Luces sobre Sagua
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Allá en Sagua La Grande, Villa Clara, el huracán Irma lo apagó todo. Aun en los días soleados que ahora hierven sus calles, la oscuridad se prolonga en los cientos de árboles arrancados de raíz y todavía amontonados sobre el suelo, en las casas devastadas cual si fueran de papel y en el halo de tristeza que envuelve a su gente, aunque ellos digan que “sí, teniendo vida uno echa pa’lante”.
Quizás la única luz encendida, en medio de tanta desolación, la llevan —literalmente— los más de 120 trabajadores de la Empresa Eléctrica Cienfuegos, quienes desde el pasado 14 de septiembre laboran en el restablecimiento de la energía en ese municipio, localizado a unos 140 kilómetros de la Perla del Sur. Allí la “cosa” no ha sido fácil, porque a su llegada el número de partida era cero. Ninguno de los 21 mil clientes del territorio contaba con fluido, más de 50 mil viviendas apagadas, sin tener algunos moradores cómo cocinar los alimentos o aliviarse del calor.
El panorama actual es menos hostil. Hasta este miércoles —luego de una semana de trabajo— los linieros lograron reponer más del 85 por ciento del servicio eléctrico, lo cual benefició a 17 mil consumidores de Sagua La Grande, incluidos casas y centros estatales.
Según Jesús Rey Pérez Crespo, director de la Empresa Eléctrica Cienfuegos, “queda pendiente la comunidad de Isabela de Sagua, debido a las serias afectaciones allí ocurridas. Las labores deben concluir el domingo 24 en toda Villa Clara. Nuestro retorno o estancia se define en el camino, porque todavía existen lugares con una situación bastante compleja y los apoyaremos si es necesario”.
SE ILUMINA DESDE LA ALTURA
Apenas amanece en Sagua, el sol sorprende a los hombres trepados en los postes y la noche los despide tarde, conminándolos a abandonar la altura. Tal es su rutina desde que arribaran al municipio villaclareño con el encargo de restablecer la electricidad y de paso irradiar en sus habitantes alguna esperanza, cuando las luces de las calles y casas enciendan, tras días y días de apagón.
“Llegamos y casi de inmediato iniciamos el trabajo, con la detección de los principales problemas en los circuitos, comentó Héctor de León Medina, técnico en redes y sistema. Los asentamientos más afectados fueron Isabela de Sagua, Uvero y Caguaguas, donde no quedaron en existencia líneas eléctricas de ningún tipo; todo al piso: transformadores, cables y otra serie de elementos”.
“Aquí en Isabela fue complejo. Había varios postes sobre el suelo, en zona cenagosa, lo cual dificultó el acceso. Hoy —miércoles 20—, de los 30 bancos de transformadores con que cuenta la comunidad, doce están en servicio. Los pobladores se muestran contentos; al menos tienen electricidad. Al llegar, encontramos esto devastado y fue muy emocionante la reacción de las personas. Gritaban: ‘¡Cienfuegos, ayúdanos!’, ‘¡Cienfuegos, ayúdanos!’”, argumentó Lázaro Acea Ribalta, especialista principal en operaciones.
La actitud colaborativa de los sagüeros favoreció también la ejecución de las labores de restablecimiento. Aun en la desgracia, propiciaron un ambiente de empatía con los linieros y hasta lo poco que tenían, el café, el agua, insistían en compartirlo con ellos, los hombres que le devolverían la luz a sus ruinosas viviendas.
“Les pregunté de dónde eran, porque quiero felicitarlos por su capacidad para arreglar las cosas rápido. Yo, que vi los postes tirados en el fango, puedo decirlo: ¡son maravillosos! Ahora vino esa aura tiñosa sobre el tendido y sucedió un corte, porque aquí, hijo, el Diablo no duerme ni descansa”, afirmó Julia Morales Rodríguez, anciana de 67 años, residente en Isabela.
“Se merecen cualquier tipo de estímulo, agregó Lázaro Valdés Morales, pescador. Han trabajado de sol a sol, ¡duro!, lo he visto. Incluso, las acometidas de los vecinos estaban seriamente dañadas y las repusieron nuevas. El servicio que ofrecen es completo”.
LOS DÍAS OSCUROS
Aunque acostumbrados a trabajar en zonas de desastres, cada escenario tiene sus tintes humanos, imágenes menos o más tristes, historias a las que los obreros de la Empresa Eléctrica Cienfuegos se enfrentan en cada temporada ciclónica que sacude al país y lo devora. Algunos —tal vez por reiterada— asumen la experiencia con naturalidad, mientras otros aún no guardan su espanto.
Daniel Montalvo Novoa, liniero, recordó su estancia en Baracoa, Guantánamo, en octubre de 2016. “Allí el ‘Matthew’ batió fuerte y todavía a uno le queda eso. No hace un año de un ciclón a otro. Ahora es Sagua La Grande; laboramos en las líneas primarias, que fueron las más golpeadas por los árboles”.
A Marco Antonio Manzano Veloz, sin embargo, no le sorprende. “La situación de Isabela de Sagua es muy parecida a la de Baracoa, donde la destrucción también fue total, opinó. Ya no me asusta, solo siento tristeza, porque pienso en las personas: llevan muchos días sin dormir, con mosquitos, calor… Nosotros trabajamos para que al menos puedan tomar agua fría, que no tienen”.
Así, de a poquito, los días oscuros se desvanecen y un destello de luz asoma en Sagua, con las bombillas de sus casas encendidas.
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