Un evento de resiliencia cultural

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En Cuba, ningún otro evento del panorama cultural pone a disposición del público una cartelera tan variada, intensa y rica como la Feria del Libro. Su capítulo 31 se leyó en Cienfuegos con grandes expectativas e incertidumbres, a saber, del curso y desenlace de este certamen, signado por el cúmulo de carencias que vive el país, con limitaciones importantes en la producción editorial.

Sin embargo, las adversidades devinieron trampolín para la capacidad de resiliencia del sistema institucional de la cultura en la provincia que, en términos generales, logró la materialización de una cita digna, pese a las insatisfacciones en la venta de libros, y especialmente con los precios elevadísimos de algunos textos.

Casi 700 novedades literarias de factura nacional se comercializaron en las 22 carpas instaladas en el parque Martí y en áreas del Corredor de Santa Isabel y el Parque de la Aduana, en la ciudad cabecera, junto a otros 4 mil títulos de los fondos existentes en el territorio. Unido a estas opciones, trascendió por primera vez la participación de diez casas libreras internacionales, procedentes de Colombia, Panamá, Perú, España y otros países.

La presencia foránea no solo constituyó uno de los hitos de la más reciente edición de la Feria del Libro en Cienfuegos; generó también mucha polémica por el alto costo de sus textos. Si bien los lectores ponderaron la calidad física de los volúmenes en oferta, para la gran mayoría resultaron inasequibles. Mientras las tarifas de los títulos nacionales rondaban entre los diez y 100 pesos cubanos —según reportes de prensa—, los precios de los expositores extranjeros nos recordaron que, al margen del universo imaginario de la literatura, palpita el mundo real y duro de la inflación.

No obstante, cabe resaltar que fue una alternativa saludable y necesaria para dotar de vitalidad a esta fiesta de la cultura, en tanto permitió acercarnos a la industria del libro y a sus maneras renovadoras de posicionarse en un mercado cada vez más difícil para la subsistencia de los formatos tradicionales. Con vistas a futuras ediciones, precisa evaluarse mejor la inserción armónica de dichas editoras, en función de solventar contrastes muy marcados.

Dentro de este panorama, la nota sobresaliente fue el programa de actividades concebido, el cual aportó una identidad propia al certamen literario en Cienfuegos. Junto a los espacios ya acostumbrados como el Pabellón infantil Tesoro de papel y la peña juvenil Dios y los locos, otros dieron un gran salto por el alcance de sus propuestas.

Así sucedió, por ejemplo, con Leer la historia, liderado por Orlando Félix García Martínez, presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en la provincia, donde confluyeron varios de los intelectuales más lúcidos de la Perla del Sur. Similar protagonismo consiguió el espacio cedido a la décima, a cargo de Alberto Vega Falcón, Premio Nacional de Cultura Comunitaria, quien presentó en esta oportunidad su volumen Primo Gordo, una compilación de estampas guajiras publicadas en el Montañés, órgano de la Editora 5 de Septiembre.

El programa profesional, con la moderación del escritor y dramaturgo Atilio Jorge Caballero Menéndez, destacó por su hondura reflexiva y la aproximación a temas actuales como la poesía y narrativa contemporáneas cubanas, y la literatura en las nuevas tecnologías. Además, reunió a significativas figuras de las letras en la nación, entre ellas a Araceli García Carranza Bassetti —autora homenajeada por el evento junto a Julio Travieso Serrano—, a quien Cienfuegos rindió honores por sus aportes al desarrollo de la bibliotecología insular.

Tampoco puede eludirse el impacto de las acciones colaterales que incluyeron conferencias, charlas, paneles y presentaciones de libros en escuelas de distintos niveles y tipos de enseñanza, así como en sedes universitarias, empresas, organismos, industrias y barrios vulnerables. Esto devino expresión de la voluntad política del gobierno cubano por hacer de la cultura un bien común y no un privilegio de pocos.

Dedicado aquí a los 60 años del Centro Dramático de Cienfuegos, el capítulo sureño de la Feria del Libro cerró sus puertas con un balance positivo, asido fundamentalmente a la creatividad y resistencia de artistas, escritores e intelectuales en un contexto económico muy complejo. Ellos llenaron todas las páginas vacías.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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