Cayo Loco: un pasado presente

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Antiguamente era denominado Cayo Guano, la primigenia toponimia de este lugar sureño, pletórico de historia y leyendas. Cuentan que cuando llegaron los colonos, encontraron viviendo allí a una joven negra, desnuda, silente y huidiza, con dos seres alados: una garza azul y una paloma blanca, y por su belleza, la bautizaron como la Venus negra.

Las actas capitulares contemplan este sitio como Cayo Guano desde 1813, y en 1866, los gobernantes de la villa de Fernandina de Jagua lo compraron a su dueño, don José R. Sallés, para traspasarlo a la Marina. Como propiedad de esa fuerza fue base carbonera y servicio de guardacostas.

Estaba unido a tierra firme por un puente de madera (a la postre pedraplén), y allí hubo criaderos de animales, baños públicos y hasta una lugar de tertulias literarias y ensayos de teatro.

En febrero de 1868 trasladaron la Comandancia de la Marina desde Trinidad para este sitio, y posteriormente, en 1919, instalaron allí la Marina de Guerra, como Estación Naval.
Por estragos del huracán de 1935, sobre todo en el pedraplén, iniciaron reparaciones y capacitaron el andén para buques de mayor calado, lo cual posibilitó que en 1948 deviniera Distrito Naval del Sur.

Actualmente no es un islote, pues un relleno en el lado oeste lo convirtió en península. Hoy es sede del Museo Histórico Naval, Monumento Nacional y único de su tipo en Cuba.

En la historia local ocupa un lugar emblemático. Corría el mes de septiembre de 1957, y en la posta uno del Distrito Naval del Sur estaba en apogeo la gran acción. Un conspirador, en la entrada de acceso, levantó en tres ocasiones su ametralladora, señal convenida para que dos autos entraran a la instalación. Julio Camacho Aguilera y Dionisio San Román irrumpieron en la base, y todo el Distrito cayó en manos de los revolucionarios.

La efervescencia rebelde maniobraba desde antes en Cienfuegos. El 28 de mayo de 1957, fortuitamente, descubrieron a los 35 de Buenavista, que aun lacerados por la saña enemiga, llevaron a la tumba el secreto de los marinos conjurados desde 1956.

Ya en septiembre de 1957, la inmensa mayoría de la guarnición se sumó al levantamiento, y de los recuerdos de aquella gesta por la libertad, emerge, cual lema de combate, el apelativo redentor: Cienfuegos, primera ciudad libre de Cuba.

Durante algo más de 24 horas, la ciudad estuvo en poder del pueblo. La resistencia mantuvo en jaque a las fuerzas batistianas enviadas desde Santa Clara, Matanzas y La Cabaña.
Con alto calibre, la aviación acribilló el centro urbano, hecho inusitado en los pasajes bélicos, pero el golpe enemigo solo fue un revés momentáneo. La sublevación constituyó un estacazo político que nucleó al pueblo junto a su vanguardia combatiente, resquebrajó la supuesta unidad de la dictadura y alentó la lucha que en la Sierra Maestra estaba ya en las firmes manos de Fidel.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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