El discreto encanto de las “listas” del imperio

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La intromisión de los gobiernos de los Estados Unidos en los países de Nuestra América es de larga data. Desde su independencia, y quizás antes, los gringos han considerado a la América al sur de su nación, como parte integral de su política interior. Con la soberbia que caracteriza a los imperios, no han respetado sus fronteras ni el concepto de Estado-nación y se han erigido en el “Torquemada de la Moderna Inquisición”, con sede en Washington. Sus cacareadas guerras contra las amenazas del comunismo, el terrorismo, el narcotráfico o en defensa de los derechos humanos, han dejado nefastas experiencias y han contado con la complicidad de los oligarcas y de los grandes intereses vinculados a la sociedad de mercado en nuestra región.

Entre las herramienta utilizada por el Inquisidor para tratar de mantener su hegemonía, están las listas plagadas de intereses políticos que confecciona el Departamento de Estado yanqui para condenar a los “herejes”. Así apareció, entre otras, la Lista de “Países patrocinadores del terrorismo internacional” en 1979, en la que injustamente han incluido a Cuba, sin proporcionar evidencias de sus acusaciones.

La última de las  inventadas es una Lista de Actores Corruptos y Anti democráticos o Lista Engel, que da nombre a la flamante Ley de Compromiso Mejorado del Triángulo Norte de los Estados Unidos, promulgada en el año 2020. Este legajo nada tiene que ver con el científico alemán que acompaña a Carlos Marx; sino que lleva el nombre del congresista norteamericano Elliot Engel, patrocinador de la ley que la puso en vigor. Desde su aprobación, se había aplicado solo en cuatro países de Centroamérica (Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua), y según ha trascendido ha estado plagada de errores y de omisiones, con un significativo carácter extraterritorial, violatoria de la soberanía y la libre determinación de los pueblos.

Recientemente (en el mes de julio) el país seleccionado para ser juzgado ha sido Paraguay y han incluido en una primera vuelta al ex presidente por el Partido Colorado y empresario paraguayo Horacio Cartes (y a sus hijos), por el supuesto delito de lavado de dinero, calificándolo de “significativamente corrupto”. El mismísimo secretario de Estado yanqui Anthony Blinken comunicó que: “Estas acciones (los delitos por los que se acusa desde Estados Unidos a Cartes) socavaron la estabilidad de las instituciones democráticas de Paraguay, al contribuir a la percepción pública de corrupción e impunidad dentro de la oficina del presidente paraguayo”.

Paradójicamente, la oligarquía paraguaya y los políticos de derecha hicieron mutis ante la actitud abiertamente injerencista de los Estados Unidos en los asuntos internos del país, lo que contrasta con los escándalos formados por estos politiqueros cuando varios países de la región se pronunciaron en contra del golpe parlamentario que depuso al Obispo de los Pobres, Fernando Lugo, en junio de 2012 de su cargo de Presidente. En aquella fecha,  escandalizados, acusaron a los países que se oponían al golpe de “intromisión en los asuntos internos del país”; sin embargo ahora borran la palabra “soberanía” y aplauden como focas.

Tampoco hablaron de intervencionismo los oligarcas la semana pasada, cuando el embajador yanqui Marc Otfiel anunciaba en rueda de prensa en el mismo Asunción, el nuevo veredicto de la Santa Inquisición (perdón quise decir la listica del gobierno de los Estados Unidos de América), al incluir a otros dos funcionarios: a Juan Duarte, asesor jurídico de la Entidad Binacional Yaceyretá (EBY) que opera la hidroeléctrica en la frontera de Argentina y Paraguay; así como al actual Vicepresidente Hugo Velázquez (y a su familia), los que son acusados de presunta participación en “actos de corrupción significativa”. Velázquez, doblando el espinazo y bajando la cabeza de manera respetuosa (¿o servil?), declaró que “Siempre me consideré aliado de los americanos y voy a buscar acceso a los documentos para que me pueda defender” e ipso facto, desmoralizado y compungido, renunció a su cargo como Vicepresidente y a la precandidatura presidencial del oficialista Partido Colorado, el que encabezaba con miras a las elecciones generales en el año 2023.

Por supuesto que no se le pueden pedir peras al olmo si tenemos en cuenta que en el año 2018, el actual presidente Mario Abdo Benítez y la oligarquía paraguaya, anunciaron con bombos y platillos la instalación de organismos policiales estadounidenses, pertenecientes al Buro Federal de Investigaciones ( FBI) en el país, bajo el argumento de “dar seguimiento al lavado de dinero y al crimen organizado, entre otros hechos punibles”, asunto que si encontró desde ese instante el rechazo digno y la condena del Frente Guasu ( FG), al considerarlo “una intromisión de los yanquis en la tierra guaraní”.

Para no quedarse atrás en la complicidad, los principales medios de difusión de Latinoamérica argumentan que “con la designación de Cartes y de los funcionarios del gobierno de Maito Abdo en la lista de personas y organizaciones corruptas, el gobierno de Joe Biden busca demostrar que la lucha contra la corrupción es una de sus prioridades”. Algunos llegan a agradecer a los Estados Unidos por haber mostrado tan “importantes evidencias”, olvidando que lo que descubrieron los yanquis era un secreto a voces desde hace años en Paraguay y contaba con múltiples denuncias de los paraguayos ante la Fiscal General del Estado, Sandra Quiñones; la que no actuó ante las pruebas que ponían en su poder. Todo un poema a la corrupción y a la sumisión eterna.

Lo contado hasta aquí es solo una muestra de uno de los capítulo de la novela de amor, entreguismo y  servidumbre de la burguesía apátrida de nuestro continente, ante los dictados del imperio, el que ha utilizado métodos endemoniados como parte de su geopolítica en lo que consideran su patio trasero. Por supuesto que es la actitud de los sietemesinos de los que hablara José Martí en Nuestra América, y es la cualidad de los que han olvidado aquella frase del General de Hombres Libres, Augusto Cesar Sandino, cuando expresaba que “la soberanía no se discute, se defiende con las armas en las manos”.

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Andrés Martínez Ravelo

Ingeniero civil. Miembro distinguido de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba.

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