Fidel y la democracia: la permanencia de una huella
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Quizás como nadie, el líder indiscutible de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, entendió y puso en práctica en el concepto de Democracia, tan vilipendiado por quienes la usan en sus propios intereses y no en función del pueblo.
Y es que justamente escuchar la opinión popular sobre los temas políticos y económicos más importantes siempre que las circunstancias lo hicieron posible devino rasgo distintivo de la democracia fidelista, basada en gobernar con y para el pueblo.
“Democracia es aquella en que las mayorías gobiernan; democracia es aquella en que la mayoría cuenta; democracia es aquella en que los intereses de la mayoría se defienden; democracia es aquella que garantiza al hombre, no ya el derecho a pensar libremente, sino el derecho a saber pensar, el derecho a saber escribir lo que se piensa, el derecho a saber leer lo que se piensa o piensen otros; el derecho al pan, el derecho al trabajo, el derecho a la cultura, y el derecho a contar dentro de la sociedad. ¡Democracia, por eso, es esta, esta democracia de la Revolución Cubana!”, expresó en fecha tan temprana como el primero de mayo de 1960.
Apenas un año y meses habían transcurrido del triunfo de la Revolución y la claridad meridiana del Comandante en Jefe no tiene lugar a dudas. No en vano, entre las primeras acciones del gobierno revolucionario naciente estuvo la campaña de Alfabetización que permitió que miles de personas analfabetas accedieran a las primeras letras, abrieron ante ellos el universo del conocimiento, porque ¿es posible siquiera hablar de democracia con pueblos ignorantes y marginados?
En Cuba, la democracia va mucho más allá de los procesos electorales, refrendados desde la Carta Magna de la República y detallados en la Ley electoral vigente.
Hemos sido los cubanos testigos y partícipes de procesos de marcado matiz democrático: parlamentos obreros, análisis de documentos rectores del Partido Comunista de Cuba, consultas populares sobre diversas legislaciones y eso lo aprendimos de Fidel quien no dudó nunca en escuchar el clamor popular y beber de su savia en pos de una Cuba mucho mejor.
Pero no hay dudas de que, la realización de los diversos procesos electorales que se consagran en la legislación, deviene escenario en que la democracia está presente y se sustenta en la participación resuelta de los electores que no son otros que el pueblo mismo, mayores de 16 años y con toda la capacidad legal para ejercer el derecho al sufragio.
Las primeras elecciones tras el triunfo de la Revolución tuvieron lugar en junio de 1974 en la provincia de Matanzas a manera de experimento. Fue aquella una jornada histórica que abrió las puertas a ese ejercicio de plena democracia que nos acompaña hasta la actualidad.
En ese proceder está la impronta de Fidel, quien con toda razón aseguró que fueron esas “elecciones sin componendas, sin fraudes, sin demagogia, sin politiquería. Nadie tuvo necesidad de aspirar, porque no fueron las aspiraciones personales las que determinaron la nominación de un candidato sino las aspiraciones colectivas. Sin campañas electorales, porque la campaña electoral aquí es la propia vida del hombre, nominado por el pueblo; su campaña electoral es su propia biografía, su conducta a lo largo de su vida, y su página de servicios a la patria”.
Y así ha sido en estos 51 años.
En la democracia que hoy enaltecemos en Cuba, y que otros pretender vapulear; está la impronta fidelista, imperecedera como sus ideas y su existencia.
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