Otra inyección de cianuro para volver a morir

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Un original y audaz proyecto dramatúrgico presentó en Cienfuegos la agrupación Teatro de La Fortaleza, con su obra más reciente Todo lo sólido se desvanece en París, dirigida por el escritor y dramaturgo Atilio Caballero

Cuando el sol incendió el horizonte en la bahía de Cienfuegos, Laura Marx y Paul Lafargue ya estaban muertos. Como aquella tarde de noviembre de 1911, en su casa de Draveil, muy cerca de París, el cianuro volvió a desplomarlos. La anarquista vestida de rojo, con el rostro de otro suicida estampado en su pulóver —el del escritor estadounidense Ernest Hemingway― fue, en el mismo inicio, una aparición premonitoria del final.

Esta vez los hechos acontecieron en la casona de Ana María Salas, sita en el reparto de Punta Gorda, de la ciudad de Cienfuegos, la más afrancesada de las urbes en Cuba. Allí, Teatro de La Fortaleza, bajo la dirección del escritor y dramaturgo Atilio Caballero, convidó a los espectadores a revivir el último día de los Marx-Lafargue a través de una inusual puesta en escena.

Absolutamente divorciado con la cultura y exigencias técnicas inherentes a las salas de teatro, Todo lo sólido se desvanece en París transcurre en las áreas exteriores e interiores de la mansión, convirtiéndose en una suerte de visita guiada que llena cada espacio de momentos claves en el hilo dramático de la historia. Munch, el supuesto jardinero ―a quien Paul, difunto, le dejaría escrita una nota con instrucciones— encauza al público a los actos que ocurren en la morada para acercarlos a la intimidad de sucesos pretéritos.

Este proyecto dramatúrgico posee un claro aliento posmodernista. /Foto: Efraín Cedeño

La trama reescribe así una página tan conocida como solapada de la contemporaneidad, concerniente al matrimonio entre la hija de Karl Marx, Jenny Laura Marx, y Paul Lafargue (oriundo de Santiago de Cuba), ambos militantes del Partido Obrero francés y del movimiento insurreccional de la Comuna de París, razones por las cuales sufrieron acoso y persecución. Aunque se centra en la jornada del ocaso, cuando, ya ancianos, deciden poner fin a sus vidas, las escenas revelan los tormentos que vivió la pareja, incluso con saltos temporales a los comienzos del noviazgo: desde las dificultades económicas, la pérdida de los tres hijos, la represión política y las desavenencias entre Lafargue y el suegro Marx, pese a convertirse el cubano en uno de los mayores difusores de las ideas del teórico alemán en Europa. Su libro El derecho a la pereza (1880) es, hasta hoy, uno de los más célebres de la literatura socialista en el mundo, solo superado por el Manifiesto del Partido Comunista.

Un guion bien estructurado en su línea narrativa consigue adentrarse en tales episodios sin violentas rupturas en la cadencia de la obra. Esto y la lograda organicidad del montaje, de por sí original y audaz, pueden considerarse los puntos más altos. Conducir al espectador a donde se quiere (otro personaje, pues si no hiciera el recorrido propuesto carecería de sentido la pieza), lidiar con los factores externos de un “escenario” al que por obligación debieron adaptarse (el ruido ambiente de la Calle 37, una de las arterias más transitadas de Cienfuegos, se fusionaba con la banda sonora) y renunciar a elementos de gran fuerza dramática como la luz, permiten dilucidar el nivel de complejidad y riesgos implícitos. Sin embargo, el resultado alcanza a ser lo suficientemente digno como para reverenciarlo.

La singular puesta en escena se desarrolla en áreas exteriores e interiores de la pintoresca casona de Ana María Salas./Foto: Efraín Cedeño

El elenco de siete actores cumple con nota elevada las demandas de esta singular puesta en escena. La naturalidad interpretativa de Antonio Ojeda en el papel del jardinero de los Marx-Lafargue, la mesura de Diana Padrón y Freddy Tejera en los roles de Laura y Paul, junto al poderío y exageración histriónicos de Arianna Cepero en el personaje de la anarquista —con méritos similares para el resto de sus colegas (José Limonta, Daniela Barrio y Gabriela Perera)―, realzan el valor de la más reciente creación artística de Teatro de La Fortaleza. Cabe subrayar el proceso de investigación en el cual se sumieron, que los llevó a la lectura de textos clásicos como El Capital, de Karl Marx.

Visibles guiños a la cultura de cualquier región o época impregnan un aliento posmodernista a Todo lo sólido se desvanece en París. El título alude a una frase del Manifiesto del Partido Comunista (“Todo lo sólido se desvanece en el aire”), la cual es utilizada luego por el filósofo y escritor estadounidense Marshall Berman en la publicación de un libro donde examina el fenómeno de la modernidad. No obstante, los códigos más fuertes se asocian con el vestuario —la referencia a íconos al estilo de Hemingway y los Rolling Stone―, la música y la introducción (aunque solo en matices) de temas muy actuales como el feminismo frente a la dictadura del patriarcado.

La singular puesta en escena se desarrolla en áreas exteriores e interiores de la pintoresca casona de Ana María Salas./Foto: Efraín Cedeño

Otro de sus aspectos ponderables reside en los interesantes cuestionamientos que propone, sobre todo los dirigidos a hurgar en recónditos parajes de la condición humana. Destaca el abordaje del suicidio, un asunto tabú aún en pleno siglo XXI y en la misma proporción que les tocó padecer a los Marx-Lafargue, borrados casi de la historia sin importar cuánto aportaron e hicieron por el comunismo. El propio Lenin, poco tiempo después, llegó a reprocharles que un socialista no tiene derecho a suicidarse. La obra traduce tal desvelo en una pregunta demoledora para los cimientos de la identidad nacional: ¿Por qué en Cuba nada se llama Paul Lafargue?…

Laura y Paul van al dormitorio. La tarde muere. La caminata por el Sena y otros lugares parisinos fueron de nuevo los caprichos de la despedida. El cianuro y la jeringa los aguarda. Se apagan en un instante. Dos cuerpos desvanecidos en la incertidumbre y distorsiones de las ideas que enarbolaron. Olvidados por sus partidarios. En las afueras de la casona, el sol también los extingue.

Elenco actoral y artístico de Todo lo sólido se desvanece en París, el más reciente espectáculo de Teatro de La Fortaleza./Foto: Efraín Cedeño

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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