La insólita aventura del MCE conquistando el “San Juan”

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“Para qué hacerlo fácil si puedes hacerlo difícil”. Así reza la frase icónica de uno de los grupos que integran el Movimiento Cubano de Excursionismo (MCE), que durante el pasado mes de febrero, llegó hasta Cienfuegos para alcanzar los mil 140 metros de altura que posee el Pico San Juan, en una atrevida, variada y extensa guerrilla constituida por 63 mochileros, tres niños y una perrita pequinés.

Fundado desde 2013 en La Habana, el Movimiento aspira engarzar a todos los grupos de excursionistas existentes en la Isla, brindando de ese modo un espacio para participar en acampadas, obtener información y brindar experiencias sobre el montañismo, tanto a sus miembros como a los interesados, aunque no pertenezcan a ningún grupo.

Con dicho interés común —luego de dos años con planes y viajes frustrados por la Covid-19—, fue lanzada la convocatoria en las redes para la subida al “San Juan”, conocido acá también como La Cuca. El resultado fue como “poner un dulce en la puerta de un colegio”: sedujo a todos los andarines por igual de manera absoluta.

Cargado de ímpetu llegó desde la capital a la terminal de ómnibus de Cumanayagua, el batallón de aventureros integrado por miembros los grupos excursionistas de Mal Nombre, La Espina, Excurjae, Escambray, La Viña, Camping Cuba, estudiantes de la Universidad de La Habana y de otros centros, más cinco villaclareños y dos cienfuegueros que se sumaron allí a la travesía.

Pero, ¿cómo acomodar a más de 60 personas, el centenar de equipajes, un perro y un caldero para caldosas en una guarandinga de montaña?

Muy apretados pero relajados, arribó 30 minutos después la pandilla sobre ruedas a un sitio llamado Las Playas, entre el poblado de Crucecitas y el Nicho. En ese punto comenzaría la insólita búsqueda de La Cuca, de norte a sur —obviando por completo la ruta oficial que nace en la vía de La Sierrita-Cuatro Vientos—, a través de un laberíntico relieve de elevaciones y vegetación.

Alcanzar el radar meteorológico era la meta, pero durante la mitad de la marcha había que —literalmente— hacer el camino al andar, pues era conocido que en más de dos años por allí no pasaban ni las vacas.

FERVOR CAMPESTRE

La primera estancia se hizo en la casa del campesino Chávez, quien ignoraba la llegada del escuadrón. Pero de súbito, la algarabía la puso su camada de perros, que ante aquella muchedumbre, quizás no supieron a cuál canilla morder primero.

Como suele ocurrir, el derroche de hospitalidad entre la gente rural se hizo notar enseguida, mientras en derredor caía la noche y se pintaban de oscuro añil los rincones de la naturaleza.

Fue en el portal de la familia Chávez donde se dispensaron las tareas para el día siguiente: se reunió toda la comida y el resto de los insumos que conformaban los módulos llevados por cada miembro. En un dos por tres fue desplegada la logística: se esparcieron como hongos las casas de campaña, unos picaban las sazones, otros preparaban el fuego y el caldero; los niños se mecían en la hamaca del pórtico, mientras otros bajaban la lomita hasta el arroyo para aprovechar el baño natural. Aquellos cuerpos no verían más agua hasta finalizar el viaje. ¿Cuándo? La cruzada tenía pinta de locura, y por tanto, algunas cosas no estaban muy claras.

El grupo más numeroso, Mal Nombre, había hecho la conquista del “San Juan” en enero de 2015, con la guía de Miguel Alfonso Sandelis, quien tiene una larga trayectoria en materia de excursiones desde finales de la década de los años 80. Él fue —nuevamente— el de la voz cantante; dio machete y aupó con optimismo a la tropa a seguir adelante, a pesar de su aparente (des)ubicación en algunos tramos.

PASO LENTO, PERO APLASTANTE

Al día siguiente, desapareció completamente la vereda, pero comenzaron las vistas asombrosas del paisaje, mezclándose cielo, montaña y vegetación en perfecta sincronía. Al mirar atrás, desde una de las laderas, se aprecia uno de los brazos del embalse Hanabanilla como si fuera un cuadro de Guillermo Collazo; plácido, imperturbable. Y hacia su derecha, la masa compacta del relieve irregular montañés, del cual sobresale una lejana pero nítida protuberancia: la esfera del radar como un chupachupa blanco puesto allí para (des) orientar a chiquillos hambrientos.

Bajaban y subían, trepaban y gateaban. Ponían flechas. Descansaban; se efectuaba “el tiroteo” (momento de comer); caía el sudor, muchos tropezaban, otros hallaron sorpresivamente frambuesas silvestres. Los macheteros lanzaban sus voces al aire con “por aquí”, “cojan a la derecha”, “y la retaguardia dónde está”, “a quién le toca llevar el caldero”…

El paso era lento, pero necesario: el camino se estaba creando. En varios momentos se escuchó hablar de las “ruinas”, porque según se supo luego, la sierra de Cimarrones por la que transitaban, albergó en otros tiempos cafetales y sembrados; fincas y plantíos escoltados por caminos de piedra que aún hoy pueden apreciarse. Todo aquel terreno —de acuerdo con el abuelo nonagenario de uno de los integrantes del Movimiento—, pertenecía al comerciante y banquero vizcaíno Nicolás Castaño y Capetillo, quien permaneció en Cienfuegos desde 1851; “vaca dorada” que tuvo esta urbe, a quien se le adjudicó en su época una copiosa fortuna, quizás la mayor poseída por un solo hombre en Cuba a finales del siglo XIX.

Mientras avanzaban, más parecían perderse en la maleza cimarrona. Giros bruscos dieron cuenta de ello, especialmente en “el sendero del caisimón”, donde existía bastante humedad y la visibilidad hacia cualquier parte era escasa.

Tanta diversidad de relieve y plantas les daba la idea de estar metidos en uno de los capítulos de La vorágine, novela latinoamericana muy famosa donde el poder brutal de naturaleza sale vencedor. Pero también la Madre Natura se divirtió con ellos mediante “espíritus burlones” puestos en curujeyes saltarines, palos podridos y peñones movedizos. De tal modo, iban escoltándolos igualmente Horacio Quiroga, Carpentier y García Márquez.

LOST & FOUND

Perdidos entre aquellas rocallas de más de 20 metros de altura cayó la noche. Algunos (mal) armaron las casas sobre un terreno muy poco propicio para ello, y otros las usaron solo como techumbre. Sonó el filo de los machetes en las raíces y tallos, y sonó de igual forma “el tiroteo” que —siempre bajo la tutela de Sandelis—, se efectuó con más entusiasmo pero con menos insumos que el día anterior.

El despertar dominical no tuvo gallos, sino la voz de “Tania la guerrillera”, con su simpatiquísimo “alevántensen, adespiértensen”, que fue como un brío oportuno ante la desesperada búsqueda.

Durante el acordeón humano dominguero se escuchó hablar del famoso “tanque”. Se trataba de un tractor de esteras AT-T (Artilleriyskiy Tyagach Tyazholiy) de fabricación soviética para remolcar piezas de artillería de gran calibre. Aquel aparato, que en otros tiempos tuvo que haber pesado cerca de 20 toneladas, se usó como artefacto en las actividades puramente ingenieriles en la cima del pico, porque según parece, poseía una grúa y podía llevar 16 personas en su parte trasera.

Comoquiera, ver aquel armatoste desvencijado en el sendero fue como una aparición de la Virgen en pleno mar. Era la prueba absoluta de que estaban al pie de la montaña deseada.

Como Hércules, cuando debió enfrentarse al cancerbero del inframundo, el último desafío que les impuso el “San Juan” fue peliagudo: un ascenso en extremo desnivelado, pero más que todo, repleto de rocas sueltas que pusieron en peligro a los mochileros que venían a la zaga. Pero con pericia, cautela y consejo, se remontó la cumbre paulatinamente y triunfaron en definitiva el optimismo y el entusiasmo.

El Movimiento había planificado llegar a La Cuca el domingo en la mañana. En cambio, lo consiguió casi al roce de las cuatro de la tarde. Muy poco tiempo para degustar la cima en todo su esplendor. No obstante, valió la pena cada minuto que les regaló la cumbre, quedando avalada como una de las más bellas del archipiélago cubano.

El retorno no fue agridulce, todo lo contrario: hubo muchas alegrías compartidas y un auténtico derroche de belleza natural mientras descendían en la guarandinga por la Loma de la Ventana, desde la cual se abrió y cerró el telón vespertino de un fin de semana sin par.

 

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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

2 Comentarios en “La insólita aventura del MCE conquistando el “San Juan”

  • el 19 octubre, 2022 a las 7:17 pm
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    Je jeje, así es amigo, el San Juan desorienta, no han sido pocas las historias escuchadas sobre los más experimentados teniendo que retornar, me alegro mucho de que lo hayan coronado par de veces más, parece que ya se va domesticando a la bestia jjj

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    • el 1 diciembre, 2022 a las 12:46 pm
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      Sí, sin duda. Es probable que lo volvamos a domesticar muy pronto.
      Saludos y abrazos, Christian.

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