La jungla motorizada
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Los cienfuegueros cuestionan los exagerados precios de los nuevos triciclos: ¿Qué justifica una tarifa tan irracional de 200 pesos o más (dependiendo del horario), para llegar a la avenida 36 desde la funeraria, distancia de apenas 1 kilómetro?
Es un hecho visible que los triciclos eléctricos llegaron a Cienfuegos y al resto de las provincias cubanas para quedarse. Dentro de un paisaje vial urbano deprimido por el transporte público, la importación o compra acá de estos equipos supuso desde hace tiempo un alivio para la gente que necesitaba con premura moverse de un extremo a otro de la urbe.
Pero como casi siempre ocurre, lo que tenía un loable propósito, se desvirtuó por el camino, y actualmente se observa como un problema difícil de atajar.
Concebidos en un inicio para trasladar cargas pequeñas en la parte trasera (mercancías de cualquier tipo, tanto de hogares como de empresas y negocios), sus propietarios los han sumado a la fauna local sobre ruedas, compitiendo con los transportistas privados y estatales, en la lucha por ver quién cobra más en tramos muy cortos (aunque no empleen combustible), e incurriendo en la ilegalidad de llevar personal sin tener la Licencia Operativa de Trasporte para ejercer dicha actividad.
Y se cuentan por centenares los que transitan sin dicha Licencia, algo que se aprecia en la forma de manejar incorrecta de algunos de los choferes (adelantamientos erróneos; tránsito por el centro de la calle y no por la senda izquierda dedicada a los vehículos de lento desplazamiento; congestionamiento de unos y otros, que impiden el correcto curso de los autos que circulan detrás de ellos…)
Circular sin la debida autorización por la Perla del Sur se ha convertido en una burla a la ley del tránsito, que deviene en desorden, caos, especulación, estafas, tarifas desmedidas al pueblo y colisiones que pueden ser evitables.

Aunque aquí hay implícito un contrasentido: si cada vez son más, ¿por qué no bajan sus abusivos precios, poniéndose todos de acuerdo para cobrar cada vez más y más por tramos realmente irrisorios en el espacio a cubrir?
Se conoce hoy que cerca del 80 por ciento del movimiento de personas aquí, se realiza gracias a estos equipos eléctricos y sus homólogos de combustión interna. A partir de su irrupción, el Ministerio del Transporte identificó en ellos una posibilidad real para mover personal, autorizando su conversión para este fin, siempre y cuando se cumplieran las normas y los mismos requisitos de un vehículo por combustible. Así pues, su presencia en las ciudades se ha multiplicado, conviviendo legales e ilegales en el ir y venir por las principales arterias.
Los ciudadanos ─aburridos ya de tantos inventos fallidos que solo afectan a sus bolsillos─, cuestionan los exagerados precios de los nuevos triciclos, arriba aludidos: ¿Qué justifica una tarifa tan irracional de entre 200 pesos o más (dependiendo del horario), para llegar a la avenida 36 desde la funeraria, distancia de apenas 1 kilómetro?
Con resignación han tenido que sacar sus carteras madres con niños y adultos mayores que vienen desde repartos alejados como O’Bourke o Pastorita, en dirección al Pediátrico, situado en la mencionada avenida. Cabe añadir que el monto se duplica si el deseo es llegar al Hospital Provincial, cinco cuadras más arriba. Las razones ─alegan los choferes─, tiene que ver con dos temas fundamentales: el costo elevado de las baterías y su mala calidad.
Pero más allá de esa clásica disyuntiva, los triciclos eléctricos han demostrado su utilidad en tiempos de extinción de ómnibus urbanos. Perentoriamente se debe ordenar su servicio y exigir que todos circulen de manera legal, ya que cuando se transportan pasajeros de forma profesional, se adopta una responsabilidad en la carretera para la cual el Estado otorga una licencia de carácter discrecional.
Independiente de las demoras ─muy dilatadas a veces─ en los pasos del proceso técnico y de la certificación en los talleres donde se realiza la conversión de carga a pasaje de estos artefactos, es un procedimiento vital para que nuestras calles no sean el reflejo de una jungla descontrolada.

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