La cultura, nuestro alimento espiritual cotidiano

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La cultura es parte de la vida cotidiana de todos y debe estar siempre a disposición de cada ser humano. Es necesario un análisis profundo, desde la toma de conciencia en base a su salvaguarda y desarrollo. Es muy difícil estimar lo que no se conoce o no forma parte de lo aprehendido. De ahí la importancia de velar porque la cultura sea accesible para todos, pero teniendo en cuenta el nivel que estamos ofreciendo y el público al que está dirigido. En esto se imbrican tanto la educación como la cultura.

Existe una marcada diferencia entre una fiesta popular y un concierto, aunque las dos tienen su espacio y pueden convivir en perfecta armonía en la vida del ser humano, siempre que se respete el momento para cada cual. Una gran cantidad de obras de la música popular, han sido llevadas al plano concertante con éxito, porque su factura así lo permite. Me llama la atención cuando escucho como sinónimo de actividad cultural, una acción recreativa con un equipo amplificador de audio a todo volumen. Una cosa y la otra no son lo mismo y pueden ser totalmente antagónicas.

¿Cuánto valoramos realmente a nuestros artistas con años de preparación y experiencia? Debemos reflexionar al ver en el arte que la chabacanería, la grosería y las desafinaciones llenan más plazas que el talento. Al encontrarnos esa música estridente en lugares públicos, incluso en horas de la madrugada, también es necesario cuestionar el por qué ocurren estos desaciertos. Sin embargo, ¿quién responde porque esas expresiones pseudoculturales ocupen actualmente un espacio preponderante en instalaciones públicas y privadas? y ¿quién escoge lo que se escucha en instituciones escolares y recreativas, que van formando o deformando el gusto estético? En eso van otras pautas necesarias que meritan un posterior análisis.

Somos una región que debe velar y defender su identidad. Pertenecemos a una isla con una vasta cultura y tradiciones, en la que suceden hechos significativos a nivel cultural constantemente. Lo que en Cuba puede ser moda o tendencia, no lo es en otras latitudes. La evolución cultural del ser humano, es necesariamente una parte importante de nuestro crecimiento y desarrollo estético.

Imaginen qué decepción para el visitante que viene soñando encontrar la Isla de la música y literalmente choque con un equipo de audio con un volumen muy alto, desde la mañana hasta bien entrada la madrugada. Esto sucede en varios hoteles y lugares recreativos; donde el mal gusto se ha impuesto para hacer que sea imposible disfrutar de un ambiente libre de ruido y esté atiborrado de un tipo de música estridente, de pésima factura, que no todos quieren consumir. Música no es sinónimo de algo que se escucha para enajenarse o emborracharse. Ese mal concepto va en detrimento de nuestra cultura.

El buen arte debe estar siempre disponible. Los artistas no crean solo para otros artistas, ni la buena música es elitista. En los servidores públicos recae la responsabilidad de ser los protectores y mecenas del talento local y nacional, porque representan el engranaje que se creó para que pueda fluir la esencia de la creación, desde la concepción, a la representación en público. Es responsabilidad de todos nosotros velar para que ese fruto, esa savia, ese pedacito de luz y alimento espiritual, en su total diversidad y valorado desde la calidad, llegue a cada ciudadano, para su disfrute estético.

El ser humano, en su desarrollo, necesita tanto del alimento para su cuerpo, como para su espíritu. Educación y cultura van de la mano y ayudan a una convivencia mejor. Por eso cada día es un momento oportuno para reflexionar, salvaguardar el legado espiritual que tiene Cuba y velar, conscientemente, por la integridad de nuestra cultura, ayudándola en su ascenso, para que así la reciba la próxima generación.

 

 

 

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Sandra M. Busto Marín

Licenciada en Música con perfil de flauta. Diplomada en Pedagogía y Psicología del Arte, Pedagogía Musical y Educación por el Arte. Máster en Arte. Todo en el Instituto Superior de Arte de La Habana.

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