La Tierra es una sola

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Como ha subrayado múltiples veces el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), nuestro planeta está enfrentando varias y dramáticas emergencias: el clima, el desgaste del hábitat y la contaminación. Lograr vencer estos peligros exige cambios radicales, no solo en las rutinas económicas y sociales, sino también en el modo de asumir una conciencia ambientalista que permita sanar a la Tierra. Justo, el 5 de junio se procura sensibilizar a la comunidad mundial en torno a la urgencia de proteger nuestros ecosistemas y suscitar el respeto al medio ambiente. Aprovechando la ocasión, el aguadense Arcadio Tomás Capote Cabrera y su colega Rubén Peña Balmaceda ofrecen para el disfrute público una muestra visual sobre el tema en el Museo de las Artes del Palacio Ferrer, intitulada Una sola tierra, slogan central del año 2022.

Obras concebidas por Arcadio Tomás Capote.

No ha de asombrarnos que ambos artistas presentasen una oferta como esta. Arcadio Tomás y Rubén, colaboradores habituales y miembros del grupo Ktey, durante muchos años han insistido en solidarizarse con la naturaleza, ese entorno del que depende la supervivencia humana, al tiempo que asidero de experiencias estéticas. Para ser más puntuales, pudiéramos aseverar que sondos de los cultores sureños más pródigos en el llamado arte ambiental, toda vez que sus creaciones trasforman artísticamente el medio ambiente natural, especialmente a través de sus obras escultóricas, si bien sus materiales no son propiamente naturales ni propugnan el reciclaje. Baste rememorar algunos de sus piezas o conjuntos, por lo general con temas fáunicos, al estilo de Serpiente de Midgard, concebida en la ciudad de Nyborg, el conjunto Metamorfosis, creada igual en Dinamarca, la serie de esculturas que incluye las piezas Las cigüeñas ya no viene de París, Descanso y Alcanzando el nido, o el elefante del estadio 5 de septiembre.

Obras concebidas por Rubén Peña Balmaceda.

Una sola tierra connota varios momentos en la trayectoria de Capote Cabrera y Peña Balmaceda, desde textos visuales concebidos en 1997 hasta otros inmediatos que una y otra vez intervienen en el entorno natural para enaltecer los seres que lo habitan, unas veces con algún tratamiento realista, otras abstractivistas o surrealistas, ora con materiales flamantes, como el acero inoxidable, ora con recursos más tradicionales, al modo de la madera y el mármol. En ambos hay dos líneas de producción: una para lugares específicos, otras para sitios mutables, en los primeros se sustenta la totalidad de las figuras y los componentes rurales, en los segundos el detalle y la posibilidad de los ecosistemascitadinos. En un caso u otro son entelequias que más abierta o sutilmente comprometen determinadas ideas, como la necesidad de que el hombre no dañe la naturaleza en el acto de la creación misma, de signar a la fauna como uno de los elementos que expresan su estado de salud, tratando de regresar a la naturaleza al medio ambiente urbano, incluso.

Inobjetablemente, los públicos sureños podrán deleitarse durante un mes con estas fabulaciones escultóricas que apuestan por tiempos mejores y respaldan aquella idea proclamada en 1972 por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objeto de hacer que todas las personas se conviertan en agentes activos del desarrollo sostenible y de protección del medio ambiente. A todas luces, la Tierra es una sola en el sistema solar, no tenemos otra alternativa.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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