Los caminos de la libertad: el frustrado alzamiento de “los 35 de Buenavista”

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A 65 años de aquella muestra de firmeza revolucionaria, rindamos el homenaje merecido a los protagonistas

Tras el fracaso del intento de toma del Distrito Naval del Sur en Cienfuegos por el Movimiento 26 de Julio, volverían días de una tensa espera. Con invariable disposición aguardaban nuevas órdenes tanto los marinos revolucionarios del cabo Santiago Ríos y el sanitario Francisco del Sol, como los civiles complotados de la ciudad portuaria y los municipios sureños. Vale recordar que los imprevistos de última hora influyeron en la decisión de posponer la acción revolucionaria del llamado “Sábado de Gloria” de abril de 1957. En todos los antibatistianos involucrados en la conspiración se mantuvo la disposición de seguir adelante en los planes de atacar el enclave naval.

A la Jefatura del “26 de Julio” en Cienfuegos, encabezada por Emilio Aragonés y Aldo Margolles, le resultaba complejo y muy peligroso mantener articulado bajo las condiciones de la lucha clandestina, un plan de sublevación con la participación de los marinos revolucionarios. Los cuerpos de Inteligencia Militar de la tiranía habían reforzado la vigilancia en todo el país después del fracasado ataque al cuartel Goicuría por miembros de la organización auténtica, y sobre todo, del frustrado asalto al Palacio Presidencial, efectuados por comando del Directorio Revolucionario Estudiantil.

En estos días, los líderes nacionales del M-26-7, Frank País y Faustino Pérez, trataban de reforzar el apoyo a la lucha guerrillera en la Sierra Maestra con el envío de avituallamiento, armas, pertrechos y hombres, pero sin descartar la posibilidad de establecer un nuevo frente armado en la cordillera del Escambray. El propio líder cienfueguero Emilio Aragonés le envió a la Sierra Maestra una carta a Fidel Castro con Javier Pazos explicándole la idea del foco guerrillero.

A inicios de mayo de 1957 Aragonés y Margolles refuerzan los contactos con la dirección provincial del M-26-7 para llevar a vías de hecho el levantamiento popular, que en esta ocasión tendría como objetivo principal abrir el nuevo frente guerrillero en el territorio cienfueguero de las montañas del Escambray. Un importante paso lo constituyen los recorridos por las zonas rurales de San Blas, Cuatro Vientos, Mayarí, El Naranjo, Hanabanilla, Rancho Capitán, El Nicho y Crucecitas, entre otras, para ubicar los lugares con posibilidades de establecer campamentos de los rebeldes. En los poblados de Manicaragua, La Moza, Barajagua, Cumanayagua y La Sierrita, se establecen importantes contactos bajo la más estricta compartimentación, con influyentes personas de la organización fidelista.

Los preparativos eran seguidos de cerca por Frank País y Faustino Pérez. La acción planificada incluía la movilización de un grupo de fogueados luchadores clandestinos de diferentes ciudades y poblados de la antigua provincia de Las Villas. En la fábrica de hielo de la barriada obrera de Reina se escondió un lote pequeño de armas destinadas a la acción: cuatro M-1, un fusil Johnson y una subametralladora Thompson. En la casa ubicada en la calle de Cid número 19, Emilio Aragonés estableció el cuartel general de la acción.

A fines del mes de mayo llegaron a Cienfuegos Haydée Santamaría y Javier Pazos, enviados por la dirección nacional del M-26-7. Casi al mismo tiempo arribó a la Perla del Sur Osvaldo Rodríguez Ayala, miembro de la jefatura provincial del “26 de Julio”. La idea era llegar a las seis de la mañana del día 27 a la angosta entrada de Cayo Loco, donde el cabo Ríos los recogería una vez rendida las postas principales. Inmediatamente, avanzarían sobre la instalación militar los miembros del “26 de Julio” acuartelados en la casa de Pedro Olascoaga; en los domicilios de Norma Acosta y Ofelia Olascoaga; en el bar la Lonja, propiedad de Félix Aguada; los portales de la tintorería de los padres de Francisco Escobar, jefe del grupo de acción conocido como “Los Pelucones de la Calzada de Dolores” y otros lugares de la ciudad. Los miembros de la llamada Resistencia Cívica encabezados por Osvaldo Dorticós, J.A. “Bebo” Cabrera y Carmen Lavandero, convocaron a sus integrantes para la casa del matrimonio del Dr. René Otazo y Flavia Sánchez Manduley.

El 27 de mayo, muy temprano en la mañana, comienzan a arribar a Cienfuegos los revolucionarios de Palmira escogidos por Rafael Marín y los de Abreus-Rodas seleccionados por los hermanos Raúl y Oscar Curbelo. También llegan los ocho procedentes de Vega Alta, en Camajuaní, trasladados por Tomas Muñiz; los de Cruces, Santa Clara, Cabaiguán, Sancti Spíritus y Sagua la Grande, atendidos por Gilberto González y los villareños escondidos en La Habana recibidos por Vicente “El Chino” Espinosa en el servicentro de la compañía Shell, en la Calzada de Dolores. Son un número significativo de revolucionarios villareños los que confluyen en Cienfuegos para participar en el levantamiento.

Poco antes de iniciar la acción, el cabo Santiago Ríos constata la imposibilidad de colocar en las postas claves del Distrito Naval marinos de su confianza. De esa manera resulta imposible iniciar la acción a la hora prevista. Muy molesto le comunica al mando revolucionario la situación. Entonces se decide desarrollar el plan de ataque a la guarnición naval en el próximo cambio de las postas ese propio día. En la práctica todo el plan debía ocurrir alrededor de doce horas después. Entonces se decide alquilar, por Emilio Aragonés, con el apoyo del resto de los dirigentes, una casa en el reparto Buenavista para acuartelar a los fogueados combatientes del “26” del resto de Las Villas. Al anochecer, las fuerzas represivas reciben noticias de esa presencia poco habitual en dicho apartado barrio residencial y organizan un operativo militar para irrumpir en el lugar.

A las mazmorras del cuartel de la Guardia Rural fueron conducidos 35 revolucionarios. Se frustraba el levantamiento por un azaroso golpe de suerte de las fuerzas represivas. Ninguno de los luchadores, sometidos a torturas, flaqueó.

Los revolucionarios acuartelados intentan eludir el cerco. Rodolfo de las Casas y Félix Hurtado Manso, con las únicas armas cortas que poseían, intentaron impedir la detención y tratan de abrirse paso. Una lluvia de balas de ametralladoras, fusiles y armas cortas acalla la resistencia rebelde. A las mazmorras del Cuartel de la Guardia Rural fueron conducidos 35 revolucionarios.

Nuevamente, se frustraba el levantamiento por aquel azaroso golpe de suerte de las fuerzas represivas. Pero ninguno de esos revolucionarios, sometidos a disímiles torturas y maltratos, flaqueó. Nadie articuló una sola palabra acerca de las orientaciones recibidas de sus dirigentes del M-26-7. Emilio Aragonés, Aldo Margolles, Osvaldo Rodríguez Ayala, Javier Pazos, Haydée Santamaría y muchos combatientes acuartelados, tuvieron que abandonar la ciudad debido a la represión policíaca. Otro número significativo fue detenido sin pruebas. Las pesquisas policiales no pudieron establecer los nexos entre las células del M-26-7 en los sectores civiles y las de las fuerzas militares. Los complotados de la Marina de Guerra en Cayo Loco nunca fueron descubiertos y continuaron su actividad clandestina.

A 65 años de aquella muestra de firmeza revolucionaria protagonizada por los llamados “35 de Buenavista” rindamos el homenaje merecido a los protagonistas.

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Orlando García Martínez

Escritor, historiador y presidente de la filial cienfueguera de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)

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