie, me ha censurado un solo artículo; ni nadie me ha pedido revisarlo.

Del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba, del cual somos órgano, solo he recibido (como todos los compañeros aquí) confianza, comprensión, apoyo y respeto. Con sus principales dirigentes nos une una relación fraternal. Son seres humanos admirables, dignos de ejemplo, quienes dedican hasta sus escasas horas de descanso a la entrega constante a la causa que defendemos.

Que en este periódico somos también defensores de dicha causa, la más hermosa y dura frente al enemigo más poderoso de la historia y su red mercenaria, es algo que no olvidamos ni un segundo; como tampoco que en el Turquino de nuestra primera plana portamos un 5 representativo del preludio, en 1957, de la alborada de 1959.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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