Colectivos en la agricultura: Mayor productividad, salario… ¿y qué más?
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Desde inicios de este año, la Empresa Cítricos Arimao transformó varias de sus brigadas en Colectivos, con el fin de incrementar la eficiencia y pagar mejor a los trabajadores. Ahora nos preguntamos si fue tan solo un cambio de nomenclatura
Osmel Sánchez Viera labora en la industria del carbón desde hace ocho años. El tizne adherido a la piel y el polvo constante gobiernan su faena de todos los días. Sin embargo, “antes ―dijo― nos pagaban muy poco en compensación con el trabajo que realizábamos, solo ganábamos 2 mil pesos y pico; ahora oscilamos entre los 8 mil y 10 mil, lo cual es una gran mejoría”.
Iguales montos llegan a los bolsillos de los otros siete trabajadores de la nave para el procesamiento de carbón vegetal, perteneciente a la Empresa Cítricos Arimao. Tal deviene el resultado de la aplicación allí de la Resolución 600, de 2021, del Ministerio de la Agricultura. A su amparo, catorce brigadas de este enclave funcionan hoy como Colectivos. Pero, ¿se trata de una nomenclatura más?, ¿qué significa?
Según la normativa, la constitución de estos persigue el objetivo de dinamizar la producción agropecuaria, incrementar la fuerza laboral directa y la eficiencia, y aprovechar al máximo las materias primas, tecnologías e infraestructura existentes. Además, al margen de sus encargos ―explicó Mirta Ojeda Echevarría, directora de Capital Humano en Cítricos Arimao―, asumen el sistema de ingresos menos gastos, y en dependencia del balance de esos indicadores, mayor será la ganancia que puedan distribuirse.
“Lo que se busca con los Colectivos es aumentar la productividad, y el incentivo salarial resulta importante para alcanzar la meta. Nosotros apreciamos que ha sido un cambio para bien. La remuneración promedio ya rebasa los 4 mil 440 pesos, con un crecimiento superior al 120 por ciento, y los empleados con sus jefes inmediatos participan en la generación de ideas para producir y cobrar mucho más”, agregó.
Entre dudas y certezas
Tres meses atrás, la incertidumbre se apoderó de los trabajadores de la minindustria Girasol, adscrita a la Empresa Cítricos Arimao. “Fue entonces que comenzamos bajo la nueva estructura y existían ciertos temores. Por suerte, las cosas han ido por buen camino. Estamos ganando alrededor de 7 mil 500 pesos, y con la temporada del mango ―extendida de abril a agosto―, esperamos que vaya mejor”, sostuvo Mayde Méndez Máximo, jefa del Colectivo.
Allí elaboran mermeladas, jugos y néctares con destino al consumo social y la venta en la Zona Especial de Desarrollo Mariel. “Con esta forma de organización, todo cuanto podamos economizar redunda en beneficios para nosotros. El que trabajaba menos se esfuerza un poco más, pues de la producción y comercialización ―añadió― dependen los niveles de salario que logremos percibir”.
Similar condición favorece a los campesinos de las 23 casas de cultivos de la referida entidad agrícola, localizada en el municipio de Cumanayagua. Entre ellos figura Daniel Abreu Gómez, quien, luego de tres décadas de labor, se confiesa más satisfecho. “Cobro casi 8 mil pesos, y a uno eso lo lleva a esmerase en el trabajo”, comentó.
Durante el pasado año, Cítricos Arimao generó ingresos cercanos a los 60 millones de pesos, de los cuales 15 fueron por concepto de exportación, gracias a rubros como el carbón, el ají picante (chile habanero) y el mango fresco. Superar tales resultados entraña grandes desafíos en la actualidad con la implementación de los Colectivos, los cuales adquieren mayor protagonismo en el rejuego económico.
“La mejora salarial es significativa y conlleva más compromiso, porque nos toca hacerlo todo. Antes dependía de la empresa, pero en estos momentos no solo procesamos el carbón, nos ocupamos de comprarlo, y velamos que la producción final cumpla el peso requerido en los contenedores y los parámetros de calidad”, expresó Yunieski Castiñeira Hernández, quien dirige a los obreros de la planta carbonera.
“Ahora somos responsables de la cadena completa: sembramos, cosechamos y comercializamos”, dijo José Ramón Guevara León, jefe del grupo de productores que trabaja en las casas de cultivo.
“En abril, por ejemplo, vendimos más de 1 millón de pesos, y en corto tiempo hemos distribuido resultados en dos ocasiones. Subimos el anticipo a 4 mil y repartimos otros 6 mil por trabajador. Esto ―agregó― nos permite disponer de una fuerza laboral estable y obliga a que busquemos variantes, pues a veces faltan las semillas y tenemos que gestionarlas para continuar sembrando”.
La zona de los cultivos protegidos y semiprotegidos constituye una de las de mayores rendimientos. En 2022, obtuvieron 45 toneladas (t) de chile habanero para enviar al mercado europeo y canadiense. Ya este año suman 30, lo cual ratifica a la empresa como la segunda exportadora de dicho producto en Cuba.
Un sondeo previo dotó a Críticos Arimao de herramientas para evaluar las brigadas y unidades empresariales de base que reunían las condiciones de cara a la transformación consumada. No obstante, algunos tiros, al menos en el inicio, no fueron tan certeros.
Picante y no es el ají
“Hay días ―relató Yulie Sánchez Aguiar, comercializadora― que tenemos horario de entrada e ignoramos el de salida. Trabajamos hasta las cuatro de la madrugada, cuando el carro sale hacia La Habana con la carga”. Sin embargo, ella, como los otros once ocupados en el área de beneficio del chile habanero, no siente que ese esfuerzo sea totalmente compensado.
“Antes el salario eran 2 mil 800 pesos y hoy ronda los 3 mil 500, apenas 700 por encima. Todavía aquí no se distribuyen resultados, pese a cooperar y ayudarnos, porque sabemos que eso influye: mientras más cajas beneficiemos, más cobramos”, dijo, en referencia a una ecuación que debería rendir por igual.
Javier Seisdedos Rodríguez, jefe del Colectivo ―donde la mayoría son mujeres―, es consciente de que no sucede así. “Cuando el pago respondía al sistema de tasa salarial y trabajo individual estuvimos mejor. Cada quien veía el fruto de su labor. Las personas percibían entre 4 mil y 5 mil pesos como promedio.
“Por supuesto, intervienen más factores. Tampoco estamos en el pico de cosecha del ají (señalado de noviembre a abril), y, al existir poca producción, menguan los ingresos y las ganancias bajan”, sostuvo.
La condición mediadora de esta área, sujeta a la tarea específica de beneficiar el producto para la exportación, pone a la luz otra de sus vulnerabilidades, especialmente al compararla con el resto de las nuevas estructuras que cierran ciclos.
Al respecto, Ojeda Echevarría aclaró que “a tenor de lo establecido en la Resolución 600, de 2021, los Colectivos pueden ser productivos y de servicios. En nuestro caso, su comportamiento pende de los volúmenes y rendimientos que logren. Según cómo se desenvuelvan en materia de ingresos y utilidades, tomamos una decisión”.
La experiencia de cinco meses indica, por ahora, un incremento de la productividad al 113 por ciento, al cierre del primer cuatrimestre de 2023. Pero, a juicio de la directora de Capital Humano, pudiera ser más efectiva.
“Choca con muchas trabas que entorpecen el desarrollo de la empresa: la falta de fertilizantes, la crisis de combustible; un grupo carencias que afectan la eficiencia de los colectivos laborales, aun cuando empleen soluciones alternativas”, señaló.
El hostil contexto económico de estos tiempos impide una valoración real, y justa, de la fórmula a la que decidió apostar Cítricos Arimao. La holgura en los bolsillos de sus trabajadores termina donde comienzan los precios, y, por otro lado, la productividad deviene relativa: ¿más ahora que antes cuando se contaba con insumos?… Su éxito, creemos, podrá medirse una vez que, junto al crecimiento ostensible de las exportaciones, aumenten también los niveles de comida para el pueblo.
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