El cine y la literatura para adultos de Roald Dahl

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 37 segundos

Tal parece que la obra del escritor británico Roald Dahl (1916-1990) es y será materia inagotable para el cine contemporáneo. El notorio director estadounidense Wes Anderson ha sido uno de los tantos que así lo creyó, por ejemplo, en 2009 cuando realizó la adaptación de Fantastic Mr. Fox (El Súperzorro, en español) con la cual se llevó el favor del público con una película animada bajo el siempre laudable y trabajoso formato del stop motion.

Anderson lo volvió a hacer en 2023, pero esta vez con actores reales a partir de uno de los cuentos de Dahl denominado La maravillosa historia de Henry Sugar, insertado en los volúmenes Historias extraordinarias de 1977, y posteriormente en un amplio compendio titulado Collected Stories (2006).

Si bien este popular británico de las letras destacó más por sus ficciones concebidas para niños, menciónese Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda o El gran gigante bonachón –por solo mencionar tres obras de su abultada estantería–, el literato también despuntó en la narrativa para adultos, con un toque igualmente singular.

Célebre resulta Relatos de lo inesperado, un libro que reúne sus textos cortos publicados en distintas revistas, donde emplea giros extraños, de misterio y hasta lo macabro para poner en tela de juicio temas acuciantes de su época. Justamente a dicho grupo pertenece “Henry Sugar”, que aborda la vida de un hombre millonario y superficial de 41 años que al visitar la mansión de un amigo, halla en la biblioteca privada una extraña libreta de apuntes. La lectura de su contenido llevará a Sugar por un camino transformador e insólito que desemboca al final en la habitual obsesión del autor por hacer justicia a los desamparados.

Entre los rasgos sobresalientes de este cuento –y que poco o nada ha señalado al respecto la crítica– es el homenaje que se le rinde al artífice de Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll. Ello se nota, efectivamente, mucho más allá del título, figurando en ambas prosas el lenguaje directo, fluido; la rapidez de los acontecimientos y en la ubicación allí de lo extraordinario, a partir de los cambios en la línea argumental y en la abundancia de símbolos.

En Alicia puede detectarse con las puertas que dan paso a los distintos mundos, así como en el ocio que caracteriza a varios personajes, más el juego de naipes que en el relato de marras está presente en la historia marco.

De tal juicio, en la fábula de Dahl se hallan varios narradores y por extensión hasta cuatro perspectivas narrativas con un rico aparato intradiegético, donde se mezclan y difuminan de manera continua las fronteras espaciales. A ello hay que sumarle la entrada y salida de muchos caracteres que interactúan y modifican indirectamente el pensamiento del protagonista.

Según se nos narra, Henry “era rico porque había tenido un padre rico que ya había muerto y era soltero porque era demasiado egoísta para compartir su dinero con una esposa”. Así pues, el método que el autor encuentra para cambiar dichos rasgos, es sometiéndolo a un viaje interno y externo para aprender la técnica del yoguista, sobre la que leyó en aquella rara libreta de notas.

Para el arco transformativo de este “héroe”, el escritor emplea –como hiciera Carroll en el viaje onírico de Alicia–, el tópico de lo extraordinario y sobrenatural con la habilidad del yogui para ver sin utilizar los ojos, más el autodescubrimiento y la metamorfosis del protagónico, quien una vez adquirida dicha habilidad, la usa para ganar dinero en apuestas, pero después lo reconduce para ayudar a los demás.

Están allí en definitiva condensados los ingredientes principales de la literatura para adultos de Dahl, con personajes atrayentes, sus característicos giros de golpe y porrazo y diálogos dinámicos.

Fotograma de la película homónima de Wes Anderson.
Fotograma de la película homónima de Wes Anderson.

No hay dudas de que por eso un cineasta como Wes Anderson –cuya obra tiende a auscultar las capas que adquieren las criaturas de la ficción; con frecuencia extravagantes bajo tramas suigéneris y escenarios exóticos–, decidió apostar nuevamente por las letras del británico en una película que solo dura 40 minutos, pero en la que explota su escuela audiovisual al máximo.

Así lo hizo también hace más de 70 años un colega suyo, Alfred Hitchcock, en aquellos antológicos episodios para la televisión en los que se respiraba asimismo la coherencia, agudeza y el ingenio narrativo de Roald Dahl.

Aparte de La maravillosa historia de Henry Sugar, el director norteamericano lanzó casi al unísono el año pasado en la plataforma de streaming Netflix, otros tres cortometrajes basados de igual manera en la obra de este escritor: El cisne, El desratizador y Veneno.

Visitas: 28

Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *