La ternura del cisne

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El cisne es un alma que jamás muere y su canto, antes de morir, viene de la alegría que experimenta, porque va a ser liberada de su cuerpo mortal.

Pitágoras

La mujer tiene el don de vaticinar y erguir la vida, conceder los más altos goces, en tanto madre, consorte, proveedora de sortilegios y ternuras; es una suerte de cisne que comparte sus melodías con los desalentados, los que procuran la emancipación y claman por manos sensibles, prestas a superar los avatares de la existencia. No podríamos cruzar los caminos sin la ternura de las féminas, sus melodías y temperamento (algunos afirman que bastante semejante al de Venus, la diosa del deleite). La mujer es un cisne de insospechado candor, cuya alma jamás sucumbe, pues ella es la vida misma con múltiples rostros. Justo, para tributar estos sentidos y el impacto que tienen las féminas en las sociedades contemporáneas, se erige esta exposición visual, puramente característica, que aúna las voluntades del Museo Provincial de Historia y el Consejo de las Artes Plásticas de Cienfuegos, en pos de mostrar a las nuevas generaciones el patrimonio que han legado nuestras artistas.

Breve descanso (izquierda, 1923), de María del Jesús Cordero, y Flores de mi jardín (derecha, 1939), de Blanca González Simo.

La ternura del cisne es un catálogo de textos visuales atesorados por el Museo Provincial de Historia de Cienfuegos, que excluye cualquier noción de puesta museográfica como no sea la de tributar a la mujer a través de una selección de obras concebidas por artistas cienfuegueras durante poco más de un siglo de aconteceres, desde 1923 a 2023, muchas de las cuales serán sujetas a futuras restauraciones y exhibidas en el salón de las artes de esta institución. No anima a este relato curatorial los ejes temáticos, ni los entibos vanguardistas o impactos culturales (que los tienen en muchos casos), sino la presencia que han tenido las féminas en nuestra realidad artística, esencialmente las precursoras del arte pictográfico de la última centuria, quienes han abordado aquellos géneros (paisajes, retratos, bodegones, etc.) y técnicas pautadas por su época, a veces desentonando con la rígida academia.Solo dos de nuestras artistas en colección, ambas con perfiles contrapuntantes, escapan de estos signos, justo por ser hijatas de la postmodernidad: Annia Alonso Araña (Cienfuegos, 1965) (De la colección de Kiko, 2011), una de nuestras pintoras y grabadoras más prolíferas, experta en la técnica colagráfica, y Tania Madruga Pisch (Cienfuegos, 1972) (Los vendedores, 2023), fundadora del grupo Tarea al Sur (1998) y multipremiada en los salones de Arte Popular. Ambas fueron insertadas en representación del actual siglo, en calidad de invitadas.

Paisaje con palmas (1923), de Carmen Álvarez Peña.

Entre las celebridades presentes figuran: Blanca González Simo (Cienfuegos, 1888-1973) (Flores de mi jardín, 1939), la pintora más exitosa de los cincuenta primeros años del siglo XX, graduada de la Academia de San Carlos de México (1915) y mentora de casi todas las artistas cienfuegueras más notorias hasta la década de 1950; Carmen Álvarez Peña (Cienfuegos, 1906-1984) (Paisaje con palma, 1923), graduada del Colegio Teresiano y especialista en paisaje y naturaleza muerta, que a inicios de la década de 1950 aparece como vocal de la Sección de Artes Plásticas del Ateneo de Cienfuegos; María Luisa de la Peña (Cienfuegos, 1908-197?) (Aguadora y En alta mar, de 1943 y 1948, respectivamente),una de las pupilas más sensibles de la González Simo y de las escasas sureñas graduadas de San Alejandro; María del Jesús Cordero (Cienfuegos, 1906-1972) (Breve descanso, 1923), olvidada pintora de vocación realista también ilustrada por la González Simo, que llega a exponer en el Salón del Diario de la Marina de La Habana (1926) y en la Sociedad Lyceum de La Habana (1938); y Pura Carrizo Méndez (Cienfuegos, 1912-2007) (Luces y sombras, 1948), pintura y dibujante titulada en San Alejandro (1946), una de las preferidas de Leopoldo Romañach y entre las cultoras con influjos impresionistas.

Aguadora (izquierda,1924) y En alta mar (derecha, 1948), de María Luisa de la Peña.

Igual, asoman: Encarnación Rodríguez Ferreiro (Cienfuegos, 1908-1997) (Patio interior con flores, 1957), pupila de la González Simo que se gradúa en 1956 en la Academia de San Alejandro y de las primeras en concebir grabados de modo profesional; Hilda Bembibre Cano (Cienfuegos 1918-2002) (Madre e hijo y El Camino a Belén, 1971), instruida en la Escuela de Artes Plásticas Leopoldo Romañach de Santa Clara (1961); y Antonia (Ñika) Hernández (Palmira, Cienfuegos, 1900-197?) (Joven, 1958), esposa de Benjamín Duarte, autodidacta que sistematiza un primitivismo de estilo naturalista y a partir de 1954 insiste en el arte abstractivo.

La ternura del cisne es un gesto de equidad hacia una docena de artistas que signaron su época y perseveraron para que la emersión de las féminas en el arte sureño dejase de ser una utopía. La muestra no comparte las obras cúspides de estas creadoras, pero en ellas se aprecian una frescura y atributos capaces de resistir el tiempo (cualquier juicio sobre estos textos pictóricos debe ser contextualizado) y espacio. Sin dudas, estas son las principales fabuladoras que robustecieron la historia del arte local antes de 1959 y situaron a Cienfuegos como la más prolífera en cantidad de cultoras de las artes visuales después de la capital.

Luces y sombras (izquierda, 1948), de Pura Carrizo, y Patio interior con flores (derecha, 1957), de Encarnación Rodríguez.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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