Inversión extranjera en Cuba, complejidades

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 8 minutos, 41 segundos

No pocas personas ante las complejidades de la economía cubana se preguntan: ¿Qué habría hecho Fidel en tal situación? Algunas de las cuestiones que con frecuencia provocan este tipo de interrogantes al líder de la revolución cubana Fidel Castro Ruz, aún cuando se cumplirá ya el séptimo aniversario de su desaparición física, están las asociadas con la inversión extranjera y su rol en la economía cubana.

Asociadas a las ideas acerca de la inversión extranjera, Fidel durante su conducción de los destinos de Cuba aplicó su profundo “sentido del momento histórico.” Al develar las profundas trasformaciones requeridas para levantar la economía del país desde condiciones de subdesarrollo y dignificar al pueblo, no tuvo límites para reconocer cada momento en que hizo falta “cambiar todo lo que debe ser cambiado”.

Lo anterior fue puesto en práctica al responder con la nacionalización del capital extranjero y sus grandes empresas, sobre todo las norteamericanas, en los años iniciales de la revolución para responder a las agresiones que pretendieron socavar las bases socioeconómicas para su avance, al tiempo que se pretendía desmoralizar a quienes habían tenido la osadía de enfrentársele y de romper el estatus de neocolonia  subordinado a los intereses norteamericanos que prevalecían.

Entre 1959- 1960 las nacionalizaciones pusieron fin a la presencia extranjera capitalista en su sentido clásico y tradicional asociado a la propiedad, como relación de producción que se revierte incrementada, lo cual repercutió en el afianzamiento de la propiedad social, y no se tradujo en transferencia al exterior. Se concentraron en poder del estado la masa fundamental de medios de producción y el poder económico, creando las bases para un nuevo modelo de acumulación basado esencialmente en el esfuerzo endógeno.

En ello incidieron dos elementos básicos: El carácter de las medidas adoptadas por la dirección de la revolución condujo al bloqueo económico norteamericano, al cual se sumaron los países latinoamericanos, con excepción de México, y el aislamiento de las Organizaciones Financieras Internacionales, perdiendo Cuba las relaciones con su entorno tradicional. Por tanto, renunciar a la inversión extranjera capitalista fue, además de una voluntad propia, una conducta obligada por las circunstancias.

Se abría para el país un período de negación de la presencia del capital e inversión extranjera capitalista, y de promoción de un tipo de relaciones equitativas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), con países del campo socialista, y relaciones de integración con países del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).

Los financiamientos socialistas siguieron la tendencia a internacionalizar las relaciones de producción de los países de procedencia, relaciones que se implantaron en los países receptores con las virtudes, dogmas e implicaciones de los emisores. Por otro lado, el paradigma soviético y socialista negaba la relación con el capital foráneo, unido al hecho de que la dirección del país era contraria a relaciones de este tipo, por sus efectos y negativas experiencias anteriores.

Luego de años de construcción socialista signados por el bloqueo económico y financiero de los EE.UU ante la osadía de la pequeña isla antillana que no se doblegó a sus designios y presiones, un bloqueo que no permitía la interacción con todo el mundo, sino con una parte de él, se avizoró un cierto estancamiento en el orden tecnológico, un lejanía de las tendencias del funcionamiento del mercado comercial y financiero mundial, que poco favorecía el desarrollo y lo ataba con relaciones cautivas.

Ante esas realidades, en una política dialéctica de negación de la negación, Cuba trazó el estímulo a la “Asociación económica entre entidades cubanas y extranjeras”, refrendado en el temprano 15 febrero de 1982 en el Decreto Ley Número 50, vigente hasta que fue sustituido por la Ley 77 en el 1995. Las causas y condiciones de que aquella política no alcanzara el máximo esplendor y resultados requieren otros análisis, pero a su amparo se estableció en el turismo con la firma Meliá la primera empresa mixta cubano española en los iniciales años 80 del siglo XX, exitosa y que mostró al mundo que eran posibles este tipo de relaciones.

Al proceso objetivo de globalización e interrelación económica, a finales de los 80 se suman cambios en el entorno mundial del desarrollo cubano, desaparecen el CAME y el campo socialista, disminuyen las fuentes que hasta entonces sustentan su proceso de acumulación y de equidad social, se potencia la contradicción en la tríada acumulación- financiamiento- desarrollo, lo que exige variaciones en el patrón de acumulación prevaleciente por cerca de tres décadas.

A lo anterior se une que en las nuevas condiciones resulta prácticamente imposible, y políticamente no recomendable construir la base material y técnica del socialismo solo con recursos endógenos, por lo que la apertura a la inversión extranjera capitalista en ramas y territorios donde se considere conveniente en capital, tecnología y mercado es una alternativa.

De ese modo en la negación de la negación, se mantiene lo positivo de la negación primera al no volver a la privatización generalizada, ni a la explotación características del capitalismo; al mantener la protección a la fuerza de trabajo, y desarrollar un proceso ordenado, controlado, sin apertura indiscriminada. Las inversiones se dirigieron hacia ramas y sectores donde podían revertirse con rapidez, y resolver amplios problemas de la población, quedando el resto atrasado. En los inicios los capitales provienen fundamentalmente de la Unión Europea y no de Latinoamérica.

Fidel evidenció su convencimiento de que habría que “desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional.” Entre esas fuerzas poderosas está la mentalidad dogmática, retrógrada, la falta de evolución del pensamiento entre dirigentes, empresarios y parte de la población, que se antepone y frena la aplicación de la política trazada, muchas veces por falta de argumentos. Raúl Castro Ruz denomina mentalidad obsoleta a tal actitud acerca de la inversión extranjera que no permite cumpla su rol en el caso específico del modelo cubano de desarrollo.

Todo ello y más aconteció mucho antes de la magistral síntesis recogida por Fidel en su concepto de Revolución en el año 2000.

Variadas son las preocupaciones que surgen cuando se analiza la inversión extranjera y que originan actitudes diversas hacia su empleo por quienes se preocupan por los dilemas que podrían afectar el futuro del país.

¿Cómo conjugar la política de estímulo a la inversión extranjera como vía de acceso a capital, fuentes de financiamiento, tecnologías de avanzada, y mercados, cada vez más dominados por las grandes transnacionales, con la garantía de independencia económica y política­, sabiendo las amargas experiencias anteriores al triunfo revolucionario y en otros países atrasados?; ¿Podría el país alzarse del atraso económico y tecnológico solo con el desarrollo endógeno, y garantizar un progreso económico y social que permita satisfacer las necesidades y aspiraciones de la población?; ¿Sería posible alcanzar la deseada y necesaria prosperidad que haga visible al socialismo como un sistema socioeconómico atractivo en la cruda y desigual competencia con el sistema capitalista, apoyados en la inversión extranjera?

El empleo de la inversión extranjera para la construcción socialista es cuestión insuficientemente estudiada, se pensaba el triunfo del socialismo en países desarrollados de manera simultánea. Así, habría garantía de las fuentes de acumulación para el avance y la reproducción ampliada de la nueva sociedad.

Lenin analiza concluye que el socialismo triunfará primero en unos países, no necesariamente en los más adelantados, ante lo cual resultan aprovechables la experiencia secular y los avances capitalistas para construir un régimen social diferente, cuestión que intentó llevar a la práctica, en la década del 20, con la aplicación de la Nueva Política Económica. (NEP)

Para comprender la esencia socioeconómica de la inversión extranjera en países con relaciones de producción socialistas, en contraste con experiencias internacionales capitalistas, se requiere entender la inversión extranjera como un complejo y contradictorio proceso, y la multicausalidad que mueve las transformaciones estructurales de su empleo como política necesaria en Cuba.  Tal comprensión se requiere para que sea impulsada y apoyada.

Ese proceso objetivo se conjuga con elementos subjetivos y de políticas, que determinan su empleo a favor del progreso, o que lo frenen o distorsionen. Desde ese punto de vista, se asemeja al proceso de globalización  económica, que abre o cierra espacios, en dependencia de las políticas económicas y la fortaleza de los estados.

La búsqueda de redes productivas que enlacen las inversiones foráneas con la estructura productiva interna, requiere de una propiedad y empresas nacionales eficientes para aprovechar los resultados. Pero la tendencia mundial capitalista exige la privatización de la propiedad nacional, lo que conduce a un círculo vicioso de transferencia de excedentes hacia el exterior y debilita los ingresos para los estados, que los hace  vulnerables. Esos elementos deben ser tenidos en cuenta por los países atrasados que pretendan enfocar políticas responsables encaminadas a lograr el desarrollo de los países empleando la inversión extranjera.

La inversión extranjera bien empleada, teniendo en cuenta su carácter objetivo, puede resultar una vía de lograr equidad al nivel global, si desarrolla la complementariedad de las economías, la disminución de las asimetrías nacionales, y la competitividad sistémica. Procesos como los que se dieron en los marcos del CAME y las perspectivas con la Alianza Bolivariana para las Américas, y con China, por similitudes de intereses políticos, son ejemplos a lograr empleando el lado objetivo de la inversión extranjera.

La práctica demuestra que si bien la naturaleza de las relaciones capitalistas de producción tiende a poner barreras a la inversión foránea en beneficio de las masas, aun superando grandes escollos, los excedentes de capital en países capitalistas pueden emplearse por los estados internamente o exportarse como capital, en beneficio de la equidad social, y aportar a la internacionalización de la vida económica bajo principios que no son la explotación y dominación.

La inversión extranjera tiene implicaciones de variado sesgo también para las naciones capitalistas industrializadas, de donde procede la mayoría. La pobreza persistente en parte de la población, y las enormes diferencias sociales, se relaciona con que no se invierte internamente, debido a la esencia explotadora de la propiedad privada.

La utilización del excedente en el socialismo difiere del capitalismo, pues la propiedad social, las relaciones socioeconómicas y las políticas adoptadas tienden a evitar que se fuguen los capitales, la sociedad se apropia de los recursos, éstos rinden más, aun en países atrasados, y posibilitan el avance de las fuerzas productivas internas.

Los países socialistas, como Cuba generalmente, planifican la inversión extranjera buscando acceso al desarrollo para mejorar las condiciones de vida, las relaciones solidarias con otros pueblos y ayudar a otros necesitados. Como principio, contribuye a disminuir la pobreza y la diferenciación social.

La inversión extranjera tiende a internacionalizar las relaciones de producción del sistema de donde procede, repercutiendo en los receptores. Por ello constituye un reto encausarla  para fines no capitalistas.

Se reconocen tres momentos en la reproducción del capital: la reproducción del producto material, la reproducción de la fuerza de trabajo, y la reproducción de las relaciones de producción. Dentro de ese proceso, la inversión extranjera en su arista técnico económica, reproducen el producto material, como en cualquier sociedad ayuda a reproducir las fuerzas productivas, complementa la tecnología autóctona, y coloca al país en condiciones de lograr una reconversión tecnológica, y renovación del capital fijo.

A la objetividad del proceso de internacionalización por la inversión extranjera se interpone la subjetividad de su aplicación en las condiciones de la propiedad privada sobre los medios de producción, allí contribuyen a que se reproduzcan las relaciones trabajo- capital, los obreros y los capitalistas, ya que los primeros entran y salen del proceso desposeídos de los medios de producción, en tanto los propietarios ven incrementarse sus propiedades y sus beneficios; reproduciendo relaciones antagónicas de explotación, y de lucha de clases. Incentivan al mismo tiempo el desarrollo de la fuerza de trabajo y la creatividad de los especialistas.

Como esencia en el capitalismo la inversión extranjera tiene su base en la propiedad privada sobre los medios de producción, y su objetivo principal en las superganancias y mayores beneficios. En ella actúa la Ley de la plusvalía, condicionante de la explotación del trabajo por el capital, acentuando desigualdades e inequidades. También la Ley del valor, cuando no se garantizan internamente suficientes beneficios para las necesidades capitalistas, y se invierte en el exterior.

De esa manera  se eternizan las desigualdades internacionales, los flujos de capital no se dirigen a los países más necesitados, sino hacia los de mayor desarrollo absoluto y relativo. Tampoco desarrollan sectores y ramas más atrasadas, y los sectores primario y secundario, sino los que aseguran mayores ganancias y beneficios de diferente índole. Por lo general provocan deformación estructural en países subdesarrollados. Por ello un análisis fuera de contexto genera entendible rechazo.

Si representan a la propiedad capitalista, y sus relaciones de producción, la inversión extranjera en países subdesarrollados pueden llegar a “extranjerizar” las economías, extraer los excedentes creados sin adecuada compensación, debilitando el papel de los estados y conduciendo a ingobernabilidad y estallidos sociales. La inversión extranjera contribuye además a que se reproduzca el capitalismo en su conjunto. Todo ello porque su base es la propiedad privada, y se mantienen vigentes en su esencia más profunda.

Por otra parte, el patrón de acumulación socialista tiene en la base la propiedad social sobre los medios de producción y el trabajo mancomunado en beneficio de la sociedad, persiguiendo como objetivo satisfacer necesidades de amplias masas de la población, bajo el papel dirigente del Estado, por lo cual se constituye en una necesidad transformar la estructura económica subdesarrollada.

En países socialistas que controlan y regulan los procesos de asociaciones con foráneos, como Cuba, por la forma en que se desarrolla el proceso de acumulación, el empleo de la inversión extranjera contribuye a la reproducción de los bienes materiales y la fuerza de trabajo, y también de relaciones de producción, pero con especificidades.

La inversión extranjera reproduce relaciones de producción de diferente índole: Reproduce las relaciones capitalistas en los países de origen del capital, cuando este es el modo predominante; por otra parte reproduce relaciones socialistas internamente en el país, conjugadas con determinados rasgos de las relaciones capitalistas, como son repuntes de egoísmo, elevación de los intereses individuales por encima de los sociales, contradicciones que no necesariamente tienen que llegar a ser antagónicas, que si se dirigen a estimular el sistema de intereses (sociales, empresariales, individuales) que prevalezcan los sociales pero con amplia participación de los individuales, pueden contribuir al desarrollo, a la vez que si se descuidan pueden conducir a un reblandecimiento en la mentalidad y la conciencia cotidianas y en las bases del socialismo, o al restablecimiento del modo capitalista.

Por tanto, con la inversión extranjera en Cuba se contribuye a la reproducción del movimiento del sistema, del socialismo, de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, del bienestar, del proceso en su conjunto, como manera de encarar contradictorios procesos y fenómenos. (Por: MSc. Jesús Fuentes Águila; Dr C. Candelaria Rosa Álvarez González*)


*MSc, en Estudios Sociales, Esp. En Administración Pública; Profesor Auxiliar de la Universidad del Partido Comunista de Cuba. Facultad Alejandro Nápoles Fajardo, Cienfuegos; Dr C. Profesora Titular de la Universidad de Granma.

Visitas: 189

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *