Agenda Bicentenario: Un Centro Mercantil con aroma de café

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No muy lejos de allí… un viejo espigón, como buen anfitrión, nos recibe desde el mar, reventando nuestros oídos, con su soledad acompañada, aquella que lo convierte en testigo fiel de la inspiración de bardos y poetas, fieles enamorados de “El Decano”, como lo nombran popularmente algunos, cuando es comparado entre sus pariguales. Su nombre, perpetuado desde antaño por algún genio, lleno de certeza e hidalguía, es desde aquel entonces nuestro Muelle de la Real Hacienda.

La descarga, hacia un gran almacén sin paredes, techado a dos aguas y ubicado estratégicamente a su lado, entre el muelle y el bello edificio de la Aduana, hacía un ir y venir constante de hombres del puerto, con trabajo o sin este; pero todos con el afán de ganarse un jornal, por mínimo que fuese. Su dura faena obligaba a las largas esperas y al necesario espacio de restañar las menguadas fuerzas.

Se construyó entonces un pequeño negocio, conocido entre los obreros del mar como Centro Mercantil, en terrenos de la propiedad de don Tomás Terry, pero arrendado a un avispado comerciante, que bien hubiese sido José Véliz, a tan solo 200 metros de la comercial zona, que ofertaba dulces, helados y confituras. Este era el lugar indicado para el esparcimiento y el ocio.

Humilde pero muy frecuentado

Arrendado en 1929 a Francisco Labra, aunque no con el caché de aquel entonces, se convirtió en un humilde cafetín, muy frecuentado por trabajadores portuarios, díganse estibadores, marineros o personal de a bordo, todos con pocos recursos económicos, dado sus bajos salarios.

Generalmente, allí se pagaba al momento; no se fiaban las ventas. Tejía un paradójico contraste, al compartir espacios hacia la acera sur, frente a frente, con las casas familiares de los dos hombres más ricos del Cienfuegos de antaño: don Tomás Terry en el siglo XIX, y don Nicolás Castaño en el siglo XX, lo cual daba a dicha arteria prestancia, armonía y color.

Poseía una pequeña barra con banquetas, amén de algunos juegos de mesa de tres piezas, donde se podía descansar después de un arduo turno de labor. Ello hacía del sitio su mayor recompensa. La modesta construcción de mampostería y tejas, a dos aguas, contrastaba con su hermoso cielo raso, erigido sobre marcos de madera, en forma de bastidor acristalado: raro para las construcciones de entonces, pues los contraluces logrados llamaban la atención a más de un comensal asiduo.

Una tarja empotrada en su pared Este, por la calle D’Clouet, nos ilustra sobre la presencia allí de la poetisa y patriota Clotilde A. del Carmen Rodríguez, conocida como La Hija del Damují, nacida el 3 de junio de 1829.

Cierre y restauración

El tiempo, la desidia y el abandono hicieron mella en la centenaria estructura, lo cual provocó su cierre desde hace muchos años. Hoy el Centro Mercantil es restaurado por un grupo de cuentapropistas especializados en labores constructivas, evaluados a estos efectos por la Escuela de Oficios Joseph Tantete Dubruiller, institución adscrita a la Oficina del Conservador de la Ciudad de Cienfuegos.

Iniciaron los trabajos en el mes de julio de 2018, con gran tino y cuidado, para gestar un café de grandes prestaciones y servicios, donde no faltarán variadas ofertas y tendrá su sede habitual el grupo musical Kfé Mezclado.

La tarea es materializada por la brigada dirigida por Annie Curbelo Negrín y Omar Bermúdez, como asesor técnico, y está integrada por Pedro Mirete López, Lisvany Gálvez González, Julio César Gómez Rodríguez, Iván López Castro, Amaury Alfonzo Duarte, Osmany Quintero Cruz, Fidel Díaz Roque, Arael Martínez Negrín y Vismay Hernández como ejecutor principal. Todos, bajo la supervisión del propio Omar, responden, con calidad y rigor constructivo, a los inversionistas de Cultura Provincial.

Así emergerá el bello propósito en apenas unos meses, pues debe quedar inaugurado en abril. El objetivo puede cumplirse para el Bicentenario; pero si no es así, se terminaría durante los meses próximos, pues Cienfuegos necesita de su aroma.

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