A propósito del Día de la Cultura cubana: La Bayamesa, hoy Himno Nacional, en Guillermo Tomás

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El 18 de octubre se conmemoró el aniversario 155 del nacimiento de Guillermo Manuel Eduardo Tomás Bouffartigue, músico cienfueguero que trascendió no sólo por su versatilidad, sino por sus constantes colaboraciones con la independencia de Cuba. Hay azares en la vida que no se saben el por qué, ni tampoco el cómo transcurren de una forma o de otra hasta que quedan solventados. Recordemos que el nacimiento de Guillermo Tomás se produce ocho días después del inicio de las luchas por la independencia de Cuba, el 18 de octubre de 1868, y tan solo quedar dos días para que se entonara por vez primera La Bayamesa de Pedro Figueredo, el 20 de octubre de 1868. Pero ¿cuál sería la relación o implicación que tendría Guillermo Tomás con La bayamesa? Lo que nunca pudo predecir Guillermo es que años más tarde, sería él quien estaría a cargo de la ejecución y dirección de la banda que interpretaría oficialmente el Himno Nacional, en sus inicios La Bayamesa, Himno de Bayamo.

Aquella pieza que había sido compuesta y musicalizada por Pedro (Perucho) Figueredo, no terminaba su historia. Los primeros indicios de tal creación, se remontan al 13 de agosto de 1867, cuando Francisco Maceo Osorio y Francisco Vicente Aguilera, ambos pertenecientes al Comité Revolucionario de Bayamo, encomiendan a Pedro (Perucho) Figueredo Cisneros, integrante también de ese comité, componer el himno que fuese como La Marsellesa de los revolucionarios cubanos. Perucho solo necesitó un día para componer la pieza. El 8 de mayo de 1868 le encargó al maestro Manuel Muñoz Cedeño elaborar una instrumentación sin la letra, que pudiese encubrir el sentido que esta tenía de llamado a los bayameses al combate por la independencia. La pieza musical es tocada, sin letra, por primera vez, el 11 de junio en la Iglesia Mayor de Bayamo. Catorce meses después de creada la melodía de nuestro himno, Figueredo escribe su letra. El 20 de octubre de 1868 el pueblo de Bayamo, emocionado ante la victoria alcanzada por la gesta libertadora bajo el mando de Carlos Manuel de Céspedes, la cantó por vez primera.

No existió letra con un comunicado tan certero; explícito se hacía el deseo incontenible de gritar ¡Cuba libre! y la disposición de que morir por la patria era vivir. Dos frases contenidas en la letra y que sintetizaban el llamado a la lucha de un pueblo en añoranza por su libertad. Fue este momento, uno de los más sublimes de la historia musical patria; surge, con el nacimiento del movimiento independentista cubano su expresión musical.

La bayamesa continuó su historia; su primera interpretación de carácter oficial fue organizada el 8 de noviembre de 1868 en el pórtico de la Iglesia Parroquial Mayor de Bayamo por la orquesta del maestro Muñoz Cedeño y un coro de 12 jóvenes mujeres, cuya sonoridad se expandió por toda la plaza ante la multitud allí reunida, para asistir al acto de bendición de la bandera revolucionaria de Carlos Manuel de Céspedes y la declaración de Bayamo como capital provisional de la República de Cuba en Armas.

Luego del incendio de Bayamo, suceso en el cual los pobladores de esa ciudad decidieron en un gesto de apasionado patriotismo, quemarla antes que rendirla a las tropas enemigas, la partitura de La bayamesa queda perdida y es José Martí, quien le encarga al músico y patriota Emilio Agramonte su transcripción al pentagrama, a partir de los recuerdos de los emigrados en tierras norteamericanas donde también se hallaba este músico. Esta transcripción fue publicada en el número 16 del periódico Patria, en Nueva York, el 25 de agosto de 1892. Es necesario observar aquí que la versión publicada en Patria solo contenía las dos primeras estrofas del himno compuesto por Figueredo; estas son las únicas que conforman nuestro himno nacional.

A esta partitura le sucedieron nuevos aportes, como el que realiza a fines de 1898, el maestro, músico y director de banda Antonio Rodríguez Ferrer. Comisionado para armonizar, orquestar e interpretar el Himno de Bayamo, con cuya ejecución se daría recibimiento en Guanabacoa al primer contingente militar cubano en llegar a esa ciudad, una vez concluida la contienda bélica. Esta versión tuvo un fuerte impacto en los guerreros patriotas y en la población; Rodríguez Ferrer agregó una diana introductoria de corte marcial, que la partitura de La bayamesa no poseía, y era fundamental para lograr el efecto de llamada, de clarín, indispensable a la dramaturgia musical de un himno que es, ante todo, una marcha de combate. Es en la Convención Constituyente de 1900 cuando la versión de La bayamesa/ Himno de Bayamo, fue interpretada y considerada oficialmente como himno nacional. La ejecución estuvo a cargo de una banda de formato completo, devenida Banda Municipal de La Habana, bajo la dirección del insigne músico cienfueguero maestro Guillermo Tomás, según Jesús Gómez Cairo “el más ilustrado de los directores musicales cubanos”. [1]

Un periodista del diario Excelsior, años después el 12 de noviembre de 1928, afirmaba: “Fue el maestro Guillermo Tomás quien tocó por primera vez, con una banda de música completa, el Himno de Bayamo o La Bayamesa, como lo llamaron los patriotas del 68. Había sido inaugurado por una banda en el propio Bayamo, cierto día de Corpus Christi, todavía bajo el dominio de España. Durante la guerra, no se sabe que el Ejército Libertador tuviera bandas, por lo que se cree que no fue tocado en campaña, al menos de un modo frecuente. Cuando los libertadores firmaron el armisticio, vinieron a la ciudad, al llegar a Guanabacoa fueron recibidos por una pequeña banda -diez o doce músicos- organizados por el maestro Antonio Rodríguez, a los acordes marciales de la música de Perucho. Pero solamente cuando, ya en plena paz, flotando en el mástil del Morro nuestra bandera, fue tocado por la Banda Municipal de La Habana, pudo decirse que había sido oído de una manera completa. Por ello, puede decirse que ha sido el maestro Tomás, su director de entonces, quien estrenó el Himno Nacional Cubano”.[2]

Guillermo también analizaba musicológicamente, desde otra época, la forma original de La Bayamesa escrita por Perucho Figueredo.

En ese original había algunos defectos, que fue necesario corregir. En el sentido patriótico, encuentro algo muy noble, el anhelo de que el Himno sea precisamente aquello que cantaron los bayameses; pero es imposible. Como se toca actualmente, es, no solamente en opinión mía, sino de todos los músicos que en el pusieron sus manos y los ojos, de la única forma que puede tocarse.[3]

Sobre los distintos arreglos, y momentos importantes que giraron alrededor de la conformación y elaboración del Himno, Guillermo también le comentó a aquel periodista del diario Excelsior: “Fui solamente un intérprete. Quien hizo el arreglo fue Antonio Rodríguez”.[4] Y expone las modificaciones que introdujo el maestro Rodríguez: “Primeramente, la introducción. Es evidente que da más lucimiento al resto de la música. Se dice que es un toque de clarín de la caballería española. Esto no es cierto. Puede tener parecido, porque el clarín, como sabe todo el mundo, tiene un número muy limitado de notas, y es fácil que haya coincidencias. Toques como el que Rodríguez antepuso al Himno de Bayamo, se encuentran lo mismo en la Caballería española que en la francesa, y en la alemana y en cualquier otra. A mí me parece, respetando mucho todas las opiniones, que debe conservarse esta introducción”.[5]

Cuenta el periodista que en ese momento de la entrevista el maestro Guillermo se dirigió hacia una gaveta y trajo una fotografía de la copia del Himno que se conservaba en el Museo de la Música, y con el documento en la mano, fue señalando: “Pueden ustedes ver aquí las terminaciones de frase que fue necesario arreglar. Por ejemplo, donde dice corred bayameses, fíjense que tenía una caída desde el re agudo hasta la fa grave, con una semicorchea en el medio. Los arregladores encontraron esto de mal gusto, y en realidad lo es, y modificaron la terminación, dejándola en re, re, do, si bemol. Luego en el cuarto compás, pierde el ritmo que traía. Hubo que restablecerlo. Al repetir el primer motivo, en la música del tercer verso, lo repetía completo, produciendo una verdadera cacofonía. También esto tuvo que ser modificado, acordándolo con la técnica. Más adelante, tenemos dos compases exactos, puntualmente copiados, de La Marsellesa. Son los de la música de a las armas valientes corred. Además de por razones técnicas, hubo otras que aconsejaron la modificación, y que están al alcance de cualquiera”.[6]

Con respecto a la letra señalaba que también tenía sus defectos pero que los más importantes habían sido subsanados por el propio uso: “Principalmente el verso ‘en cadenas vivir es vivir’, que alguien a veces llega a cantar en cadena vivir no es vivir. Pero este ha sido subsanado hasta por los muchachos de las escuelas, que cantan en cadena vivir es morir… En fin, yo opino que debe dejarse como está”. [7] Y continúa describiendo la significación que tuvo para él la interpretación del Himno al frente de la Banda Municipal de La Habana, el día de su estreno: “Fue un momento solemnísimo, de esos que no se olvidan nunca en la vida. Los músicos estábamos quizás más emocionados que nadie. Muchas veces me he quedado pensando cómo pudimos llegar al final. (…)”.[8] Sin lugar a dudas Guillermo sintió una conmoción muy grande. Dirigir su Banda interpretando el Himno Nacional de Cuba constituía un privilegio. Explica Iglesias[9] que, es en diciembre de este mismo año -1900- por iniciativa de Alexis Frye y costeada de su propio peculio, que se realiza la primera edición masiva e impresa hecha en la Isla del Himno de Bayamo (100 mil ejemplares) a partir de entonces Himno Nacional./ Por: Alegna Jacomino Ruiz*


*Doctora en Ciencias Históricas. Vicerrectora del Instituto Superior de Arte. Especial para 5 de Septiembre.

[1]Gómez Cairo, Jesús: Creación, realización  y desarrollo de la bayamesa, Himno de Bayamo, Himno Nacional de Cuba, Ediciones Museo de la Música, La Habana, 2013, p. 2.

[2]Diario Excelsior. (1928, noviembre 12). “Opina el Maestro Tomás que no debe alterarse la música actual del Himno”. Consejo Nacional de Cultura. Museo Nacional de la Música, p. 7

[3] Ibídem, p. 8.

[4]Ibídem.

[5]Ibídem.

[6]Ibídem.

[7]Ibídem.

[8]Ibídem.

[9]Iglesias Utset, M. (2010). Las metáforas del cambio en la vida cotidiana: Cuba 1898-1902. Ediciones Unión. La Habana.

 

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Alegna Jacomino Ruiz

Doctora en Ciencias Históricas

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