Madre mía
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Llamarte por tu nombre, flor y amiga.
Tus manos hacen mundo cada día.
Mujer deshabitada, rebeldía
para hacer que el amor arribe y siga.
Lágrima del frutal y de la espiga
que solemne se llena de alegría.
Isla dinámica en la geografía
de donde el corazón la paz obliga.
Tu nombre es una inmensa desnudez
de luz y vida. Sin ti la lucidez
no podría encontrar lo más sublime.
Donde yo te menciono hay valentía,
y al hacerlo tú evitas se lastime
mi paz y mi entereza, madre mía.
Por: Antonio Guerrero Rodríguez
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