Posverdad en Latinoamérica: la mentira convertida en arma política
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“El viejo mundo muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.
Antonio Gramsci
La promesa de que la tecnología traería bienestar social se ha topado con una realidad distinta en Latinoamérica. Vivimos obsesionados con la inmediatez de las pantallas, pero sin tiempo para reflexionar. Como dice el académico Millán, 2020, somos “(…) Una sociedad sin distancia, que todo lo acerca. Que nada medita, que todo absorbe al instante“. Esta dinámica abre la puerta a la posverdad –donde los hechos objetivos importan menos que las emociones o creencias–.

La región sufre una paradoja: consumimos tecnología avanzada con una productividad que no ha superado lo premoderno. Esto genera deuda externa y frena nuestra creatividad. Peor aún, importamos dispositivos… y también un modelo comunicacional manipulado.
Las reglas del juego digital –diseñadas en Silicon Valley– priorizan el engagement sobre la veracidad, viralizando contenidos sensacionalistas aunque sean falsos. Así, las redes que prometían democratizar la información, hoy concentran poder en gigantes tecnológicos.
En este contexto surge el lawfare, una estrategia siniestra que usa leyes y tribunales como armas políticas. Sectores del poder judicial, legislativo y medios corporativos se alían para saturar a la opinión pública con noticias falsas o sesgadas contra líderes populares.
Lo hemos visto en derrocamientos sin militares en Honduras, Ecuador, Bolivia y Brasil. En este último, se fabricó una imagen violenta del Partido de los Trabajadores que distorsionó la realidad. Venezuela también ha enfrentado una guerra de narrativas: redes sociales que inventan líderes falsos y magnifican crisis para desestabilizar y justificar intervenciones.

Cuba libra otra batalla clave. Bajo la llamada Guerra de Cuarta Generación –financiada desde EE. UU.–, recibe ataques con fake news, bots y algoritmos que distorsionan nuestra realidad. Una alternativa ante esta situación ha sido la creación de grupos de cibercombatientes que rastrean mentiras y contraatacan con datos verificados. Ante ese desafío solo se puede responder con más verdad.
¿Por qué es tan efectiva esta manipulación? Gran parte de internet está controlada por gigantes como Google, Facebook y Amazon, empresas vinculadas al gobierno estadounidense. Ellos moldean “burbujas digitales”, donde solo vemos lo que conviene a sus intereses, ahogando voces disidentes.

Frente a esto, urge crear plataformas digitales públicas seguras que protejan datos vitales y ofrezcan información transparente. Necesitamos, como propuso el eterno Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, una red latinoamericana de integración digital que reduzca nuestra dependencia. A esto debe sumarse una ética ciudadana: usar redes sociales con responsabilidad, privilegiando fuentes verificadas sin caer en el odio o las burbujas algorítmicas.
La salida ética es clara: rechazar el engaño que alimentan gobiernos autoritarios. Solo en un país donde los medios de información respondan a los intereses del pueblo se puede lograr una verdadera transparencia y legitimidad de la información. La tecnología es valiosa, pero jamás debe controlar lo humano. En esta batalla por la verdad, Latinoamérica tiene una tarea pendiente: decirle sí a las herramientas del siglo XXI, y no al dominio encubierto de quienes las usan para silenciarnos.
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