Amor de primer oído

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Mi divorcio con la radio ocurrió no sé cuándo ni por qué. Y eso que fue un amor de primer oído.

Como tampoco puedo explicar por qué esta tarde esa idea del desencuentro vino a mi encuentro mientras descabezaba una siesta tardía.

No soy coleccionista ni anticuario, pero cuánto hubiera querido quedarme con la mudez del aparato RCA Víctor que sobre una repisa verde de madera, la modestia hecha mueble, reunía a la familia en el comedor de la casa de los abuelos. Quizá solo la tinaja de barro que seducía a la sed le empate en el podio de aquellas añoranzas.

La magia del receptor escapaba del interior de la casa, hecha cable, para posarse en la punta de una cañabrava verticalísima, mi primer concepto de antena.

Para que el comedor de los González se trasmutara en estadio o canturía bastaba completar el módulo tecnológico con la pila, alias batería. Quienes no vivieron la época serán incapaces de imaginar la fuente energética que permitía al aparato desglosar las ondas, convertirlas en misterios y encantar a la audiencia. Era casi tan grande como un acumulador de automóvil actual, solo que más rectangular. Ah, y Made in China.

Modelo RCA Victor Q10.
Modelo RCA Victor Q10.

Yo andaba por la tierna edad de los 27, meses, y mis mayores buscaban en las entrañas de los bombillos y bajo la piel achocolatada de la baquelita una avioneta perdida en una noche de truenos largos, con la mejor sonrisa de la liga y un sombrero a bordo.

Andaba ya con un lápiz en la mano y un aroma de libro nuevo en el olfato cuando a veces me iba a la cama con el desencanto de la derrota. Las Villas no había ganado esa noche temprana. Pero no Las Villas beisbolera, esa vendría después, con uniforme carmelita y nombre dulce. Era un campeonato en el cual ganaba la provincia, eran seis entonces, que más cartas mandara al guateque Vivimos en campo alegre, una catedral sonora del punto cubano.

Radeúnda Lima, cantante y compositora de música campesina cubana.
Radeúnda Lima, cantante y compositora de música campesina cubana.

La voz de Radeúnda Lima defendía a aquel pedazo central de suelo cubano que me inoculó bien temprano la noción de terruño íntimo.

Luego se entremezclan en etapas breves de niñez apresurada, como fogonazos que la memoria atrapó con alfileres, sin orden ni concierto, El Jilguero de Cienfuegos, Nguyen Sun y Nguyen Van Troi (un héroe de ficción y otro de carne fusilada), Clara y Mario y el balcón aquel, José Antonio Huelga y sus timbales en la lomita azucarera, una zafra cualquiera no la famosa, el ciclón Alma y la perrita Laika y Yuri Gagarin, no el día que dio la vuelta. El que se hizo mártir del aire.

Antes de yo nacer, luego me enteré, el RCA Víctor atizaba la desunión familiar. Entre alacranes almendaristas, minoría formada por mi abuelo José y mi tía Juana, y elefantes cienfuegueros el resto del clan.

Y después los abrazaba en el galope de Ligero, el caballo de Leonardo Moncada, un hacedor de justicia en los potreros del éter.

Leonardo Moncada “El Titan de la llanura”.
Leonardo Moncada “El Titan de la llanura”.

Pasó el tiempo, el implacable, sin águila, pero con mar, y la radio y yo nos divorciamos, sin registro civil ni división de bienes. A lo mejor, como esos amores extraños que rompen refranes, por ahí nos volvemos a encontrar y … quien sabe.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

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