Envejecimiento poblacional, problemática demográfica y social

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 17 segundos

La expectativa de vida en Cuba, dato aportado por la Organización Panamericana de la Salud en 2023, resulta de 78,3 años, cifra que supera el promedio de la Región de Las Américas, y que muestra un crecimiento en relación con el 2000 de 2.1 años, considerado alto por las entidades estudiosas de la geriatría y demografía nacionales e internacionales.

El dato anterior, con independencia de lo positivo que representa en materia de salud y calidad de vida, ofrece preocupación, sin embargo, para los habitantes de este archipiélago, por la falta de una infraestructura social que respalde, de manera total, el envejecimiento de la población.

En trabajos periodísticos anteriores, relacionados con el tema, opinaba sobre la necesidad de contar con políticas públicas que amparen a las personas de la tercera edad, y que podrían resultar, por ejemplo, el otorgar prioridad en el transporte, las colas de bancos, bodegas, panaderías, entre otros establecimientos. Y cuando me refiero a políticas públicas, tiene que ver con el diseño e implementación de oportunidades para los ancianos, esas personas que se mueven con lentitud, pero que una vez movieron nuestro mundo con sus manos.

Es verdad que Cuba cuenta con un sistema de salud que contempla la atención al adulto mayor, consultas de geriatría, asilos de ancianos, casas de abuelos _estas últimas con capacidades para asumir a más personas_, pero que en contraposición, no ha logrado que este grupo etario, por ejemplo, acceda a los medicamentos regulados por tarjetas, en lo fundamental indicados para enfermedades crónicas no transmisibles, como la hipertensión arterial, diabetes mellitus, afecciones cardíacas, circulatorias entre otras, y para adquirirlas, muchos de ellos duermen o pernoctan hasta altas horas de la noche en las farmacias, los días previos a la venta de los fármacos.

Conozco que existe cierta prohibición, y hasta autoridades locales que se atreven a “amenazar” a los viejitos que han optado por el método de marras para obtener sus medicamentos, pero esta no es la vía de solución, sino otra, en un país donde se conoce quiénes necesitan un fármaco, qué edad tienen, dónde y con quien conviven, número de identidad y cuanto dato se precise para priorizar a los verdaderos necesitados, sin necesidad de que se aventuren a caminar de noche o madrugada por los barrios, con peligro de sufrir hasta una caída.

La seguridad social debería ser más abarcadora y de conjunto con Comercio, el Gobierno y cuanta entidad u organización se precise, facilitar a los ancianos, vivan solos o no, porque este grupo etario de por sí ya es vulnerable al haber rebasado la expectativa de vida, alimentos que les permitan desayunar, almorzar, comer, y hasta merendar, con cierta dignidad aun en las condiciones de dura economía por las que atraviesa la nación cubana.

Una investigación de profesionales de la Salud del patio, alerta:

“El envejecimiento en Cuba constituye un problema demográfico con un 18,3 por ciento de la población con 60 años y más, se espera que para el 2025 represente el 25 de la población total, y en el 2050 se duplicará la proporción de la población mundial con más de 60 años.

“El envejecimiento poblacional en Cuba se incrementa progresivamente como fenómeno actual y futuro de significativa connotación; las causas esenciales del mismo se asocian al incremento de la esperanza de vida, unido a la disminución de la mortalidad y al descenso de la fecundidad, así como al saldo migratorio negativo, entre otros factores. Por ello se necesitan estrategias para incrementar la natalidad y mejorar las condiciones y calidad de vida del adulto, así como para la atención diferenciada, sistemática y con calidad del perfil de morbilidad característico de este grupo poblacional frágil y vulnerable”.

Grupo poblacional FRÁGIL y VULNERABLE subrayo; entonces, ¿por qué reciben las más bajas pensiones de jubilación? ¿Por qué deben esperar en una fila con sus pies cansados de andar? A esas y a otras muchas interrogantes deberían responder quienes tienen a su cargo velar por la calidad de vida de nuestros venerables ancianos, más allá de la responsabilidad familiar que se plasma en la Constitución.

Visitas: 89

Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *