Desinformación mediática sobre la victoria de un pueblo en Girón
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Aquella madrugada del 15 de abril el joven cienfueguero de 25 años, Eduardo García Delgado, fue el primero en ver venir a los aviones enemigos. El reloj marcaba las 5:30 de la mañana. Bombarderos B-26 atacaban bases aéreas en tres ciudades cubanas para inutilizar los escasos y viejos aviones de combate del gobierno revolucionario. La estrategia era distraer las fuerzas y dominar el espacio aéreo en el momento de la invasión.
La intención velada se urdía. Uno de esos pilotos voló hasta el aeropuerto de Miami, logrando aterrizar sin que nadie se lo impidiera.
Ante la prensa declaró que la acción se trataba de una sublevación interna. La versión se hizo creíble en un inicio, pues el avión llevaba los colores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.
Después se reveló que los bombarderos les fueron adjudicados por la CIA, y que habían despegado desde Nicaragua.
En Estados Unidos comenzaba a moverse la poderosa maquinaria propagandística.
Mientras, Raúl Roa, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, exigía ante la ONU el cese de la agresión militar por “una fuerza mercenaria organizada, financiada y armada por el gobierno de los Estados Unidos, proveniente de Guatemala y de la Florida”, el embajador estadounidense, Adlai Stevenson, le rebatía que sus acusaciones eran “totalmente falsas”.
El 17 de abril, cerca de la una de la madrugada, se iniciaba el desembarco mercenario por Playa Girón, el factor sorpresa era desarticulado en la propia costa por los milicianos del Batallón 339, de Cienfuegos, la agencia Associated Press (AP) se aventuraba a asegurar que la Isla de Pinos estaba ya tomada por los expedicionarios, y que allí 10 mil presos políticos liberados se sumaban a la rebelión.
La United Press International, UPI, fue aún más osada. En sus notas de ese día de 1961, aseveraba la muerte de la escolta militar de Fidel, daba como un hecho la captura de Raúl, el desembarco en Oriente de 10 mil soldados de la antigua guardia presidencial y describía al hotel Habana Libre totalmente destrozado luego del ataque.
Algo de lo que se hizo eco Radio Swan. La emisora caribeña controlada por Estados Unidos, transmitió información para ofrecer apoyo táctico a los mercenarios y creó estados de opinión en torno a los acontecimientos que estaban sucediendo, tergiversando los hechos.
Por el contrario, en esos momentos, a las cercanías del central Australia, lugar hasta donde habían avanzado los mercenarios, llegaba el batallón de la Escuela de Responsables de las Milicias de Matanzas, dirigidos por José Ramón Fernández, El Gallego, uno de los principales jefes militares de la epopeya.
La campaña de desinformación intentaría encubrir la participación de la CIA en la invasión que J. F. Kennedy, heredaba de su antecesor.
“Fuerzas invasoras aislaron hoy el puerto de Bayamo*, en la costa sur de la provincia de Oriente”, fue la disparatada noticia de UPI el día 18 de abril; también afirmaba que en Las Villas habían avanzado hacia Colón.
Pero otra vez la realidad contradecía la noticia. Desde el amanecer los jóvenes tanquistas se lanzaban contra el enemigo. Nuestros veteranos aparatos realizaban un vuelo tras otro, en condiciones de inferioridad como fuerza bélica.
Los milicianos tomaban Pálpite y los paracaidistas enemigos lanzados en la retaguardia eran capturados.
Un cable de AP describía el día 19 un intenso fuego de armas de todo tipo de calibre en la playa de Guanabo, sede de la marina cubana. UPI daba por vencidos a los invasores, pero aludiendo a la falacia de la ayuda de “tanques enviados por la URSS y aviones caza MIG”.
Era evidente la intención de justificar el fracaso de la operación CIA, que bajo el nombre de Pluto, deidad de la riqueza en la mitología griega, pretendía llenar en Cuba el “cuerno de la abundancia” de latifundistas, grandes propietarios, ex militares y magnates, integrantes ahora de un falso Ejército de Liberación y que por aquellos días de abril andaban en desbandada por toda la ciénaga.
KENNEDY, EL QUE OYE MAL CONSEJO…
Un año atrás, el 17 de marzo de 1960, el presidente Dwight D. Eisenhower mandaba a la Agencia Central de Inteligencia a organizar una ”fuerza paramilitar apropiada” de exiliados cubanos para derrocar a Castro y su régimen. Y la víspera de la toma de posesión del nuevo presidente electo, Eisenhower apremió a Kennedy a lanzar su ataque contra Cuba.
El director de la CIA entró a jugar su papel. Allen W. Dulles, terminó por convencerlo, asegurándole una victoria más eficaz que la orquestada siete años atrás contra Jacobo Arbenz en Guatemala. Afirmó que el ataque provocaría la deserción de los milicianos, y que de ocurrir un fracaso se unirían a los alzados en el Escambray.
Otra estratagema era emplear a más de mil cubanos exiliados que se habían entrenado en Centroamérica, que de lo contrario pondrían en boca de todos la falta de valor del nuevo presidente para invadir a la isla.
Kennedy accedió a formar la brigada 2506.
…FRACASA EN LAS ARENAS DE PLAYA GIRÓN
El 19 de abril, Fidel ordenaba el asalto final sobre Playa Girón y que los tanques no detuvieran su marcha hasta mojar sus esteras con el agua de la orilla.
El propio Comandante con un certero disparo hacía blanco en el “Houston”, uno de los cinco barcos “mercantes” que habían zarpado el 14 de abril de 1961 desde Centroamérica hacia la Bahía de Cochinos. Mientras se hundía, a las 5:30 de la tarde caía el último reducto de los mercenarios.
Horas más tarde, en la Casa Blanca, el presidente Kennedy, vestido de etiqueta, hacía de anfitrión en una recepción a los miembros del Congreso. Tan pronto terminó, corrió hacia el ala derecha del edificio oval donde al borde del síncope, varios funcionarios portaban las malas nuevas sobre Cuba.
Días después el mandatario sacude la dirección de sus servicios de seguridad. Sus asesores militares y de inteligencia, la CIA, le habían dado desafortunados consejos, información imprecisa. Y no le quedó más remedio que aceptar ante la prensa: “Hay un viejo dicho que afirma que la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana”.
Era una de las horas más negras de la política exterior de su imperio. La derrota de Bahía de Cochinos fue “una humillación para los Estados Unidos”, confesaría en sus memorias William “Bill” Colby, jefe de la CIA entre 1973 y 1976.
Pero el descalabro no fue entonces enjuiciado por la gran prensa de su país, que en cambio mostró a Kennedy junto a su esposa, recibiendo a los casi 2 mil mercenarios, que, a cambio de una indemnización de 54 millones de dólares en medicamentos y alimentos para niños, fueron entregados en Miami el 24 de diciembre de 1962, y les propuso enrolarse en sus fuerzas armadas.
Ninguna agencia escribió tampoco que lejos de desertar, tal cual había profetizado el director de la CIA, milicianos como aquel joven cienfueguero que vio venir a los aviones B 26 durante el preludio de la invasión, antes de morir había escrito con su sangre, Fidel.
*Subrayado del editor. La capital de la actual provincia de Granma está a unos 70 kms del mar, tierra adentro en dirección este.
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