José Domingo de la Paz Texier: el longevo cronista de Cienfuegos
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Con 83 años a cuestas; el paso lánguido, la visión roída por los estaciones y un pulso trémulo, el artista Pepe de la Paz todavía es capaz de emocionarnos generando plumillas y dibujos, alusivos en las últimas décadas al patrimonio urbanístico. Hay un poco en sus quehaceres del inquieto Adolfo Meana, gustoso de mostrar la visualidad de la arquitectura sureña desde una perspectiva dibujística, los sitios sagrados y de ocio, las construcciones que precisan quiénes somos y cuánto hemos evolucionado.
Este longevo pintor, graduado de la Escuela Elemental de Arte Rolando Escardó, pupilo del inspirado Mateo Torriente Bécquer, podía haber tomado otros derroteros dentro de la vanguardia, especialmente por su talento para la más sediciosa de las disciplinas visuales: el dibujo, eje de las estructuras representacionales (si bien se tituló de pintura en la academia fundada por Torriente y Feijóo hacia 1963); empero, escogió la fabulación gráfica y el diseño, que en la isla tuvo a grandes y renovadores maestros, avocada al devenir político de la Revolución cubana, supeditada a las encomiendas, menos a la gestación de obras henchidas por el descubrimiento y la existencia cotidiana.

Desde el perfil oficial (entiéndase su sistemática producción de textos visuales, por el que recibe una mensualidad), su arte tuvo un carácter derivativo, consagrado en lo esencial a relatar los momentos más álgidos de ese proceso durante casi 60 años. Son memorables los cotejos gráficos como el Benny Moré al final del malecón o el Ernesto Ché Guevara de la esquina de Prado y San Fernando.
Claramente, ese erario cartelístico connota sus sensibilidades para la síntesis y la semiología política; asimismo, la eficacia y lucidez con que enmendaba sus vallas, gigantografías o carteles sin las facilidades tecnológicas que se tiene hoy día. No es fortuito que se le encomie por estos bregares, pues desde los 14 años (cuando se inicia durante 1958 en la producción de lumínicos a través del negocio familiar) había demostrado la capacidad para vigorizar la composición con escasos recursos expresivos y dominar el rasgo de las figuras simbólicas o alegóricas.

En esta empresa se afianza desde 1964, luego que es intervenida por el gobierno revolucionario y pasa a ser la Unidad de Propaganda del Partido, siendo uno de sus contrafuertes entre 1970 y 1989, el periplo de oro de la cartelística sureña.
Pese a la intensa faena con las entidades gubernativas, Pepe no quiso desligarse de su pasión por la urbanística (aunque también hizo viñetas de corte pintoresco y marinas), especialmente los sitios patrimoniales, como habíamos anticipado: edificaciones, parques, viviendas y establecimientos, iglesias, fortificaciones, calles, etc. Y es que estas figuras le permitían deleitarse con el dibujo y la línea, toda vez que le exigían el prontuario de aquellas vistas (no proveedoras de asombros, pues de tanto recorrerlas las sabía de memoria), sino identitarias, representativas de una ancestralidad que lleva en las venas.

Coincido con aquellos que descubren en estas plumillas o acuarelas (aunque también dominaba la tempera) una cierta nostalgia por el pasado, en la que descuellan los rostros de la iglesia de la catedral desde el Parque Martí, las hermosas edificaciones de La Punta, una fuente de la antigua Plaza de Armas, el Muelle Real, las cúpulas del Palacio Ferrer… ora como una reproducción de sus esplendores, ora como una recreación imaginera, en la que se alternan fabulaciones personales de regatas y veleros cruzando la bahía; dicho de otro modo, existe una entremezcla de evocaciones y conjeturas visuales.

Justo, esta revisitación signa su más reciente muestra expositiva, intitulada Acuarelas de Cienfuegos, inaugurada en la Galería Mateo Torriente, cuyo montaje y curaduría asumiera el pintor naif José Basulto Caballero.
De cierto modo, el nombre de la exposición trasluce la atracción del artista por la técnica de la acuarela (topada con gran experticia), que concierta dibujos o pinturas sobre papel o cartulina con colores disueltos en agua. Por esta razón, los públicos descubrirán algunas regularidades de su uso, como la transparencia (que en su caso, al no abusar de la mezcla de los pigmentos con el agua, son de baja intensidad y apenas aprovechan el fondo del soporte), la brillantez del color, la riqueza de los tonos y libertad de la composición. A ello se suma otro rasgo de sus producciones visuales: los formatos pequeños, que le permite dominar el detalle.

Obviamente, Pepe tiene conciencia de las posibilidades de la técnica y prefiere intensificar la superposición de los lavados para que el color resulte más penetrante, logrando una atinada intercalación de tonos y hasta crear degradados o lavados uniformes. Asimismo, el título se convierte en una metáfora del ser, asidero de aquella filosofía de ilustrar lo esencial desde lo panorámico, la ternura de la remembranza.
De modo que, Acuarelas… se vierte en testimonio del conexo de la Paz con la ciudad de Cienfuegos, a la cual ha sabido inmortalizar (el arte tiene esa capacidad para trascender la vida) en variados dibujos que recogen, a modo de crónicas visuales, la energía de una urbe colmada de historia y efusión, cimentada con toda clase de inmigraciones de casi todos los continentes de este planeta.

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