El aliento de Fidel impregnado a una gira

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En consonancia con el aniversario sexto de la desaparición física de Fidel, hoy 25 de noviembre, transcurre a lo largo de países de África y Eurasia una gira presidencial que porta el aliento del Comandante, tanto en la misma proyección de esta como en las referencias al legado del líder manifestadas en encuentros, inauguraciones y alusiones a su vida.

Fidel vivió por Cuba y para Cuba. En cada minuto de su existencia diseñó planes o estrategias en función de nuestro desarrollo. Gracias a su visión y al pueblo laborioso que las concretó, no obstante ser un país del Tercer Mundo, de herencia colonial y neocolonial, bloqueado con saña por la mayor potencia de la historia mundial, la Isla sobresalió a escala planetaria en los frentes asistencial, deportivos, cultural, científico o biotecnológico, entre otros.

Cuanto no pudo lograr nuestro país, en vida del Comandante o ahora, no guarda relación alguna con la devoción o la entrega de él, Raúl o sus continuadores, sino con la mancuerna reductora del bloqueo genocida y su irracional paquete de medidas colaterales u otras políticas, como incluirnos alucinantemente en la “lista de estados patrocinadores del terrorismo”.

Terrorismo del amor y la solidaridad es lo único exportado por La Habana durante 63 años, pero pertenecer a dicha infame lista significa, con palabras sencillas, bien gráficas, como le ilustraba hace pocos días a un joven inspirándome en una imagen antes empleada por Nicolás Maduro, que tú vayas por debajo de la superficie a través de los océanos del mundo y cada vez que vayas a sacar la cabeza te golpeen con una maza y te hundan. Así de claro.

Fidel siempre procuró lo mejor para Cuba, exacto a cuanto pretende esta gira por dos superpotencias mundiales, una potencia intermedia y otra en desarrollo, a la manera de China, Rusia, Turquía y Argelia, de forma respectiva. La prensa cubana, de igual manera que los miembros de la delegación entrevistados en cada momento del periplo, informó de todo cuanto se logró en materia económica; fundamentalmente dentro del área energética, estratégica ahora y mañana en nuestro país.

La denominación de extraordinaria, en virtud de sus resultados globales, resulta el más preciso calificativo para designarle a un trayecto cuyos fines portan el espíritu fidelista de una mejor Cuba, esa que “no anda de pedigüeña por el mundo, anda de hermana, y al salvarse salva, y obra con la autoridad de tal”, al decir de Martí.

El enemigo (“si es que siempre van a hablar”, para decirlo ahora con palabras del recién desaparecido Pablo Milanés), como parte de su política demagógica de información falsa y manipulación, nos tilda de “limosneros”, algo nada nuevo, sino elemento integrante de las matrices rectoras de opinión trazadas por quienes allí diseñan el tratamiento del tema Cuba, en pos de menoscabar y confundir.

Lo hacen porque el alcance de esta gira no solo les sorprende; también les molesta sobremanera, les duele. Conocen además su alto relieve desde el punto de vista económico, no solo político.

El trayecto del Presidente Miguel Díaz-Canel y su comitiva ha corroborado, una vez más (algo explícito en el discurso de los mandatarios de las cuatro naciones) el prestigio histórico de Cuba, el aprecio por la solidaridad mundial generada desde esta pequeña Isla, el respeto a la obra de su pueblo y sus líderes, el cariño y la admiración eterna a Fidel.

Las palabras de Vladimir Putin durante la inauguración del monumento al Líder Histórico de la Revolución Cubana, en Moscú, lo resumen, lo rezuman: “Fidel Castro dedicó toda su vida a la lucha por el triunfo de ideas del bien, la paz, la justicia, por la libertad de pueblos oprimidos, por una vida digna para la gente de a pie, por la igualdad social (…) Con razón se considera uno de los líderes más brillantes y carismáticos del siglo XX (…) Una personalidad legendaria, el símbolo de una época entera (…).

La amistad ruso cubana legada por Fidel Castro es la riqueza común de nuestros pueblos”, remarcó Putin.

La escultura inaugurada este 22 de noviembre por Díaz-Canel y Putin representa a Fidel Castro sobre una roca en la cual se inscribe el mapa de Cuba. La imagen pretende reflejar el heroico camino del hombre que defendió los derechos y las libertades de las personas en su país.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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