Editorial: 5 de septiembre de 1957, la clarinada
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Hombres, mujeres, jóvenes y adolescentes pidieron armas el 5 de septiembre de 1957 para el combate contra el dictador y un sistema de gobierno que olvidaba los intereses del pueblo y tenía a Cienfuegos (como a toda Cuba) en la miseria; hundida su dignidad en el cieno.
No obstante, la manifiesta superioridad militar del enemigo, la resistencia de Cienfuegos es heroica a lo largo de la gesta y se produce hasta las últimas consecuencias. Nunca se había visto tanto derroche de coraje y decoro en una ciudad que fue libre durante 24 horas.
La acción reviste una connotación singular, puesto que patentiza el valor supremo de un pueblo capaz de enfrentar, en solitario, con unas pocas armas, a la maquinaria bélica garantizada por Washington al tirano Batista.
Si bien las acciones no pudieron encauzarse tal cual fueron concebidas —al fracasar el plan inicial previsto para el levantamiento—, la sublevación de civiles y marinos hizo retumbar los pilares de la tiranía y constituyó señero preámbulo de la gran epopeya patria que, muy poco después, y desde el corazón de la Sierra Maestra, destruiría para siempre a la dictadura.
Por lo anterior, y por la indeleble lección de dignidad de un pueblo, el 5 de Septiembre se convertiría en un hito de nuestra historia, un haz de luz que se proyectó rápidamente sobre el derrotero de combate de la nación.
Los héroes y mártires de 1957 protagonizaron una de las hazañas patrias más valerosas de la década de los ’50, que atemorizó a un déspota, quien de inmediato suspendió las garantías constitucionales, decretó el estado de sitio en todo el país, implantó la censura general de prensa y otorgó regalías y condecoraciones en tropel para mantener calmo al ejército.
Nada de eso bastó para que, menos de dos años después, Cuba fuera definitivamente libre gracias a la Revolución triunfante del 1ro. de Enero.
Nuestro 5 de Septiembre fue clarinada de esa victoria final.
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