Agricultura de precisión: ¿por qué ya no es una opción, sino una necesidad?

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La agricultura atraviesa una de sus transformaciones más profundas gracias al uso intensivo de la tecnología. El aumento de la población mundial, el impacto del cambio climático y la escasez de recursos naturales obligan a replantear cómo se producen los alimentos que sostienen a la humanidad.El campo siempre ha sido un lugar de tradición, pero también de cambios. Si miramos atrás, nuestros abuelos sembraban siguiendo las fases de la luna o con la experiencia heredada de generaciones. Hoy, los agricultores ya no solo miran al cielo: también miran a la pantalla de una tablet, a un dron que sobrevuela sus cultivos o a un sensor que les dice cuánta agua necesita la tierra. A eso se le llama agricultura de precisión, y lo cierto es que ha llegado para quedarse.

Dicho simple: la agricultura de precisión, es hacer agricultura con lupa y con datos. Antes se trataba todo un campo como si fuera igual. Ahora no: cada pedazo de tierra recibe lo que realmente necesita.

 

Un ejemplo claro: si en una parte del terreno la tierra está más seca, el sistema riega solo ahí. Si otra parte necesita más fertilizante, se le pone la dosis justa. Y eso se logra con GPS, drones, satélites y máquinas que saben exactamente dónde trabajar.

A pesar de ser una tecnología del mundo desarrollado, no se puede ignorar, hay varias razones, y todas pesan. El mundo sigue creciendo y en unas décadas habrá casi 10 mil millones de bocas que alimentar. Los recursos, en cambio, son los mismos: el agua es limitada y la tierra fértil no abunda.

Por otra parte, el clima anda cada vez más impredecible. Una sequía o una lluvia intensa pueden arruinar una cosecha entera. Con esta tecnología, al menos el agricultor puede anticiparse o reaccionar con más rapidez.

Y, claro, está la competencia. Si en países como Brasil o Estados Unidos ya producen más y mejor con estos métodos, ¿qué pasará con quienes no los adopten? La respuesta es fácil: quedarán atrás.

Lo bueno que trae consigo
  • Más producción sin gastar de más.
  • Menos desperdicio de agua y fertilizantes.
  • Decisiones inteligentes, no solo intuiciones.
  • Menor impacto ambiental, algo que hoy preocupa más que nunca.

En fin, con la agricultora de precisión se produce más, se gasta menos y se cuida el planeta.

Claro que no todo es color de rosa. Entrar en la agricultura de precisión cuesta, y bastante. Comprar drones, sensores o tractores inteligentes no está al alcance de todos.

También hace falta capacitación. No basta con tener el equipo, hay que saber usarlo. Y ni hablar de la conexión a internet: en muchos campos todavía es un lujo tener señal estable.

Por tanto para comenzar con el despliegue de esta nueva forma de hacer, no solo se necesita el financiamiento para la adquisición de la tecnología, hace falta un ecosistema compuesto por:

  • Buen internet en las zonas rurales.
  • Energía confiable.
  • Programas y software que procesen datos.
  • Y, sobre todo, gente preparada para usarlo.

En cuanto a lo que se necesita para arrancar, estriba la brecha tecnológica, que indudablemente marca diferencias, mientras los grandes productores tienen acceso a estas herramientas, muchos pequeños agricultores quedan fuera. La diferencia se agranda y, en lugar de igualar oportunidades, la tecnología corre el riesgo de abrir más la brecha.

Por eso, hablar de agricultura de precisión también es hablar de inclusión: ¿cómo hacemos para que el pequeño campesino pueda sumarse y no quede rezagado?

Varios países ya utilizan esta tecnología con éxito, entre los que destacan:
  • En Brasil, los drones y sensores ya son comunes en plantaciones de soja o caña de azúcar.
  • En Estados Unidos, la robótica agrícola y el Big Data forman parte del cinturón del maíz.
  • En Australia, el riego inteligente marca la diferencia en zonas áridas.
  • Y en Japón, la robótica compensa la falta de mano de obra en el campo.
Reflexión final

La agricultura de precisión no es un capricho tecnológico, es la respuesta a un mundo que pide más comida, más rápido y con menos daño al planeta. Adoptarla no será sencillo, porque implica inversión, formación y cerrar brechas digitales. Pero quienes se animen a dar el paso estarán mejor preparados para el futuro.

En el fondo, el mensaje es claro: el campo de hoy ya no se entiende sin datos, sensores y tecnología. Y el campo del mañana dependerá aún más de ellos.

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Lino H. Rodríguez Acosta

Máster en Computación Aplicada, Webmaster del Diario Digital 5 de Septiembre.

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