“Estoy feliz de lo que he hecho”

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“Una nunca debe amilanarse, hay que seguir adelante porque siempre se puede más”. Tal máxima ha sido quizás el faro de Luisa Antonia Salvador de la Torre en su peregrinar por la vida. El peso de 66 años vividos a plenitud, ha dejado en esta mujer la impronta de quien ha sabido abrirse paso, sobreponerse a la adversidad y despojarse de egocentrismos para servir a los demás.

Esos detalles emanan al dialogar con ella, en una conversación donde da muestras de su carácter jovial, locuacidad y buen ánimo. Aunque a lo largo de su existencia se ha desempeñado en diversas actividades, en estos tiempos se le conoce mejor como ferviente innovadora. De su inventiva nacieron juntas menores para automóviles, de las cuales entrega cada año, desde hace tres, 100 ejemplares al Hospital Provincial. Estas creaciones, de gran importancia para la economía, le han granjeado varios reconocimientos de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR), del Movimiento de Jubilados y Pensionados, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) como Mujer Creadora, además de significativos lauros en el Fórum de Ciencia y Técnica.

“Al comienzo del Período Especial, al que era entonces mi esposo, mecánico automotriz, acudían muchas personas para que les repara los carros, pues en esa época casi no entraban al país las piezas de repuesto. Por ese tiempo mi marido sufre una isquemia y yo le pido que me enseñe a confeccionar esos accesorios, dado el nivel de demanda.

“Ante mí se abría un nuevo mundo con el taller. Comencé a realizar los diafragmas para bombas de gasolina, y me fui inspirando en una labor que no he podido parar, porque desde el primer instante puse mi mente en la ayuda que le estaba brindando a la población”, cuenta Luisa al evocar sus inicios en este quehacer.

Sus habilidades en las artes manuales -es costurera desde niña- le han servido, sin dudas, para desempeñarse en esas funciones. También incursiona en la confección de juntas de escape, de balancines y de carburadores para todo tipo de automóviles, así como diafragmas para duchas eléctricas, a partir de materiales como el amianto y el villimoide, revestido de hojalata.

“Todo lo que signifique ayudar a la Revolución puede contar con mi concurso”, afirma Luisa, con la complacencia de quien ha sabido ser útil. Una rápida mirada a su vida sacaría a la luz cuánto ha hecho en aras del bien común.

“A los 17 años me incorporé al Movimiento 26 de Julio. Fui combatiente de la clandestinidad dentro del Grupo de Acción y Sabotaje que operaba en Arriete.

“Yo era la única mujer y ya para esa época estaba casada y con tres hijos”, rememora. Sus manos, hechas para el trabajo, sirvieron lo mismo para confeccionar brazaletes y capuchones, que para limpiar armas o curar heridos.

Fue fundadora de varias organizaciones: las Milicias Campesinas, los Comités de Defensa de la Revolución y la Federación de Mujeres Cubanas. También se desempeñó como trabajadora social, tarea que la llevó a atender reclusos y a niños y jóvenes con problemas sociales.

Con una prole compuesta por cinco hijos, 15 nietos y seis bisnietos, Luisa tiene mucho que enseñar a la nueva generación. “Los jóvenes deben aprovechar los estudios y todos los beneficios que la Revolución pone en sus manos. Es necesario que conozcan la historia, lo que pasó y se ha logrado para que ellos disfruten lo que tienen hoy”, afirma y la vivacidad de sus ojos acentúa lo que con palabras expresa: “Me siento satisfecha y feliz por todo lo que he hecho”.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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