Limitada como thriller conspiranoico y en tanto drama de personajes
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Resulta una máxima de muchos thrillers políticos, de conspiración o de espionaje producidos por las plataformas estadounidenses que los chivos expiatorios de cualquier ataque a la sacrosanta tierra norteamericana sean los rusos, chinos, norcoreanos o iraníes.
Lo anterior marcha en sintonía directa con las tablas de la ley de una industria audiovisual que responde –y sigue al pie de la letra– al discurso oficial histórico de la Casa Blanca.
Por eso, sorprende, en cierto modo, que una miniserie como Día Cero (Netflix, 2025), estrenada tanto en la Televisión Cubana como además en salas cinematográficas de nuestro país, achaque los hechos hostiles perpetrados contra el país, descritos por su trama, a senadores y congresistas locales.
Esa lectura política no nos debe inducir a pensar, tampoco, que sea una pieza antisistema.
Muy lejos de ello, refrenda todos los presuntos valores en los cuales se sustenta el edificio ideológico de los Estados Unidos.
Además, incorpora a dos personajes básicos sin ningún tipo de ambigüedad en su ideario, para que no exista un mínimo de duda. Uno de ellos es la afroamericana presidenta, tan ética, cívica e impoluta (la interpreta, sin convicción alguna, Angela Bassett).
Dicha mandataria confía en los buenos oficios del ex presidente Mullen (Robert De Niro), al frente de la comisión especial que investiga los ataques informáticos causantes de un apagón masivo similar al ocurrido en Europa hace unos meses, que provocan el caos nacional y la muerte de más de 3 000 personas. Él es el otro personaje referido –y el central–, de una miniserie que va rápido por lo suyo.
La poco habitual presencia en la teleficción del legendario intérprete de 81 años, junto a la referida agilidad en alcanzar pronto el conflicto (tras un inicio, sí, que cancanea entre ciertos delirios o lagunas mentales, plantados o reales, de Mullen) representan lo más destacable de un trabajo cuyas limitaciones y su exceso de estereotipos socavan la solidez narrativa de los seis episodios.
Día Cero esboza amagos de reflexión, señalamiento o censura del proceder de comisiones omnipotentes como la liderada por Mullen, como también de la incidencia de los influenciadores mediáticos políticos en el condicionamiento mental de millones de personas. E, igual, del vínculo de las corporaciones con el poder político. Pero solo son ráfagas, viñetas, líneas sin desarrollo. Por ende, truncas.
La investigación de Mullen, elemento narrativo significativo, pierde fuelle durante el arco transitado de los episodios dos al cuatro, para solo desplegar sus potencialidades de expandirse y obtener real identidad dramática ya a partir de la mitad del quinto.
La serie falla, también, cuando se escora hacia el drama de personajes. Una veterana como Joan Allen es desaprovechada en el rol de la esposa de Mullen, todo estoicismo ella. Impulsa a su marido a que designe como jefe de despacho a una antigua amante. Eso no le afecta, mientras la rival sea eficaz en su labor.
El gran Jesse Plemons (Fargo), inefablemente moldeable actor, no sabe qué hacer con uno de los papeles más flojos asumidos en su carrera. El romance de su personaje con Lizzy Caplan (Maestros del sexo), actriz quien compone a una congresista conspiradora, hija de Mullen, no alcanza los bemoles requeridos para ser audible.
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