Sabia advertencia a un mundo deteriorado
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Cual visionario que fue, Fidel constituyó uno de los primeros pensadores en alertar sobre el peligro que podría cernirse sobre la especie humana, como consecuencia de la destrucción del medio ambiente.
Desde apenas nacida la Revolución, en fecha tan temprana como en 1960, el estadista cubano ya refrendaba su pensamiento medioambientalista, cuando en su discurso del 15 de enero de ese año en la Sociedad Espeleológica de la Academia de Ciencias expresaba que “Es interesante la geografía, porque es el escenario donde vive el hombre. Y el hombre tiene que ser necesariamente más interesante todavía que la propia naturaleza donde vive”.
Algo más adelante, durante su discurso en las honras fúnebres del científico francés Andre Voisin, en diciembre de 1964, el líder histórico de la Revolución cubana afirma en palabras de claro trasfondo marxista que “(…) El hombre transforma la naturaleza a medida que se desarrolla, a medida que crece su técnica; el hombre revoluciona la naturaleza, mas la naturaleza tiene sus leyes, y la naturaleza no se puede revolucionar impunemente”.
Fidel fue un férreo defensor del cuidado de la naturaleza y del futuro de la humanidad. Reclamó en cada escenario la necesidad de un modelo de desarrollo sostenible, sin esas agresiones a la ecología, causantes de los grandes fenómenos meteorológicos que hoy afrontamos.
Para nuestro Comandante en Jefe la conservación del medio ambiente resultó siempre una de sus máximas aspiraciones. Así lo exteriorizó, también, en muchos eventos o comparecencias en el exterior, como por ejemplo la desarrollada en la Universidad de Ciencias Agrícolas de Godollo, Hungría, en una fecha tan significativa para el tema en cuestión como el 5 de junio.
Ello aconteció en 1972 y allí el presidente cubano expresó: “En la sociedad, en la humanidad actual hay una gran destrucción de recursos naturales. (…) Todavía no está resuelto ni mucho menos cómo la humanidad va a encontrar fuentes sustitutivas de esa energía, y hoy se destruye el petróleo como antes se destruyeron los bosques”.
Cuatro años más tarde, en medio de su discurso pronunciado en la sesión solemne de constitución de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 2 de diciembre de 1976, consideraría lo siguiente: “El socialismo puede salvar a la humanidad de los peligros espantosos que la amenazan: agotamiento de los recursos naturales que son limitados, contaminación progresiva del medio ambiente, crecimiento descontrolado de la población, hambres desoladoras y guerras catastróficas”.
No obstante la rotundez de sus palabras, quizás no son muy conocidas estas, manifiestas, para 1985, en el discurso de clausura del Foro Nacional de Piezas de Repuesto, equipos y tecnologías de avanzada: “Entre los enormes daños que el capitalismo ha hecho a la humanidad, no solo está el Tercer Mundo, no solo está el mundo subdesarrollado, no solo están los miles y miles de millones de gente que viven en la pobreza —y en una pobreza que crece, en una pobreza cada vez mayor—, sino que ha deteriorado la naturaleza, ha destruido el medio ambiente, ha creado problemas gravísimos, ha descuidado los bosques, ha descuidado los suelos, ha contaminado los mares, los ríos, la atmósfera; ha creado los problemas con la capa de ozono, ha creado los problemas del efecto invernadero que muchos científicos dicen que es ya irreversible, el fenómeno del calentamiento de la tierra por exceso del consumo de combustibles fósiles”.
Aunque a lo largo de su vida, el líder cubano aludió al tema innumerables veces, considero que las anteriores palabras se conectan mucho con el espíritu del discurso pronunciado por el Comandante en Jefe en Río de Janeiro, en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, el 12 de junio de 1992.
En este documento —más que un simple discurso un impresionante alegato a favor de la vida en la Tierra—, el extraordinario pensador que fue Fidel señaló:
“Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad”.
En tan magno momento, también sentenció; “(…) todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología. Decenas de millones de hombres, mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a consecuencia de esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales. El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y propician la destrucción del medio ambiente”.
A Río acudió el Comandante en Jefe para llevar la voz de Cuba. Un total de 116 mandatarios mundiales se reunieron allí. La reunión de más jefes en toda la historia. Desde el inicio Fidel estuvo escuchando con atención. Cuando llegó el turno de Cuba, la presencia del líder inundó la sala. Su discurso de poco menos de cinco minutos fue el más aplaudido de todos, según reconoció sin excepción la prensa mundial.
La conciencia en favor de actuar con urgencia en favor del medio ambiente y la Cumbre fueron, según Fidel, la convicción cada vez más extendida de que si no se toman a tiempo las acciones imprescindibles el hombre se encuentra ante el incierto umbral que puede significar la destrucción de toda la vida en el planeta.
Hoy, cuarenta años después de su discurso en la denominada Cumbre de la Tierra, las palabras de Fidel pueden verse como una guía de acción —vigente aunque no puesta en práctica, debido a la avaricia de los poderosos–, para salvar al planeta: “(…) No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre”.
Aquellas palabras se mantienen en el tiempo como una sabia advertencia a un mundo que se enfrenta hoy a fenómenos naturales cada vez más extremos, a causa del calentamiento global.
Ese legado cobra aun más relieve al provenir de un pequeño estado insular que refrenda todas las convenciones internacionales sobre el tema y consolida una política ambientalista de principios y sostenibilidad; mientras sin embargo los Estados Unidos, el país más contaminador del mundo, por el contrario, se retira del Pacto de París, del Protocolo de Kyoto y de toda instancia que entrañe la salvaguarda del medio ambiente.
Ante las urgencias del drama ecológico que representa el cambio climático y sus riesgos asociados, fiel al legado del pensamiento ambientalista de Fidel Castro, Cuba adopta un plan de estado que responde a la denominación de Tarea Vida, el cual representa un mecanismo de acción, por plazos, para mitigar, en todo cuanto esté al alcance de la Isla, los efectos del cambio climático.
El pensamiento de Fidel, tanto en el discurso de marras de 1992 como en todo su decálogo medioambientalista de décadas, debe emplearse, tal como se hizo con la Tarea Vida, como referente en la formación de conocimientos, convicciones, actitudes y conductas responsables sobre el imperativo de proteger el medio ambiente y desarrollar tanto una conciencia como una cultura ambiental.
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