Henry Reeve: de allí, de Yaguaramas

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“¿Usted, de dónde es?”, le preguntaron en la Junta Cubana de Nueva York.

“De allí donde se muere”, respondió.

El 4 de agosto de 1876, hace 140 años, murió Henry Reeve (El Inglesito) luego de que su tropa fuera sorprendida en la llanura de Yaguaramas por fuerzas españolas. Allí le mataron el caballo y lo hirieron en un hombro, una ingle y el pecho, antes de dispararse él mismo en la sien derecha.

Su ayudante Rosendo García cuenta que le ordenó retirarse tras la primera embestida mambisa, pero él se mantuvo en pie, con el machete en una mano y el revólver en otra, como lo había hecho durante el rescate de Sanguily, el combate de Yucatán y la acción de Soledad.

De origen neoyorkino, muy joven formó parte de las filas antiesclavistas en la Guerra de Secesión de Estados Unidos. Allá conoció del alzamiento en La Demajagua y se alistó en la expedición del vapor Perrit, que trajo a Cuba unos 200 revolucionarios, entre ellos 80 norteamericanos.

Llegó al país el 4 de mayo de 1869 y el 27 del propio mes resultó capturado por los españoles en el combate de Las Calabazas. Sometido a la pena de fusilamiento en masa, recibió cuatro balazos que debieron despedazarle el cráneo y atravesarle el pecho.

“No hicieron sino herirlo levemente en la cabeza, dejándolo sin conocimiento, entre los cadáveres de sus infortunados compañeros. La noche refrescó sus heridas, el joven volvió en sí y a la ventura, un extranjero en tierra extranjera”, narró el coronel mambí Fernando Figueredo.

Sangró dos días en la manigua, hasta ser encontrado por un grupo de insurgentes que lo curó y acogió en su campamento. Luego se trasladó al Estado Mayor del general estadounidense Thomas Jordan, bajo las órdenes del canadiense William O’Ryan. Más tarde integró la caballería de Camagüey, al mando de Ignacio Agramonte, quien lo ascendió al grado de brigadier.

“Necesito un segundo en Camagüey y, desgraciadamente, entre los muchos jefes superiores que hay en el departamento de mi mando, no encuentro uno que reúna las aptitudes indispensables que concurren en este jefe para secundarme. El Comandante Reeve, con sus relevantes cualidades, se hace acreedor de toda mi confianza, y creo mi deber prevenir al gobierno de la República favorablemente hacia este joven extranjero”, aseguró El Mayor.

En el combate de Santa Cruz del Sur lo hirieron en la pierna de derecha, lesión que lo obligó a utilizar varillas de metal y cueros para sostenerse sobre el caballo. Casi inválido, participó en la invasión con  el encargo de cruzar Las Villas. Quemó ingenios, ocupó poblados, llevó la tea incendiaria a Matanzas y peleó hasta  agotar sus 26 años.

Los españoles lo sepultaron en el Cementerio de Reina, dicen que en una tumba anónima aún desconocida. En ese viejo camposanto descansa su cuerpo, pero su estirpe quedó en Yaguaramas, allí donde murió.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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