Homofobia hecha ley en las escuelas de Florida

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Mientras en Cuba es debatido de forma transparente por el pueblo, y podría aprobarse, un nuevo Código de las Familias que protege y propicia sus debidos derechos a todas las identidades sexuales, en los Estados Unidos están en curso legal 113 proyectos de ley en contra de las libertades de las personas pertenecientes a la comunidad LGTBQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgéneros y queer).

Con catorce, once y diez proyectos de ley respectivamente, Arizona, Missouri y Florida son los estados “a la vanguardia” en las medievales perspectivas proyectadas para dicho conglomerado social por los políticos del “emblema de los derechos humanos planetario”, en realidad la nación que más pisotea los derechos de las alteridades y preteridos del sistema.

Pero el estado del sol se les adelantó a todos en la humillación legalizada de los homosexuales, algo sobre lo cual la historia de esa nación está pletórica de repugnantes hechos. Como fue informado en la prensa, en la cavernícola Florida, nada más y menos que un día de tanta significación social como el 8 de marzo, el Senado y la Cámara estaduales aprobaron la Ley de derechos de los padres en la educación, popularmente conocida como “No digas gay”.

Más allá de los datos raudos de un despacho reporteril, aprovechemos este espacio de opinión para preguntarnos: ¿Qué establece tal engendro jurídico, franca antigualla y legalizado a contrapelo de los derechos conquistados a escala internacional por la comunidad LGTBQ+?

Pues bien, franca y llanamente prohíbe a los maestros hablar sobre orientación sexual e identidad de género en las escuelas primarias. Los promulgadores de la herramienta legal —impulsada por los republicanos y criticada por la comunidad LGBTQ+—, opinaron que los asuntos de orientación sexual no son “apropiados para la edad o el desarrollo de los estudiantes”.

Un republicano perteneciente a la variante más troglodita como el gobernador Ron De Santis (el mismo señor que abusó verbalmente el 2 de marzo a un grupo de alumnos por usar nasobuco y quien está muy a favor de “No digas gay”) consideró que ve del todo inapropiado que los maestros tengan ese tipo de conversaciones con los alumnos.

“Las escuelas deben enseñar a los niños a leer y escribir. Queremos estar seguros de que los padres puedan enviar a sus hijos a la escuela sin que se inyecten algunas de estas cosas en algunos de sus planes de estudios escolares”, afirmó este hombre, el cual que no posee ni idea de la existencia de una figura lectiva como la Educación sexual.

“No digas gay” podría desatar una verdadera cacería de brujas en Miami u otras ciudades floridanas al permitir, de forma legal, que si un padre es alertado por su hijo de que cerca de él, en el preescolar o la primaria, hablaron de homosexualidad, el progenitor puede efectuar demandas millonarias al centro.

Resulta tan inhumano y cruel cuanto sucede en la meridional península estadounidense que hasta el propio gobierno de la nación se opone, aunque, por supuesto, siempre sacándole el jugo partidista a la cuestión, en tanto se trata de una iniciativa republicana.

El demócrata presidente Biden escribió en su cuenta en Twitter: “Quiero que todos los miembros de la comunidad LGBTQ+, especialmente los niños que se verán afectados por este proyecto de ley de odio, sepan que son amados y aceptados tal como son”.

Por su parte, Jen Psaki, portavoz de la Casa Blanca, sostuvo ante los medios de prensa de la nación y del mundo que se trata de “una legislación diseñada para apuntar y atacar a los niños” de identidades sexuales diferentes del patrón heteronormativo.

“Lo que realmente necesitamos hacer es enseñar tolerancia, cuidado, amor, antidiscriminación, anti intolerancia. Dígame cómo este proyecto de ley hace eso. Dígame cómo este proyecto de ley nos está ayudando a crear adultos amables, generosos y tolerantes. No lo veo. Lo veo exactamente como lo contrario”, dijo la senadora demócrata Tina Polsky.

La normativa “envía un mensaje terrible a nuestra juventud de que hay algo mal con las personas LGBTQ+, que hay algo tan peligroso o inapropiado en nosotros que tenemos que prohibirnos y censurarnos en el salón de clases”, ha planteado el congresista demócrata homosexual Carlos G. Smith.

En fin, en medio de la polaridad cerval característica de una nación partida en dos, se ha impuesto el mensaje de odio, exclusión y homofobia de determinados estamentos políticos con la facultad de intervenir sobre la vida de millones de seres humanos en los Estados Unidos.

“No digas gay” supone otra gran vergüenza para el país que no solo sataniza o castiga a los homosexuales; sino además a los afrodescendientes y demás minorías, pobres, excluidos…

Más oprobio y dolor en la sufrida tierra de Walt Whitman.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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