5 de Septiembre de 1957: Cuando el pueblo rompió la madrugada
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Han transcurrido 61 años y sin embargo este hecho histórico, su significado y ejemplo, permanecen en la emoción de quienes entonces lo vivieron de alguna manera; en la memoria de quienes lo conocen por tradición oral, a través de abuelos o padres, o escrita por alguna publicación. El 5 de septiembre es fecha que impresiona a todos aún, por eso cada año, el pueblo cienfueguero se reúne con sus dirigentes, familiares de mártires y combatientes, y acude en peregrinación multitudinaria al cementerio donde reposan los caídos a prometerles continuar. Es que fue, desde el inicio, una acción profundamente popular que estuvo sólidamente enraizada en las masas. Fue concebido y realizado por hijos humildes del pueblo. Es fecha entrañable y posee la grandeza de lo ejecutado con limpieza.
Entre julio y diciembre de 1955 quedó constituido en los principales poblados de la zona de Cienfuegos, el Movimiento 26 de Julio. En la ciudad de Cienfuegos lo encabezó el farmacéutico Rigoberto García Flores que logró captar pronto a un grupo de marinos de baja graduación que conspiraban contra la dictadura en el Distrito Naval del Sur, ubicado en Cayo Loco en la bahía sureña. Por eso, para el primer intento de producir un alzamiento en la ciudad, se contó con el apoyo de estos marinos. El hecho está vinculado a los planes de Fidel Castro de traer una expedición armada desde México. Junto con la recaudación de fondos para financiar al grupo expedicionario, el Movimiento en Cienfuegos envió a México al ex oficial de la Marina de Guerra, Roberto Roque Núñez, quien sería el piloto del “Granma”; pero el 30 de noviembre de 1956 no pudo contarse con la ayuda de los marinos por haber sido acuartelados previamente por la dictadura, y sólo se realizaron algunas acciones locales con los combatientes civiles. Rigoberto García Flores fue apresado, torturado y obligado a abandonar la ciudad.
Un segundo intento estuvo a punto de producirse. Lo organizó en Cienfuegos el nuevo Coordinador del Movimiento, Emilio Aragonés Navarro que madura un plan para desarrollarlo en el mes de abril de 1957 y lo comunica a Frank País, para luego ser aprobado por Fidel. Consiste en tomar las armas de la base naval de Cayo Loco con la ayuda de los marinos aliados del M-26-7, y con ellas y un grupo de hombres, marinos y combatientes del Movimiento, ir a un lugar prefijado en las montañas del Escambray, relativamente cercanas a Cienfuegos, y abrir allí un Segundo Frente. No puede llevarse a cabo en abril y se planifica para el 28 de mayo. En la noche del 27, la Policía y el Ejército de la tiranía irrumpen en una casa del reparto Buenavista donde están acuartelados 35 dirigentes del M-26-7 en Las Villas, procedentes de los distintos municipios. Los capturan a todos.
Otros grupos de combatientes acuartelados se disuelven y no son detectados. También logran abandonar la ciudad los dirigentes nacionales Haydée Santamaría, Javier Pazos y otros de la dirección provincial de Las Villas que se encontraban en casa de Aragonés. A pesar de las torturas, el grupo de “los 35” no delata la acción y esta se preserva aunque se pospone.
En el mes de junio, días antes de caer asesinado en su Santiago natal, Frank País envía a Santa Clara, para reforzar la dirección del Movimiento en la provincia de Las Villas, a un hombre de su confianza, Julio Camacho Aguilera, (“Jacobo Jordán” en la clandestinidad) para que estuviera junto a los compañeros de Cienfuegos en el desarrollo del plan. Así mismo van allí Raúl Perozo “El Capitancito”, con la misión de organizar milicias en Las Villas, y el experimentado Octavio Louis Venzant, “Vegerano”, para atender el trabajo sindical. Además, Frank le entregó a Camacho el auto de trabajo que usaba en Santiago de Cuba, un Dodge Coronet, verde-azuloso, que fue uno de los vehículos que penetró en Cayo Loco al amanecer del 5 de septiembre. Todo esto revela la importancia que la dirección de la Revolución otorgó al plan cienfueguero. Pero además, así fue reconocido por el Comandante en Jefe, cuando en la conmemoración del XX Aniversario del 5 de septiembre, en discurso ante el pueblo cienfueguero expresó:
“Más adelante, cuando nosotros luchábamos en la Sierra Maestra, persistió la idea de producir un alzamiento en Cienfuegos, con el apoyo de un grupo de marinos revolucionarios, para organizar después un frente en las montañas del Escambray, para constituir un segundo frente guerrillero. Se pensó primero en el mes de abril; no fue posible. Se planificó después para el 28 de mayo de 1957, y estuvo muy próximo a ocurrir el levantamiento. Nadie es capaz de imaginar la extraordinaria ayuda que habría significado para los combatientes de la Sierra Maestra, el alzamiento programado para el 28 de mayo y la apertura de un frente guerrillero en las montañas del Escambray. Y eso era perfectamente posible. Y en ese Cayo había alrededor de 300 armas, más armas que las que nosotros poseíamos en ese momento en la Sierra Maestra. Digamos que realmente la idea era correcta, y más que correcta, brillante, que los cienfuegueros se hubiesen levantado junto a los marinos de Cayo Loco y hubiesen marchado hacia las montañas del Escambray(…) Para nosotros eso habría constituido una ayuda extraordinaria(…) Si ese mismo día o al día siguiente se hubiese producido ese alzamiento planificado, es posible que la guerra revolucionaria hubiese durado mucho menos tiempo. Pero por aquel hecho fortuito, azaroso, de la detención de los 35 compañeros del Movimiento 26 de Julio, la acción quedó pospuesta y el grupo de marineros siguió trabajando en coordinación con la dirección del Movimiento 26 de Julio de Las Villas y de Cienfuegos”.
El coordinador del Movimiento, Emilio Aragonés Navarro tuvo que asilarse pero alrededor de un mes después los revolucionarios cienfuegueros estaban reorganizados bajo la jefatura de Pedro Aragonés Mayor “Totico”, que contaba como jefe de acción y sabotaje con Pedro Olascoaga Vázquez, “Puyín”. Entre tanto, ocurrida la muerte de Frank País en Santiago, quedó en la dirección del Llano, el compañero Faustino Pérez que ante los vínculos con militares de distintas instituciones, desafectos al régimen, iniciada por Frank, logró hacia el mes de agosto de 1957 darle una conformación nacional al plan de alzamiento. La nueva idea era atacar el Palacio Presidencial y al Campamento de Columbia para dar inicio a ese alzamiento nacional al que contribuirían los hechos que ocurrirían en otros lugares del país, entre los que estaba presente el plan local de Cienfuegos, que se incluiría como un hecho más en el contexto abarcador de la isla, en apoyo al nacional.
En la tarde del 4 de septiembre, después de contactar con Faustino Pérez, partieron desde La Habana para la provincia de Las Villas con la orden de alzamiento, Julio Camacho Aguilera, Dionisio San Román, un alférez licenciado por sus actividades conspirativas contra la tiranía, que estuvo destacado en Cayo Loco años antes, y otros compañeros, que entrarían en dos autos en Cayo Loco a las seis y cuarto de la mañana, inmediatamente después de que los conspiradores en esa instalación se apoderaran en silencio de la Base Naval y colocaran las postas convenidas.
Inmediatamente concurrieron a Cayo Loco, alrededor de las 6:30 am, entre 40 y 60 combatientes civiles del Movimiento que estaban acuartelados en diversos lugares de la ciudad, y otros que, avisados por sus células, salieron directamente de sus hogares. Todos recibieron armas. La mayor parte de la marinería de la estación naval se sumó al alzamiento, y los jefes y marinos que no apoyaron el hecho quedaron retenidos en los calabozos de la instalación. Patrullas mixtas de marinos y milicianos del M-26-7 salieron por toda la ciudad a cumplir las diversas misiones asignadas. Entonces ocurrió lo impensado. El pueblo cienfueguero, los hombres humildes, empobrecidos, humillados, preteridos, sin trabajo, sin posibilidades de educación y de atención de salud para sus familias, revolucionarios y resueltos, acudieron en masa a las instalaciones de Cayo Loco. Eran cientos de gente humilde del pueblo que iban en busca de armas para luchar contra el régimen dictatorial. Se colocaban a las órdenes de su vanguardia política: el M-26-7 y las armas les fueron entregadas.
En las calles resonaban los vivas a la Revolución y a Fidel Castro, con estas armas se tomaron la Unidad de la Policía Marítima, y tras un breve combate armado, la Unidad de la Policía Nacional frente al Parque Martí. Con ellas se capturaron y desarmaron a soldados y policías en puntos de la ciudad. Con ellas ocurrió el primer encuentro con una perseguidora policial en la Calzada de Dolores en que resultaron abatidos los cuatro primeros aforados vestidos del azul policial. Un soldado, escolta del jefe del Ejército, había caído poco antes. No fue posible tomar el cuartel del Ejército, pero los soldados se encerraron y quedaron custodiados por el pueblo armado que mantenía su empuje contra las posiciones enemigas y señoreaba en la ciudad.
En el resto del país las acciones previstas no se produjeron como consecuencia de la decisión inconsulta y a última hora de los altos mandos de la Marina, nacionalmente, comprometidos con el alzamiento. El cambio de fecha no fue comunicado a la dirección del Movimiento. Por tanto, pequeñas células de revolucionarios en La Habana y en Santa Clara se lanzaron también, según lo convenido, y pagaron su cuota de sangre generosa. Mientras en el resto del país todo permanecía en calma relativa, en una ciudad importante del centro-sur de la isla, el pueblo en armas comenzaba su odisea. Las emisoras radiales nacionales mantenían su habitual programación y este era el primer indicio del fracaso de la sublevación nacional.
Sin apoyo ni avisos de otras guarniciones militares, Dionisio San Román, jefe militar de la sublevación, de formación típicamente académica, no aceptó la indicación del jefe político del alzamiento, Julio Camacho Aguilera, experimentado conspirador y luchador, de retomar el plan original cienfueguero de ir al Escambray a abrir un frente guerrillero. El Comandante Ernesto Che Guevara, en su artículo Un año de lucha armada (“Obras”, Tomo I, págs. 351-352) lo analizó así: “Juega aquí, evidentemente, un papel importante el poco valor dado por los militares de academia a la lucha guerrillera, la falta de fe en la guerrilla como expresión de lucha del pueblo. Y fue así como los conjurados, pensando probablemente que sin el auxilio de sus compañeros de armas estaban derrotados, decidieron sostener una lucha a muerte en los estrechos límites de una ciudad, de espaldas al mar, hasta ser prácticamente aniquilados por la superioridad del enemigo que movilizó cómodamente sus tropas convergiendo sobre Cienfuegos”. San Román entonces aborda el guardacostas 101 al parecer para hacer contacto con otras unidades navales. Fue apresado antes de salir de la bahía, remitido prisionero en un avión Catalina de la Marina de Guerra hasta la Capital, y allí terriblemente torturado no identificó a ninguno de sus compañeros. Fue asesinado, y su cadáver lanzado en la bahía habanera desde una lancha de la Policía Marítima. Es un mártir de la Revolución.
El régimen batistiano concentró sus fuerzas sobre la ciudad sitiada. Ante el aviso de la llegada del Tercio Táctico del Ejército, procedente de Santa Clara, los combatientes ocupan los edificios principales de los alrededores del Parque Martí. A las doce del día esas tropas enemigas irrumpen en el lugar desde dos puntos y cuando están en el centro de las dos manzanas, resultan diezmados. Se retiran con numerosas bajas entre muertos y heridos, entre los que se incluye el propio coronel jefe de esa fuerza. Llega la primera escuadrilla de aviones que a muy baja altura recorre la ciudad y aterroriza a la población, se les dispara con antiaéreas desde Cayo Loco y con ametralladoras desde el Parque Martí. Los pilotos lanzan sus bombas al mar, cerca de la Base Naval, no ametrallan a la población; responden a los complotados y no obedecen las órdenes de la dictadura. A su regreso a las bases serán detenidos, juzgados y condenados. En abril de 1961, algunos serán héroes de Playa Girón y otros, mártires.
En el mediodía del propio 5 de septiembre, ya es evidente para muchos revolucionarios armados el fracaso del plan del levantamiento nacional. En varios reductos insurgentes el número de civiles y militares va disminuyendo. Muchos se marchan considerando abortado el movimiento armado nacional. Otros se mantienen combatiendo en las trincheras rebeldes. Se refuerzan las posiciones del Parque Martí. El centro de la ciudad deviene principal escenario de los combates. En la tarde regresará una nueva escuadrilla de aviones. Ahora los pilotos serán un hijo del jefe del Ejército, Tabernilla, y otros esbirros. Estos sí bombardean Cayo Loco y causan enormes estragos. Y para castigar al pueblo sublevado, ametrallan con sus calibres 50 a ocho barrios de la ciudad, causando en todos ellos muertes, heridas y mutilaciones a numerosas personas, fundamentalmente mujeres y niñas de la población civil. Se mantienen las posiciones en los fuertes edificios que rodean el Parque Martí. Hacia allí se trasladan, desde Cayo Loco, Julio Camacho, “Totico”, Raúl Coll y otros dirigentes del alzamiento con un grupo de combatientes para llevarles municiones, pero ya todo está rodeado por el Ejército que procede de varias provincias del país. Entonces tienen que deambular, al fin se trasladan en un bote para salir de la bahía, no pueden hacerlo y regresan a la ciudad de noche, se ocultan hasta que el M-26-7 logra extraerlos días después.
Las fuerzas de la dictadura recuperan Cayo Loco y un número considerable de sublevados resulta prisionero. Poco a poco el régimen castrense va recuperando posiciones. Cae la jefatura de Policía Marítima y cuando el jefe va a retomar la Estación de la Policía Nacional perece en el encuentro. El cerco se estrecha en torno al Parque Martí. La Estación de Policía, Nacional, el Ayuntamiento, el Tostadero de Café El Sol, la Casa del Fundador de la ciudad y el Colegio San Lorenzo… quedan como principales bastiones de la resistencia popular, pero están rodeados por fuerzas militares de tres provincias y algunas otras unidades. Incluyen tanques y artillería pesada. La superioridad de las fuerzas del tirano va reduciendo los focos de resistencia rebelde; quedan francotiradores en algunos barrios quienes irán abandonando sus posiciones según pueden hacerlo. Sobre las diez de la noche, cae la jefatura de Policía Nacional. Son asesinados todos los combatientes que quedaban dentro, ya sin balas. Igual suerte correrán, al día siguiente, los que defendían el edificio del Ayuntamiento. Los parapetados en el Tostadero de Café y en la Casa del Fundador, logran escapar. Queda solo el Colegio San Lorenzo con sus fuertes columnas. Ya en la tarde-noche los combatientes civiles, siguiendo los consejos del alférez Dimas Martínez, quien dirige la defensa del lugar, logran romper el cerco de la tiranía y escapan por techos. Una docena de marinos permenecen con Dimas, quien sostiene que sus vidas serán por ser militares serán respetadas sus vidas. Ignora que ya el tirano Batista ha trasmitido su orden tajante: “No quiero ni heridos ni prisioneros”.
En las primeras horas de la madrugada del ya día 6 de septiembre, la jauría asesina irrumpe en el edificio. Todos sus defensores serán asesinados. Si la represión salvaje, como de ciudad invadida por un feroz enemigo, no ocasionó más víctimas fue debido al heroísmo de la población que abrió sus hogares para ocultar combatientes y ayudarlos a escapar. La solidaridad del pueblo salvó numerosas vidas de rebeldes. Esos hogares fueron también trincheras contra el régimen castrense.
El epílogo no se escribió ese día. Quedó demostrado el resquebrajamiento de aquella pretendida “unidad monolítica de las Fuerzas Armadas” de que alardeaba el dictador. Se abrió un enorme abismo entre esos cuerpos militares. El salvajismo de la represión, las horas de horror vividas por una población ametrallada, registrada, saqueada, maltratada, agredida, humillada, agudizó el odio contra el tirano y su cohorte de asesinos y la evidencia de su barbarie elevó el espíritu de lucha popular. Esa población saboreó por algunas horas el triunfo, el poder del pueblo armado, de la Revolución triunfante y resultó acicate para prolongar ese estatus. El levantamiento popular, que hizo decir a Julio Camacho que “el verdadero héroe fue el pueblo de Cienfuegos” demostró que la población estaba harta de ese régimen opresor. Fue escalón, en suma, para ascender al primero de enero de 1959.
La prensa internacional y sus agencias controladas por Estados Unidos mintieron al mundo y calumniaron a los revolucionarios desde sus primeras versiones. Pero la verdad se abrió paso y los pueblos aprendieron. También los revolucionarios. Por eso vive y vivirá eternamente el cariño y agradecimiento a los héroes y mártires y a las ideas de la Revolución que defenderemos siempre.
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