Catalina Bárcena, la peor de todas

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Recientemente leímos una curiosa encuesta publicada por el perfil de Stevouchka sobre los más importantes actores españoles en Hollywood. Para sorpresa nuestra, en el sitio 25, entre el madrileño Antonio Moreno y Oscar Jaenada, quien asomara en Piratas de Caribe 4, aparece el nombre de una actriz teatral y cinematográfica llamada Catalina Bárcena. La novedad no solo radica en que se focaliza la obra de un mito de la escena española de la primera mitad del siglo XX, sino que se incurre en el error de confundir su nacionalidad, omitiéndose que es oriunda de la Perla del Sur.

Catalina Julia María de la Paz de la Cotera y París de Bárcena, nace en Cienfuegos el 10 de diciembre de 1888 y es hija del que pudiéramos considerar el principal fotógrafo sureño de la segunda mitad del siglo XIX, Efesio Cotera, el mismo que asumiera las fotografías que ilustran El Libro de la Trocha de Eva Canel.

A los trece años Catalina viaja con su padre a Santa María de Lebeña, la tierra natal de los Cotera, estudia en el Colegio de San Vicente de Paúl en Santander y, mostrando inclinaciones por el arte escénico, recibe el apoyo de la familia, que se traslada a la capital para encauzar esa vocación en el Conservatorio de Arte Dramático de Madrid. La legendaria María Guerrero le sugiere que insista en el teatro y le ofrece, con tan solo quince años, un puesto de dama joven en su compañía, que co-dirige con su esposo Fernando Díaz de Mendoza, y donde estrena obras al estilo de El genio alegre (1906) y Amores y amoríos (1908), de los hermanos Álvarez Quintero. Precisamente, queda embarazada de Díaz de Mendoza y se produce un forzoso arreglo matrimonial en 1909 con el actor Ricardo Vargas. Más tarde es contratada como primera figura en el Teatro Lara, junto al inmenso Enrique Borrás, con quien visita los principales escenarios del mundo: Barcelona, París, Nueva York, España, África del Norte, Brasil y Las Américas, y finalmente se consagra al lado de su inmediato amante, Gregorio Martínez Sierra, laborando en el Teatro Eslava por más de dos décadas con una compañía propia y fraguando una carrera internacional que solo es igualable a la de su coterránea Luisa Martínez Casado, a quien admirara siendo una niña en su tierra natal.

Catalina Barcena pintada por Gamonal
Catalina Bárcena pintada por Gamonal

De facto, la actriz logra triunfar con obras de Benito Pérez Galdós, Jacinto Benavente, George Bernard Shaw, Federico García Lorca, Ibsen, Pirandello y el propio Martínez Sierra, que le hacía protagonizar sus creaciones dramáticas (aunque han aparecido teorías de que estas fueron obras escritas por su esposa, María de la O. Lejárraga), entre las que figuran piezas como Mamá, Primavera de otoño (1911), El reino de Dios (1916), Canción de cuna (1928), entre otras, muchas de las cuales fueron llevadas al cine hollywoodense durante la etapa hispanoparlante de la década de 1930. Por cierto, en marzo y abril de 1927 permanece en Cuba y se presenta en el Teatro Nacional, superando el talento que pregonan los cronistas de la época. En ese año debuta en el cine mexicano en El secreto de la abuela, que con grandes privaciones escribe, produce y dirige Cándida Beltrán Rendón, quien aprovecha el paso de la tropa de Martínez Sierra por la capital azteca.

El primer rol protagónico lo recibe en el filme Mamá, basado en la pieza teatral escrita por su amante en 1913, que trasciende el cine prosaico de la década, desprovisto de altisonancias y con actuaciones “desteatralizadas”. Sin dudas, un éxito que ha de agradecerse a la atinada dirección de Benito Perojo. Una poderosa empresa los había contratado en Estados Unidos, atraída por la obra teatral, y propuesto al dramaturgo la versión para cine en 1931, en la que interpreta a Mercedes, mujer de mundo que frecuenta salones de juego. Hollywood es un descubrimiento para ella, acaso cegada por los resplandores: “Es un lugar encantador… Yo me encuentro perfectamente feliz en él. Hay una realidad sugestiva en el ambiente. Es una colmena enorme en la cual todas las abejas trabajan contentas, cantando, llenando la sublime misión de hacer feliz a los mortales”.

Catalina Bárcena en la obra teatral La adúltera penitente (2017)
Catalina Bárcena en la obra teatral La adúltera penitente (2017)

En este filme se desbordan los caracteres del ciclo cinematográfico Bárcena-Martínez Sierra: opulencia verbal, espiritualismo pagano, cierto vuelo sentimental y exacerbado. Desde 1932 y hasta 1948 persevera en Hollywood para realizar otras diez películas. Para esa fecha, la compañía intenta esquivar los golpazos de la Guerra Civil Española y se mueve por toda Latinoamérica. A mediados de 1930 visita la capital cubana y consuma otra temporada teatral; concede una entrevista a cierta reportera de la revista Carteles y realiza un recorrido por su ciudad natal, que encuentra profundamente transformada.

Empero, no solo en España y Estados Unidos arranca los aplausos del público, sino también en Centro América y América del Sur, especialmente en Argentina, donde actúa bajo la dirección de Alberto de Zavalia. De vuelta a España en 1947, forma su Compañía Cómico Dramática Española (1948). Entrada la década de 1950 abandona la escena y se deja cubrir por el olvido, aunque ocasionalmente asoma en calidad de actriz, como sucede en la cinta ¡Adiós, Mimí Pompón!” (1961), en el cual encarna a la madre de Heriberto.

Catalina Bárcena en la década de 1910
Catalina Bárcena en la década de 1910

En 1971 le es otorgado el Premio Nacional de Teatro, un reconocimiento que llega tardío, pues muere siete años más tarde en Madrid, el 3 de agosto de 1978. Realmente, la actriz a la que Federico García Lorca dedicara los célebres versos A Catalina Bárcena, fue hasta la caída final, juzgada por su naturaleza coqueta y quebrar los matrimonios de no pocos famosos de la escena.

Catalina Bárcenas durante su periplo hollywoodense
Catalina Bárcena durante su periplo hollywoodense

Luego del fallecimiento de su hija Katia Martínez Bárcena en 2002, la casa Christie’s de Londres subasta 33 vestidos diseñados por Jeanne Lanvin para la diosa del teatro español de la década de 1920, provocando un gran revuelo entre los herederos. Ni después de muerta reposa el “espíritu” de la que fue por su estilo de vida  la “peor de todas”, la actriz que llevó la actuación a un rango naturalista, privado de efectismos y grandilocuencias, considerada por muchos una de las luminarias más aportadoras del cine español en Hollywood.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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