Coincidencias

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Nueve años de fallecido cumplió hoy el que una vez fuera el niño de esta vetusta fotografía. Dicho de forma más ampliada, nació, creció, se desarrolló (no tanto como le hubiese gustado) y hace 3287 días, una penosa enfermedad lo llevó a comprobar si hay algo después de terminado el ciclo vital, o es solo la nada más absoluta.

Los grandes medios no se hicieron eco de su partida. Algo lógico, dado que el protagonista de esta crónica no es alguien a quien la Historia recordará por buenos o malos motivos; solo se trata de una persona normal, como tantas otras que le dicen adiós a este mundo todos los días, a cada hora, y en cualquier lugar.

A los servicios de una compañía funeraria le debemos el registro de su partida física. El obituario que le hicieron nos permite saber que vivió 62 años en el planeta; por lo tanto, cuando su corazón dejó de latir, la imagen que acompaña este trabajo era para él un recuerdo muy lejano, al que más de cinco décadas habían desfigurado dolorosamente.

Ese texto de tres párrafos indica además cuándo nació, quiénes fueron sus padres, hermanos, mujer e hijos. También nos habla de los lugares donde vivió, de la carrera que estudió; y hace especial énfasis en lo importante que resultó para él convertirse en cristiano, habida cuenta de que a partir de ese instante condujo su vida bajo los principios del amor a Dios.

En el plano personal, la necrológica lo define de la siguiente manera: “(…) Era una de esas pocas personas a las que puedes llamar un amigo; siempre trataba de ayudarte, sin importar hora o lugar. Amaba pasar tiempo con su familia, y fue una inspiración para todos aquellos que lo conocieron. Dejó el mundo hecho un lugar mejor al terminar su breve tiempo en la tierra (…)”.

De esas palabras dan fe algunas de sus conocidos: “Hermoso por dentro y por fuera”, “Un alma dulce”, “Amaba con locura a su mujer e hijos”, “El cielo ganó un nuevo ángel”, “Siempre estará en nuestros corazones”, son algunos de los calificativos recibidos.

Dejando de lado la noble mentira que es un obituario y las siempre halagüeñas palabras que se le dedican a un difunto, él, como todo ser humano, fue alguien a quien hirieron e hizo herir; que pensó que su vida era especial y estaba destinado a grandes cosas, hasta que la cruda realidad le demostró que no sería así.

También atravesó períodos de depresión; odió lo malditamente rápido que pasan los buenos momentos; y gritó despavorido cuando comprendió realmente lo que es la muerte, pero siguió adelante porque no había de otra.

Paradójicamente, y a pesar de lo anterior, nunca creyó en abandonar a sus seres queridos, ni que estos a su vez lo abandonaran a él. Hasta que ocurrió.

Esas y tantas otras verdades que definen a la especie estaban presentes en este hombre al que el autor, buscándose a sí mismo, encontró un día en internet. Las coincidencias compartidas le llevaron a contar su vida.

¿Qué coincidencias son esas?, se preguntará el lector que llegó hasta el final de este texto. Pues que vino al mundo en un pueblo llamado Hidalgo, nombró a su primogénito Julio, y él se llamaba Marcial Martínez.

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2 Comentarios en “Coincidencias

  • el 24 octubre, 2023 a las 3:10 pm
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    Qué crónica hermosa, dura, dulce y curiosa, me encantó, abrazo a ese coleguita, es un diamante CASI en bruto, gracias

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    • el 24 octubre, 2023 a las 3:14 pm
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      Magalys, valoro mucho tus palabras, las cuales agradezco.

      Respuesta

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