Jaime, el intrépido: un pionero de la aviación cubana en Cienfuegos (II)

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El 22 de febrero de 1914 la Perla del Sur se engalanaba para recibir al “hijo pródigo” que regresaba. El joven Jaime González Crocier, con apenas 22 años recién cumplidos, retornaba de París con título, licencia de piloto y aeroplano propios: un reluciente Morane Saulnier G que junto a su aviador tendría muy pronto su bautismo en cielo cienfueguero. No era asunto de poca monta: el imberbe Jaime había logrado un sueño aún imposible para la mayoría de los seres humanos y se convertía en el tercero en la Isla que surcaba los cielos[1].

El día de marras, lo esperaban en la estación de trenes la banda municipal, varias comisiones y una buena parte del pueblo cienfueguero que lo había apoyado moral y económicamente para que pudiera alcanzar su propósito. El recién llegado, rodeado de admiradores, realizó visitas al Ayuntamiento, al Centro de Veteranos y a la Juventud Progresista dónde fue obsequiado con bebidas y toda clase de golosinas. No olvidó pasar por casa de Lázaro Díaz, patrón de su padre y principal benefactor. En la tarde, luego de haber parado en la casa familiar, las visitas continuaron. Fue recibido por el Padre Simón Saransola, director del reputado observatorio meteorológico del Colegio Jesuita local y –por razones obvias- aliado imprescindible de sus futuros lances aéreos. Los agasajos se repitieron en el Liceo y culminó la velada en la residencia particular del Alcalde Municipal[2].

Jaime González junto a colaboradores y autoridades en el hipódromo cienfueguero.

Jaime no se hizo de rogar. Para el día siguiente, el joven piloto había anunciado en el antiguo hipódromo de la ciudad un mitin de aviación. La intención era estrenarse frente a su pueblo, probar la máquina y “ajustar clavijas” para emprender el ya anunciado vuelo Cienfuegos-Habana el día 24. El cienfueguero estaba ansioso por probar su valía frente a un desafío inédito, pero las cosas no le salieron como esperaba. En efecto, en la tarde del 23 de febrero de 1914, frente a una muchedumbre, se elevó en cielo propio para deleite de los suyos, pero al aterrizar producto de la oscuridad reinante –eran las 6:27 pm-, su máquina chocó contra un poste eléctrico sin daños para el piloto. El aeroplano, sin embargo, quedó fuera de servicio por el momento. La capital debería esperar y la prisa ya no era una opción.

Como la reparación del aeroplano se transformó en la prioridad, la fecha del gran vuelo quedó aplazada nada menos que para el 20 de mayo. Entretanto, habría tiempo suficiente para probar el avión, con vuelos locales. Ello permitió que otros poblados de la región disfrutaran de las evoluciones del aeroplano y su piloto.

En la tarde del 22 de marzo de 1914, Jaime volvió a despegar con su Morane Saulnier, esta vez en territorio lajero. Según el corresponsal, realizó un recorrido de 80 kilómetros en 28 minutos. Pasó por encima de los centrales Santísima Trinidad, San Agustín y Caracas. Al aterrizar, una entusiasta multitud lo vitoreó y fue levantado en hombros por varios minutos. Para cerrar la jornada, la comisión organizadora le entregó un cheque por $800 pesos y se realizó en su honor un espléndido baile en el Liceo local al que asistió la crema y nata de la población[3]. Algunos días después probó su avión en Trinidad. Estos vuelos sirvieron al joven para evaluar el estado de su aparato de cara al desafío que se acercaba.

¡Y llegó el gran día! Como estaba previsto y anunciado, al amanecer del 20 de mayo de 1914 avión y piloto se encontraban listos para la travesía. El primer ejemplar de un monoplano Morane Saulnier G apenas había salido al mercado en 1912, pero Jaime confiaba en su aparato.  Había resultado un modelo exitoso hasta entonces. La construcción clásica era de madera entelada y solo las patas del tren de aterrizaje eran de tubos de acero. Tenía 6,40 metros de longitud, 9,20 metros de envergadura y apenas 2,50 metros de alto. Su peso máximo al despegue era de 529 kg, tenía una potencia de 80 caballos de fuerza y podía alcanzar una velocidad de unos 130 km por hora[4]

A las 5 y 50 de la madrugada, el piloto Jaime González Crocier despegó desde el antiguo hipódromo cienfueguero con rumbo a la capital. Además de su avión, le acompañaban una brújula, un mapa y los buenos deseos de los familiares y amigos que dejó en tierra. Sobrevoló, sin aterrizar en ninguno, los poblados de Rodas, Abreus, Yaguaramas, Aguadas, Colón, Guareiras, Jovellanos, Quivicán y Matanzas. Ya sobre la Habana, cruzó cerca del Morro y el Malecón hasta aterrizar a las 7 y 50 de la mañana en el campamento militar de Columbia, destino final del itinerario. En apenas dos horas, había cubierto los 285 km que separaban a Cienfuegos de la capital de la República.

En tierra lo esperaban algunos oficiales y los Representantes a la Cámara villareños Soto, Rivero y Villalón. Estos últimos lo condujeron en automóvil a saludar al presidente Menocal quien presidía en esos momentos la revista militar rodeado del Secretario de Gobernación y del Jefe de las Fuerzas Armadas. Todos lo felicitaron calurosamente. La Cámara de Representantes de la Nación había acordado premiar con $1500 pesos al primer aviador cubano que hiciera un vuelo directo desde cualquier capital de provincia hasta la Habana, así que Jaime recibió el premio.

La noticia del vuelo Habana-Cienfuegos en la prensa habanera.

La prensa habanera, por su parte, no escatimaba elogios para calificar la hazaña del joven cienfueguero:

A la lista de los famosos aviadores, de los arriesgados “pionnier” del aire, podemos agregar un nuevo nombre, y éste no es otro que el de Jaime González, el simpático joven que ayer mañana se ha cubierto de gloria cruzando sin vacilaciones la distancia que media entre Cienfuegos y la Habana (…) Cual Rosillo, Cual Parlá, los notables aviadores ‘cubanos, González puede ser comprendido entre los que tienen en su activo una proeza, un record que los señala a la consideración del mundo deportivo[5].

 Pero junto a las loas para el aviador, también se fustigaba a las autoridades locales por la deficiente promoción y organización del evento:

Lástima que como era natural ese “raid” no se hubiese anunciado como debía a fin de que el pueblo entero de la capital recibiese como se merecía al aviador González digno de sus aplausos, de sus exclamaciones, de sus felicitaciones calurosas. No nos cansaremos de decirlo y lo repetiremos una vez más; los concursos aviatorios no pueden improvisarse, no es posible organizarlos en unas horas, en un día. Precisan el tiempo indispensable para llevarlos a cabo con éxito, el lapso de unos meses con objeto de que tengan los pilotos el tiempo de rigor para sus preparativos, para señalar las horas de salida, los itinerarios, indicar los aprovisionamientos y más aún, reunir al público, tan necesario y que da tanta animación a los espectáculos de aviación[6].

Al récord en distancia recorrida sin escalas, para un piloto cubano hasta entonces, se le sumaba asimismo la marca de altura, pues Jaime había volado durante el viaje a 2300 metros. Solo descendía para orientarse durante el trayecto e identificar las poblaciones por las que pasaba como parte de su itinerario. Otro elemento novedoso debe agregarse a esta lista: se trató del primer correo aéreo postal del que se tenga noticias en la Isla. El joven piloto llevó consigo hacia la capital varias misivas: dos dirigidas al presidente de la República y una tarjeta postal autografiada con su puño y letra, que entregó en propia mano al notario público Tomás Fernández de Cossío. La postal y su destinatario ofrecerían la evidencia legal para la posteridad del vuelo realizado y del transporte de correspondencia[7].

Un mes después, ya se anunciaba en la prensa cienfueguera y habanera que Jaime González se disponía a realizar un raid aún más espectacular: el vuelo Santiago-Habana, en el que de seguro el joven cienfueguero se mediría con sus homólogos Parlá y Rosillo. Entretanto, el ya reconocido aviador realizó presentaciones en varias poblaciones por toda la Isla que afianzaron su prestigio y simpatía entre el público nacional. En abril de 1915 se encontraba en su terruño natal, alistando su aeroplano para partir hacia Oriente.

Jaime llegó a Santiago de Cuba el 17 de mayo de 1915. Su intención era superar –y de qué manera- la hazaña que había realizado hacía exactamente un año. Saldría al amanecer del día 20 desde el capital oriental directo hacia la Habana. Planeaba llegar a tiempo para la parada militar que tradicionalmente se realizaba en el campamento de Columbia conmemorando la fecha. Pero el cienfueguero no se conformaba con ello, la capital de la República sería solo una escala en su camino hacia otro destino aún más lejano: San Francisco de California. En total recorrería unos 5200 kilómetros hasta la ciudad estadounidense y huelga decir que sería un récord de clase mundial para la época, en la que la aviación militar concitaba la atención internacional con el estallido de la Primera Guerra Mundial el año anterior.

Las condiciones del tiempo en el oriente de país impidieron que el vuelo se realizara el día 20 como Jaime había previsto. Debió esperar hasta el 23 de mayo para despegar: lo hizo alrededor de las 6 de la mañana, llevando –una vez más- valija y correspondencia especial para el presidente de la República. Una nueva contrariedad impidió la buena marcha del plan previsto: el avión y su piloto tuvieron que aterrizar en Camagüey por falta de gasolina. El 27, intentó Jaime reanudar el vuelo hacia la capital, pero desperfectos técnicos en el aeroplano lo obligaron a realizar un aterrizaje forzoso en la Finca San Manuel a 8 kilómetros de Ciego de Ávila. Aunque el joven resultó ileso, el Morane Saulnier sufrió averías de consideración que forzaron al aviador a tomar la decisión de aplazar el vuelo por tiempo indefinido[8].

Anverso y reverso de la postal autografiada por Jaime González que el piloto llevó en el vuelo Cienfuegos-Habana.

Pero Jaime persistió en su empeño. El 14 de julio de 1915 regresó a Santiago para intentar una vez más el malogrado vuelo. Allí permaneció hasta principios de agosto queriendo lograr su cometido, pero nuevamente las condiciones meteorológicas, junto a las limitaciones técnicas de su aeroplano, lo obligaron a esperar. Finalmente, el vuelo Santiago-Habana no pudo realizarse en esa ocasión. Si bien es falso que Jaime González haya completado ese intinerario, como replican varios textos contemporáneos, justo es decir que fue el único piloto –cubano o extranjero- que se atrevió a intentarlo una y otra vez. Durante el conflicto europeo, la tecnología aeronáutica se revolucionó y hacia 1919 ninguna ruta interior sería problema para los nuevos aviones, pero para el ligero Morane Saulnier G, se convirtió en una empresa infranqueable.

A finales de 1915, Jaime ingresa al recién creado Cuerpo de Aviación del Ejército Cubano. Aunque se refiere que fue nombrado capitán honorario, los reportes de prensa lo señalan con el grado de teniente. Empezaba para el joven de 23 años una nueva etapa, marcada por la sujeción a las órdenes del mando superior. Ello, sin embargo, no fue óbice para que Jaime continuara admirando a su público desde el aire. Pero quedaba por ver si sería enviado al frente de batalla. La guerra se encontraba en su apogeo y las órdenes debían ser cumplidas…

Emisión postal a propósito del aniversario 41 del vuelo Cienfuegos-Habana.

(Continuará)

* Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos Carlos Rafael Rodríguez. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología (SCHCT)


[1] En realidad, Jaime González fue el primer cubano rellollo en convertirse en piloto de aeroplanos. Agustín Parlá, era hijo de cubanos emigrados y había nacido en Cayo Hueso. Domingo Rosillo, por su parte había nacido en Orán, Argelia aunque era hijo de españoles.

[2] Rousseau, Pablo L. y Pablo Díaz de Villega. (1920). Memoria descriptiva, histórica y geográfica de Cienfuegos (1819-1919). Establecimiento Tipográfico El Siglo./ Navarro, Francisco G (2008) “A Cienfuegos le nace un Ícaro” en: Bitácora Fernandina, disponible en: http://bitacorafernandina.blogspot.com/2008/06/cienfuegos-le-nace-un-caro.html

[3] “Un triunfo del aviador González”. (1914, marzo 22). Diario de la Marina p.1

[4] Grey, C.G. (1919). Jane’s Publishing Company, ed. Jane’s Fighting Aircraft of World War I. London. pp. 116-117

[5] ” Volando de Cienfuegos a la Habana “. (1914, mayo 21). Diario de la Marina, p.1

[6] Idem, p.3

[7] Oriol, Rafael (1943) “La República de Cuba y sus relaciones aéreas con Inter-América” en: The Airpost Journal (número extraordinario de septiembre de 1943)

[8] Diario de la Marina (Ejemplares Mayo-Julio, 1915)

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Vero Edilio Rodríguez Orrego

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

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