La garza amistosa

Las veces que la he visto ha sido en horas de la tarde, mientras el sol comienza ponerse. A eso de las seis, una garza blanca — medianita y elegante, con el cuello en forma de signo de interrogación — aparece con la calma de quien conoce de memoria su territorio. Vuela a saltos y camina. Lo hace como si supiera que no hay prisa, que su pan vespertino está por llegar.

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