El amor en los tiempos del…coronavirus
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Con mucha razón decía Gabriel García Márquez que Cuba era el país más bailador del mundo, no sé si por los ritmos nacidos en suelo patrio que llevaron a la fama al terruño, o por la musicalidad de estos cuerpos caribeños, mezclados con raíces disimiles desde África, Europa, Asia y la propia América.
Además de bailadores, musicales, de buen humor, sabedores de pelota y meteorología, —tanto como para ser seguidores de la saga del doctor José Rubiera—, a los cubanos nos distingue el amor en su más alta y excelsa expresión, connotación o significado… como quieran decirle.
Somos amorosos, —inconteniblemente amorosos— con los hijos, la pareja, los amigos, los vecinos, los viejos colegas de estudio, los ex novios y hasta con los desconocidos. Besamos a los bebés recién nacidos, a los enfermos, a los perros…
Hace poco asistí a una conferencia de las tantas que a menudo reportamos, y por mucho que alerté de mi catarro simple, de extender la mano a modo de parabán para que no se acercaran, mi colega replicó… ¿Pero cómo no te voy a saludar con un beso?. Y en su tono había un sentimiento de culpabilidad por no consumar el gesto de cariño.
En su novela El amor en los tiempos del cólera, el gran García Márquez, dejó al desnudo uno de los romances más bellos que por las tierras del sur se hayan suscitado. Alguien escribió sobre aquel sentimiento como un “amor inocente y profundo hasta el delirio y la fiebre”. Y ese es el que padecemos los latinos y en especial, los cubanos.
Por ejemplo, el Bulevar de Cienfuegos es un hervidero. Tradicionalmente transitan a cualquier hora del día miles de personas, y últimamente se duplica la cifra en las colas de venta de los productos de aseo.
En esas pocas cuadras una no puede escapar de por lo menos una decena de besos cariñosos de los amigos y conocidos, aun con la advertencia de reducir el contacto personal dado por las autoridades sanitarias del país.
El alerta de ¡¡¡Vivimos en tiempos del coronavirus!!! de nada vale.
Ahora el Ministerio de Cultura adoptó la decisión de posponer los eventos artísticos, nacionales e internacionales que impliquen grandes aglomeraciones de público como parte de las medidas de prevención y enfrentamiento en Cuba al nuevo coronavirus.
Los cubanos debemos ser disciplinados y cumplir con ello, y —aun cuando nos califiquen como los más bailadores del mundo—, guardemos un poco las ganas de bailar con los Van Van u otra orquesta hasta que se reduzca el riesgo de esa pandemia en el mundo.
Como diría la abuela “hay más tiempo que vida”, en el sentido de que tendremos muchos momentos para bailar, o formar “la gozadera” al estilo de Gente de Zona. Y en cuanto a la historia de los besos, creo que los tiempos que corren,aunque turbulentos, no impedirán que dejemos de querernos, ni en las buenas ni en las malas.
El vivo ejemplo de que los grandes amores resisten hasta las epidemias, lo encontramos en los protagonistas Fermina Daza y Florentino Ariza de la novela de García Márquez El amor en los tiempos del cólera.
Los amantes debieron esperar 53 años, siete meses y once días con sus noches, para unir definitivamente sus corazones sobre un barco con bandera amarilla, en señal de cuarentena; y que según el fervoroso enamorado, la embarcación no detendría aquel ir y venir de puerto en puerto durante “toda la vida”.
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