José Loreto Cepero: crónica de dos deserciones dentro del Ejército Libertador cubano

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Hace algunos años escuché a un viejo masón ranchuelero hablar del teniente coronel del Ejército Libertador cubano José Loreto Cepero y su historia en la emancipación de la mayor de Las Antillas del régimen colonial español. Debo admitir que el simple hecho de escuchar un nombre completamente nuevo para mí se convirtió en un desafío que me obligó a buscar pistas sobre esta figura, las cuales no fueron nada halagüeñas. Resultó que su trayectoria en la Guerra Necesaria (1895-1898) quedaba envuelta entre traiciones y deserciones que, lejos de aplacar mi curiosidad, generaron aún más dudas. A ello debo sumar, que una calle que llevaba su nombre en el municipio de Ranchuelo fue sustituido por el del coronel Antonio Núñez unos años después del triunfo de la Revolución Cubana.

José Loreto Cepero había nacido en el poblado de San Fernando de Camarones en el seno de una familia acomodada económicamente, el 10 de diciembre de 1860. Poco se sabe de los primeros años de su vida y de la educación recibida. Al estallar la Guerra Necesaria, el 24 de febrero de 1895, se sublevó en su localidad natal y realizó disímiles escaramuzas bélicas, hasta que se incorporó al contingente invasor después del Combate de Siguanea, el 14 de diciembre de 1895. Su carta de presentación ante Máximo Gómez lo constituyó el haberles prendido fuego a los cañaverales del ingenio de su padre. Dicha acción le valió para ser nombrado como teniente coronel, nombramiento que agradeció con la condición de que se le concediera un puesto en la extrema vanguardia en el contingente invasor. La petición fue aceptada por el Generalísimo.

En vísperas del Combate de Mal Tiempo, el 15 de diciembre de 1895, Máximo Gómez le informó al teniente coronel Cepero que apenas divisara a las tropas enemigas cargara al machete contra ellas para impedirles formar un cuadro y así facilitar las demás cargas de la caballería mambisa. Según relata un artículo de la Revista Bohemia, titulado Los que traicionaron al Ejército Libertador (febrero de 1950) de Jorge Quintana, se argumenta que José Loreto Cepero pudo avanzar con sus fuerzas, pero al advertir la presencia de los soldados del Batallón de Canarias al mando del teniente coronel Rich, entabló un combate que permitió al enemigo formar un cuadro sólido de defensa, contrario a lo ordenado por Máximo Gómez. Fundamenta el mismo artículo que durante la noche, el Generalísimo y otros oficiales requirieron a José Loreto Cepero por el incumplimiento de su orden y ante la posibilidad de ser pasado por las armas, decidió desertar y escapar rumbo a Cienfuegos.

Antes de explicar su primera deserción, resultaría válido relatar el proceder de esta figura en el Combate de Mal Tiempo. En la extrema vanguardia, al mando de Cepero, marchaba también el comandante Celestino Sarduy con 40 o 50 hombres y las tropas del Regimiento de Yaguaramas que sumaban un total de 200 hombres. Estas fuerzas pasaron cerca del ingenio Teresa en la mañana del 15 de diciembre de 1895 e incendiaron sus cañaverales sin que la guarnición de dicho ingenio les hiciera frente. Luego se movieron por el callejón del Palenque para continuar su paso. Cuando la partida —encabezada por Cepero— entraba en este lugar, se escuchó un disparo aislado que permitió al ejército colonialista conocer la posición de los mambises. El disparo lo había realizado Silvestre Meneses, residente en la localidad de Cruces, que en horas de la mañana se había lanzado a la manigua para incorporarse a las tropas del teniente coronel Cándido Cayito Álvarez. Este ciudadano, al entrar por uno de los extremos del mencionado callejón,divisó a la exploración de José Loreto Cepero con la cual rápidamente se identificó. En medio de todo esto, los rayadillos penetraron por el otro extremo del callejón y Silvestre Meneses, al ver al enemigo, disparó sin reparar en orden alguna. Sin embargo, este disparo puso sobre alerta a un regimiento español que venía detrás, lo que posibilitó al mismo formar un cuadro para hacerle frente a los independentistas. Con ello, la orden de Máximo Gómez a Cepero no pudo cumplirse.

Sobre el incumplimiento de José Loreto Cepero, el brigadier Bernabé Boza Sánchez, jefe de la escolta del Generalísimo y testigo presencial de esta acción militar, expresó en su diario: “(…)el jefe de esta [extrema vanguardia], tal vez porque no fuese obedecido, o tal vez por propio error no cumpliendo las órdenes recibidas, desplegó su fuerza haciendo fuego de frente y flanco sobre el enemigo, que por su indecisión, tuvo lugar para formar un cuadro contra la caballería (…)”.[1] A pesar de ello, las tropas dirigidas por Máximo Gómez, Antonio Maceo y Serafín Sánchez aplastaron a las fuerzas colonialistas. Lo que sucedió después fue el miedo que sintió Cepero de ser pasado por las armas por parte del General en Jefe del Ejército Libertador cubano, y aquí se produjo su primera deserción militar.

Tras abandonar las filas insurrectas, José Loreto Cepero se refugió en Cienfuegos donde, clandestinamente, abordó un barco rumbó al puerto de Batabanó en La Habana. Allí fue reconocido y apresado por unos voluntarios españoles, confinándolo en la fortaleza de El Morro. Según  enuncia el Diario de la Marina en su edición del 31 de marzo de 1896, la causa judicial de desafecto contra el gobierno español formulada en su contra fue remitida a Santa Clara debido, entre otras cosas, a la dilación de las investigaciones y a su condición de ciudadano norteamericano. Así, el 29 de julio del propio año, dicho diario exponía en sus páginas la finalización del proceso. En la actualidad, se desconocen todas las causas que posibilitaron Cepero guardara prisión por espacio de un año en la cárcel de la urbe santaclareña. En mayo de 1897, fue puesto en libertad y se trasladó rumbo a Key West y de ahí hacia Nueva York.

A su arribo a esta ciudad, Cepero se presentó en la Delegación del Partido Revolucionario Cubano para prestar sus servicios nuevamente a la patria. Allí se le designó para regresar a la Isla en una expedición armada encabezada por el mayor general Emilio Núñez. Según consta en el diario neoyorquino El Porvenir, el alistamiento de Cepero en la expedición fue consultado con Máximo Gómez que accedió a su retorno a los campos de lucha con la condición de que fuera bajo el grado de soldado. Tras su desembarco en Cuba, el propio Máximo Gómez lo destinó a las fuerzas del entonces coronel José de Jesús Monteagudo. La degradación militar y el nuevo destino dado por el Generalísimo, a modo de castigo, hirió susceptibilidad de José Loreto Cepero, quién optó por evadirse nuevamente de sus funciones militares y presentarse ante los españoles, en febrero de 1898. Máximo Gómez, al conocer de la noticia, expresó en su Diario de Campaña que dicho proceder no le había sorprendido.[2] Posteriormente con otros insurrectos presentados, como Juan Masó Parra y Rosendo García, trató de convencer a otros jefes independentistas de aceptar la autonomía y deponer las armas.

No quiso arrostrar Cepero el descalabro español, a cuyo carro se había uncido a última hora, y embarcó nuevamente para Nueva York, el 24 marzo de 1898, y de allí a Venezuela donde residió por varios años. Al instaurarse la República, en mayo de 1902, regresó al país y se estableció en el municipio de Ranchuelo, donde creó una agencia de detectives. Murió en esta propia localidad, el 9 de abril de 1907, a la edad de 47 años. Quizás esta pequeña crónica no cuente la historia de un héroe importante dentro de la emancipación de la Isla del colonialismo español, sino todo lo contrario; pero, tal vez, sirva de aliciente a aquellas personas que decidieron cambiar el nombre de aquella calle ranchuelera y que no fueron comprendidas por otras tantas que no repararon en el estudio de nuestra historia nacional para comprender los desaciertos e incorrectos procederes de José Loreto Cepero; un hombre que abandonó sus principios de lealtad a la independencia, primero, por miedo y, segundo, por su ambición personal.


[1]Boza Sánchez, Bernabé. Mi diario de la guerra. Tomo I. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, Cuba 1974. p. 59.

[2]Gómez Báez, Máximo. Diario de Campaña. Impreso en los Talleres del Centro Superior Tecnológico Ceiba del Agua. La Habana, Cuba 1940. p. 397.

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Dariel Alba Bermúdez

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC)

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