Mario Badía y el nivel elemental de la enseñanza de la flauta en Cuba

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Al cumplirse 60 años de la creación del sistema especializado de la enseñanza artística en el país, es imprescindible recordar a muchos maestros que ya no nos acompañan físicamente, pero su obra sigue vigente en nuestras aulas. Uno de ellos fueMario Celestino Badía del Castillo (Gibara, Holguín 1926 – La Habana, 2012), un ser humano excepcional, maravilloso pedagogo, lutier, compositor; responsable de adecuar el plan de estudios de la flauta dentro del nivel elemental de la enseñanza especializada de la música y de componer el primer libro con que comenzamos a estudiar: Los diez primeros sonidos para la flauta, junto a otro grupo de obras destinadas a los momentos iniciales del estudio de esta especialidad. Varias generaciones de intérpretes cubanos hemos tenido la suerte de contar en nuestra formación, con el legado de Mario Badía.Por sus aportes, lo considero una figura a quien debemos recordar con gratitud.

Siendo estudiante de la Universidad de las Artes (ISA), tuve el privilegio de conocerlo personalmente a él y a su esposa Moraima. En 2010, le pedí su autorización para hacerle una entrevista que incluí en uno de mis libros: La enseñanza de la flauta: propuesta formativa para intérpretes pedagogos a partir de las experiencias de la Educación por el Arte (inédito). Ese día estuvimos por más de una hora hablando sobre su trayectoria de vida y anécdotas. Mario Badía le daba mucha importancia a que el alumno se sintiera estimulado durante el proceso de enseñanza aprendizaje. Me hablaba de que debían conocer la obra de otros flautistas, de acercarles al aula la mayor información sonora e histórica posible, para ampliar el conocimiento técnico y cultural de los futuros intérpretes. Me decía: “Hay que llevarlos a museos y enseñarles todos los progresos del arte universal. No solamente es importante la música, sino la pintura, la escultura, todo. Si no hay una cultura general, no es un buen músico tampoco. Además, ¿cómo va a entender los estilos si no sabe lo que es el resto de las Bellas Artes?”.

Mario Badía y la autora (Guanabacoa, 2010).

Recuerdo su mirada al relatarme cómo los estudiantes se quedaban callados escuchando cada palabra y grabación que les llevaba. Yo también lo estaba mientras él me hablaba.

Badía ponderaba la práctica grupal y el trabajo de la música de cámara. Formó estudiantes que después se convirtieron en pilares dentro de la enseñanza del instrumento en nuestro país y otras latitudes. A continuación, comparto con los lectores un fragmento de aquella conversación.

Maestro, me gustaría preguntarle: ¿cómo empezó a estudiar la música?, ¿por qué la flauta?, ¿quiénes fueron sus maestros?
“Empecé desde pequeño. Había un piano en casa de mis tías que estudiaron música, aunque ninguna llegó a ser profesional. Un día se quedó abierto mientras estaban limpiando y me puse a tocar. Ponía un dedo y el otro, hacía el acorde cuando venía bien con la melodía. Todo el mundo en la familia me apoyó y continué con el piano. Tenía un vecino, ya jubilado, que había tocado el violín en una orquesta y pidió autorización para darme clases.

“Mi padre trabajaba para una compañía de ferrocarril americana. Era jefe de estación en Velasco, Chaparra, Holguín y Gibara. Entonces, cuando cayó Machado, la compañía cerró y los jefes de estación quedaron sin trabajo. Por eso vino para La Habana y me quedé yo un año más en Gibara. En ese tiempo el señor Francisco Pérez me dio clases de solfeo cantado.

“Cuando nos reunimos con mi padre aquí (en Guanabacoa) no pude continuar con el piano; entré enla Escuela de la Banda Municipal, que no impartía ese instrumento. Como yo era tan chiquito,empecé con el flautín. Después llegó la flauta; tuve de maestros aErnesto García Moya (Emigdio) Mayo y la inmensa suerte de daralgunas clases con Ondina, que había sido maestro de Moya, todos excelentes flautistas.

“A la muerte de mi padre, tenía que buscar trabajo y llegué a la Banda de la Policía mediante una prueba de oposición. Había quedado vacante la plaza de segunda flauta, que ocupaba Mayo antes de irse para la Banda Municipal con (Gonzalo) Roig. Un tiempo después me vinieron a buscar para la Orquesta del Ballet, yestando allí, comencé en la Orquesta de la CMQ de variedades, dirigida por(Enrique González) Mántici. Entré también en la Banda de Conciertos.

“Luego me fui para la Orquesta Sinfónica, que comenzaba a formar (José) Ardévol. Ya había trabajado con él y me había ido muy bien. En las pruebas de oposiciones me pidieron que tocara los papeles con el flautín. ¿Y tú sabes cuál era el termómetro que medía aquello? Había un fragmento como de cincuenta compases cargado de semicorcheas y de notas accidentales, todo a primera vista y Allegro, muy difícil de leer. Uno o dos meses después se fundó la Orquesta Sinfónica Nacional. En ese momento quedamos (Roberto) Ondina, René (García Mendoza) y yo. Ahí está el diploma de fundador y la medalla.Yo era la tercera flauta, pero algunas veces hacía la segunda al lado de Ondina y me dio muchos consejos”.

¿Y cómo llega a ser maestro de flauta?

“Siempre me incliné por la enseñanza, porque ayudaba a mis maestros. Desde mis comienzos, en casa de (Gerardo Delgado) Guanche, daba solfeo a los alumnos. Llegó a confiarme la batuta; dirigí en varias ocasiones la Banda de aquí, de Guanabacoa,siendo un muchacho.

“Después impartí clases en Educación Integral. Ahí tuve como alumno a Noel Nicola (uno de los fundadores del Movimiento de la Nueva Trova, años después), hijo de Isaac Nicola, precisamente de flautín, porque no le alcanzaban los dedos. ¡Ah! te diré una cosa, que Educación Integral era para niños superdotados. Les hacían un test y si no daba el coeficiente de inteligencia, aunque fuera normal, si no era superdotado no entraba.

“De las escuelas de música que se fundaron después del ’59,la primera fue la de Guanabacoa, que comenzó en julio. Tuvo el respaldo del Ministerio, se llamó Guillermo Tomás. Ayudé a formarlaen un aula de la Escuela Ocho. Norberto Rodríguez, violinista, fue el primer director. Él se fue para Santiago de Cuba con un grupo y se quedó entonces Lourdes Jaramillo Águila al frente.Yo impartía solfeo.

“En aquel momento trabajaba aún en CMQ y en la Sinfónica, iba cuando podía para ayudar. Hasta que Moya tuvo un accidente y estuvo sin conocimiento más de un año. Durante los primeros meses Ondina me dijo: ‘Badía, haces falta allí’. Además, es Guanabacoa, tu pueblo. Acepté y comencé a dar clases de flauta a los alumnos de Moya. Poco tiempo antes de su muerte, me habían nombrado oficialmente y seguí siendo maestro, incluso después de mi jubilación.

“En el primer diciembre, por las fiestas de año nuevo, hice un conjunto con quienes son hoy grandes profesionales. Eran Orestes Arteaga, Ramón Fraga, Olivia Durán y Félix Durán. Fue un éxito tremendo, y a partir de ahí, comencé a trabajar el conjunto de flautas. Usé, principalmente, el formato del cuarteto y en la manera en que yo lo trabajaba todos participaban haciendo diferentes voces. (…) Recuerdo en especial uno de los grupos. ¡Qué manera de crear aquellos muchachos! No solamente improvisaban, sino que ¡bailaban y todo! Eran ya, además de las cuatro flautas, piano, contrabajo y percusión cubana, que Mayra Méndez me orientó incorporarle. Yo creo que inicié el movimiento de conjunto en las escuelas, según me han dicho. Hoy están por el mundo, en España, México, Sudamérica, Centroamérica. Muchos son compositores también”.

¿Cómo llega a hacer Usted los programas de flauta del nivel elemental?

“Pues cuando llego allí me encuentro que todo estaba en cero y que en Cuba no había programas de flauta. El que existía era uno que tenía el viejo Manuel Duchesne, que me lo mandó en una sola hoja, primer año, segundo año, todo. Y me dije: ¡¿Qué cosa es esto?! y cómo ya sabía lo que era un plan de estudio, pues había visto los de la Universidad de Columbia, me di a la tarea de hacerlos. El primer plan de estudios, el primer programa, lo hice antes de que la DEA (Dirección de Escuelas de Arte) lo orientara. Y después, en esta mesa, en esta casa, se celebraron las reuniones de la DEA para hacer los planes de todas las líneas de los instrumentos de viento. Esos otros planes de estudio son adaptados por el mío, por el programa de flauta. Las personas de la dirección de música estuvieron con nosotros aquí. Fueron como seis u ocho reuniones hasta tarde en la nochey después por la madrugada en la máquina de escribir haciendo los programas. ¡Uh! Aquello fue duro, trabajamos cantidad!, pero ya estaba casado con Moraima y ella nos preparaba siempre alguna merienda y todos encantados.Los que estuvimos aquí reunidos fuimos después los asesores nacionales, (Marcos) Urbay, (Rafael) Orozco, entre otros.

“Me acuerdo que una vez hablando con (Isaac) Nicola, el compositor y profesor de guitarra, me dijo: ‘Badía, tú eres igual que yo, que tienes hijos y nietos’. O sea, los que fueron alumnos ya son profesores y esos profesores prepararon a otros alumnos que hoy son profesores también. Así que ya tengo que tener hasta bisnietos”.

Aquella tarde continuó fluyendo con anécdotas y muchos recuerdos. Fue toda una clase magistral para comprender el proceso de aprendizaje de un estudiante de nivel elemental que, por lo específicamente técnico, no incluí en este momento. Un solo trabajo es poco aún para corresponder a músicos y pedagogos como Mario Badía del Castillo. Le agradezco el haber estado siempre dispuesto a brindarme sus conocimientos en tantas ocasiones que acudí a su casa, llena de dudas en cuanto a mi labor como docente. Por eso, a una década de su partida física, comparto parte de aquella entrevista que guardo entre mis momentos especiales. Es una manera de saldar una deuda con aquellos que han protagonizado nuestra historia musical y pedagógica.

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Sandra M. Busto Marín

Licenciada en Música con perfil de flauta. Diplomada en Pedagogía y Psicología del Arte, Pedagogía Musical y Educación por el Arte. Máster en Arte. Todo en el Instituto Superior de Arte de La Habana.

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