La manzana-desierto

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A excepción de las dos manzanas que ocupa el parque Martí, la única cuadrícula de la ciudad vieja donde no existe siquiera una vivienda es la que delimitan el Paseo del Prado y las calles La Mar, Gacel y Dorticós, una antigua marisma que la primera planta eléctrica de Cienfuegos empleó durante muchos años como área de almacenamiento de combustible y algo así como un “cuarto de desahogo”.

Las fotos en sepia nos hablan en su lenguaje de tonos de la existencia en el lugar de un tanque para guardar el carburante que movería los generadores de la usina, y un canal que serpenteaba por esa hectárea de terreno cenagoso mientras trasladaba las aguas negras de la Zanja de Dorticós hasta embocarlas en la bahía, por donde La Mar cruzaba su camino de rieles portuarios con Gacel.

La manzana, 1947.

También revelan un muro que corría a la vera del Prado en un intento por ocultar la mancha que la manzana-desierto representaba en el urbanismo perlasureño.

En tales condiciones se mantenía el espacio de cien varas por cien, cuando en 1980 el primer Gobierno Provincial tras la División Político Administrativa de 1976, decidió darle valor de uso y así surgió un sui géneris multicentro recreativo que la burocracia, especialista en llegar tarde a los bautizos, nombró Jardín de la Juventud, cuando ya la gente cienfueguera le llamaba El Cajón, apelativo que, aunque en decadencia, todavía perdura entre los canosos.

Porque a fines de los años 90 hubo una transformación que incluyó el adosamiento de un portal corrido a lo largo del Prado y la abertura de un portón de cara a la avenida principal de la ciudad, ausente en el proyecto original.

Y de ahí vino el segundo nombre “oficial”, Tropisur, al cual alguien muy impregnado con ese provincianismo que ocasiones nos mata, osó encasquetarle el alias de “un paraíso bajo las estrellas”. Sin permiso del emblemático Tropicana.

Ligado como estaba el terreno de marras a la Planta Eléctrica de Prado y Dorticós, cuya chimenea era un punto de referencia en el paisaje citadino, no es de extrañar un detalle industrial, que contra viento y marea se empeña en poner zancadillas a los peatones que transiten la acera Norte de “El Cajón”, o sea del Tropisur, una válvula del ducto de combustible que alimentaba la industria energética.

Agradezco a José Vega, especialista del Plan Maestro de la Oficina del Conservador, que en estos días me llamó la atención sobre la existencia de esa pieza fabricada en los talleres de la Walworth, y que a mi modesto entender debiera estar en la colección del Museo Provincial. Antes que fracture alguna que otra tibia o peroné.

Obras de la zanja, diciembre de 1956.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

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