Dignidad
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Es cierto. Existe. No es un invento. Sigue en pie. Ahora más recrudecido. Resoluciones aprobadas en la ONU no lo quitan. La solidaridad ayuda a atenuarlo. Su objetivo supremo es hacer morir por hambre y enfermedades a un pueblo entero. Crear un descontento en la población para derrocar a la Revolución es el fin
Todo eso y más es el bloqueo del Gobierno de Estados Unidos contra Cuba. De tantos años encima de nuestros hombros hemos llegado a soportarlo con la resistencia de quien no se rinde, por muy duro que sea el peso. Y está demostrado que ha privado a niños de medicamentos para salvarlos. Ha cancelado negociaciones cuando más cerca estaba una empresa extranjera de invertir o vendernos insumos y piezas de repuesto.
Y también es real que nos ha impedido ganar millones de dólares en más de 60 años por no dejarnos exportar a su mercado; que las pocas compras hechas a productores agropecuarios estadounidenses no pueden ser a créditos ni en transacciones comerciales como todo el mundo; y que los Bancos se atemorizan con multas exorbitantes si le hablan de Cuba, mucho más tras incluirnos arbitrariamente en una lista de supuestos países que patrocinan el terrorismo.
Hace solo unos días, cuando nuestro canciller Bruno Rodríguez presentó la actualización del informe que Cuba volverá a exponer en la Asamblea General de las Naciones Unidas, no faltó quien afirmara que el bloqueo también atraviesa la vida emocional, pues las carencias de combustible, la canasta familiar normada disminuida y los terribles apagones son expresiones vivas y duras. Muy duras.
Todavía hay ilusos que hablan más del bloqueo interno que del verdadero. Nuestras ineficiencias nunca se podrán justificar con un impacto tan brutal como el que nos ocasiona un gobierno incapaz de entender que la dignidad de una nación no se mide en dinero, sino en coraje, valentía y creatividad.
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