Capitana Rosa, “la bayamesa”, ejemplo de mujer cubana

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Nuestras guerras por la independencia cuentan con innumerables ejemplos de acciones heroicas de la mujer cubana, no solo en labores de enfermería o como mensajeras, sino también como destacadas combatientes de armas contra el colonialismo español.

Rosa, “la bayamesa”, es uno de esos ejemplos en el que se combinaron delicadeza, inteligencia y coraje para servir a la causa de su patria.

Rosa, la mambisa

Su biografía cuenta con pocas informaciones fidedignas, más allá de algunos documentos y testimonios de combatientes. Fue hija de Matías y Francisca Antonia Castellanos, ambos esclavos traídos de África y llevados al oriente cubano en la primera mitad del siglo XIX. Como era habitual en la época, sus nombres fueron cambiados por unos españoles y asumieron el apellido de sus dueños.

Rosa nació esclava en la ciudad de Bayamo. En su testamento, firmado pocos meses antes de morir, declaró contar con 67 años, por lo que se deduce que nació en 1840.

Al estallar la guerra en 1868, fue liberada por sus amos y se incorporó junto a su compañero de vida José Florentino Varona Estrada, al Ejército Libertador, instalándose inicialmente en las inmediaciones de la Sierra Maestra. Ahí desempeñaría un papel decisivo en la atención a los heridos en combate, en la cocción de los alimentos y como mensajera.

Durante la Guerra de los Diez Años se destacó en la organización de varios hospitales de campaña. Según testimonios de varios mambises que pasaron por sus manos cuando estuvieron heridos, se destacaba por su amabilidad, conocimientos de la medicina natural y su esmerado cuidado para con los enfermos. Estas cualidades, acompañadas de una férrea disciplina y dotes de organizadora, la llevaron a ser reconocida por los mambises y perseguida por el enemigo.

Algunas fuentes reflejan que se traslada hacia Camagüey en 1871, donde comenzaría a ser llamada Rosa, “la bayamesa” y acrecienta su leyenda. Empuñó las armas en los combates de Palo Seco en diciembre de 1873 y en El Naranjo en febrero de 1874. Su destacada participación fue reconocida por el propio general Máximo Gómez.

Rosa nunca aceptó al Pacto del Zanjón y al concluir la guerra se fue a vivir a la ciudad de Camagüey junto a su esposo. Sobre su vida en el periodo de la Tregua Fecunda se cuenta con poca información.

Rosa, ”la bayamesa”, posando con sus grados de capitana del Ejército Libertador.
Rosa en la Guerra Necesaria

El estallido de la guerra de 1895 la sorprende en Camagüey. Los 17 años de tregua no hicieron mella en la voluntad de Rosa de luchar por la independencia de Cuba. En junio se incorporó a la contienda.

Durante el paso de Máximo Gómez por Camagüey, estando en Jobo Dulce, conoció que Rosa se encontraba en las inmediaciones y fue a su encuentro, encargándole la misión de organizar y dirigir un hospital de sangre en la manigua.

Fue de tal magnitud su labor, que el Generalísimo la ascendió en noviembre de 1896 a capitana del Ejército Libertador. Fue de las pocas mujeres mambises que obtuvieron grados militares, alrededor de una docena.

Al concluir el conflicto permaneció en la ciudad de Camagüey, con el sueño inconcluso de la independencia. A pesar de ello, gozó del reconocimiento y la admiración de los camagüeyanos. En esa ciudad, estrechó vínculos de amistad e ideas con el mulato libre Nicolás Guillén Urra —padre de quien posteriormente sería el poeta nacional de Cuba— a quien dejó en testamento sus pocos bienes materiales.

El 25 de septiembre de 1907 fallecería Rosa Castellanos y Castellanos en la ciudad de Camagüey. Nuestro país se honra de contar con una de las mujeres más destacadas en la lucha por la independencia nacional.

Ascenso de Rosa, “la bayamesa” a capitana del Ejército Rebelde, firmado por el general Máximo Gómez.

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Cubadebate

Medio de información alternativa que alerta sobre campañas de difamación contra Cuba. Agrupa a periodistas cubanos y de otras nacionalidades en torno al Círculo de Periodistas contra el Terrorismo

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